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TEMA 10: ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

1.Introducción

Las últimas tres décadas de la historia de España han significado un cambio profundo
para la política, la economía y la sociedad, inmersa en un proceso de transformación y
modernización. Siendo la familia la institución que conecta a los individuos y la
sociedad desde el comienzo de la vida humana, se nos muestra como un excelente
marco para su observación, por lo que su estudio ha sido abordado desde diferentes
disciplinas, como la sociología, la demografía, la antropología o el Derecho.
El objetivo del tema que os presento es el análisis de dicha transformación demográfica,
social (descrita por Inés Alberdi como “democratizadora”) y sociocultural en su
contexto político, económico y jurídico; un análisis de sus factores, de sus logros y de
las persistencias del pasado en los comportamientos sociales y en los valores, de sus
diferentes ritmos y tiempos.

2. Transición política y transición económica


Los cambios efectuados en las estructuras políticas, legislativas y económicas
constituyen el contexto ineludible del cambio social, en el cual se ven reflejados.
La elección de 1970 como fecha de inicio del estudio se justifica en cuanto que en esos
momentos podemos hablar de una sociedad en cambio encerrada en el corsé de un
sistema político y legislativo inmóvil. El Plan de Estabilización de 1959 es el origen de
la transformación de las estructuras económicas y sociales españolas, de modo que la
enorme distancia existente entre Europa Occidental y España comienza a recortarse,
pero no hay, sin embargo, una voluntad de cambio desde dentro pareja en el ámbito
político. El régimen recurría a la represión y bloqueaba tendencias aperturistas.
La muerte Franco, Jefe del Estado, abre un intervalo en que se intenta sin éxito llevar a
cabo el proyecto continuista de algunos sectores del régimen, el “franquismo sin
Franco”.

El último cuarto de siglo XX vendrá en cambio marcado en lo político por un lado por
la Transición de un régimen dictatorial-autoritario a una democracia de corte occidental
y, por otro lado, por la inserción de España en un marco geopolítico con la
incorporación al proceso de integración europea, efectiva en enero de 1986.
La oposición antifranquista rechazó el modelo continuista, inviable también desde la
perspectiva europea. Los diferentes partidos y organizaciones políticas se coordinan en
organismos unitarios con los que el gobierno de Suárez abrirá un diálogo en la búsqueda
de un consenso que permitiera una transición no rupturista ni revolucionaria, sino
gradual y pactada. Este consenso se concreta en la convocatoria de elecciones de 1977,
previamente a los Pactos de la Moncloa de 1977 y la Constitución de 1978 que,
definiendo a España como un Estado social y democrático de derecho, establece un
nuevo marco político-administrativo y legislativo equiparable al de sus vecinos
europeos. Los siguientes años (1979-1982) ven la consolidación de la democracia y,
paralelamente, la desintegración del partido gubernamental afectado, entre otros
problemas, por una coyuntura económica muy desfavorable en la que cobra
protagonismo el segundo shock energético y unos niveles de desempleo históricos. La
caída de la UCD dará paso al triunfo electoral del PSOE.

El gobierno largo del PSOE entre 1982 y 1996 cierra un periodo marcado por la
urgencias del cambio político y abre una época de modernización económica y social

1
(extensión del Estado del Bienestar, reducción de desigualdades sociales) que incluye la
convergencia con Europa. Durante las presidencias de Felipe González, el gobierno
invierte en la construcción del Estado del Bienestar pero a la vez, inserto el país en un
determinado contexto económico internacional, toma medidas económicas que terminan
abriendo una brecha con los trabajadores y los sindicatos. Los años finales vendrán
marcados por la crisis económica tras los fastos de 1992 y los escándalos de la
corrupción, del GAL y del CESID, lo que propiciará el triunfo, en 1996, del PP, que
devuelve al poder a un partido de centro derecha, dentro de las reglas del juego
democrático. Los gobiernos de Aznar se verán acompañados de una coyuntura
económica favorable.

3. La evolución social: De la familia tradicional a la familia postmoderna


Conjuntamente con los cambios político-económicos, se produce un cambio esencial en
la sociedad española, un cambio que, respecto a la familia, podríamos caracterizar como
fin de la familia tradicional (entendida ésta como un matrimonio efectuado por el rito
católico más la descendencia habida dentro de éste) y surgimiento de modelos
alternativos de familia (pluralidad de modelos familiares) así como de democratización
de las relaciones intrafamiliares. Hay todo un proceso de transformación y
modernización de las mentalidades parejo al cambio social, un proceso que sigue su
propio ritmo y dentro del cual debemos señalar como tendencias principales la
secularización de la sociedad, la equiparación de la mujer al varón, la privatización de
las relaciones familiares y, en consecuencia, actitudes progresivamente tolerantes hacia
los comportamientos que se alejan del modelo anterior.

El crecimiento económico de los años del “desarrollismo” tiene efectos contradictorios


ya que, si bien legitima a un régimen que asume y logra la industrialización del país,
contribuye a su vez a imposibilitar que éste se perpetúe a sí mismo. La fin de la
autarquía es también el fin del aislamiento sociocultural y la apertura al estilo de vida de
las sociedades desarrolladas cuya imagen llega al español medio a través del cine de
Hollywood, del turismo en expansión y de los contingentes de emigrantes que retornan
a sus lugares de origen desde Europa y América.

3.1. La segunda transición demográfica

Cualquier acercamiento a la evolución de la familia debe comenzarse con una


aproximación a sus aspectos demográficos básicos. Las fuentes documentales que nos
muestran la evolución demográfica son principalmente estudios institucionales, como
las encuestas del Instituto Nacional de Estadística2, del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), del Instituto de la Mujer, de instituciones regionales y de ámbito
internacional, como la Unión Europea; además de informes de entidades privadas como
los informes FOESSA, o los estudios del Centro de Investigaciones de la Realidad
Social (CIRES) de la Fundación BBV.
Así, la sociedad española vive, durante el periodo definido, la llamada Segunda
Transición Demográfica, que afecta al resto de países de Europa Occidental (si bien ésta
presenta una cronología diferente en los países de Europa Meridional o Irlanda). Esta
Transición viene marcada principalmente por:

a) Descenso acusado de las tasas de natalidad y fecundidad, cerrando el llamado


boom demográfico de la segunda mitad del siglo XX. En los países del arco
mediterráneo, donde el número de hijos por mujer era el más elevado de Europa

2
en 1970 (exceptuando Irlanda), esta contracción de la fecundidad es mucho más
acelerada e intensa, situándose España en unas cifras claramente por debajo del
nivel de reemplazo generacional (Ver anexos 1 y 2). La tasa de natalidad sufre
una notable decremento, reduciéndose a algo más de la mitad. Respecto al anexo
segundo, además de la evidencia de un punto de inflexión en torno a 1975,
momento en que termina la expansión demográfica en España, es llamativa la
existencia de dos tendencias inversas para el conjunto de la población nacional y
la de la Comunidad de Madrid, en la que el enorme crecimiento del área urbana
en la Comunidad es sin duda relevante.

b) Aumento de la esperanza de vida al nacer gracias a los avances en la medicina, la


higiene, con especial atención a la reducción de la mortalidad infantil. Esta
tendencia comienza con el siglo y se acentúa durante el mismo sin una evolución
homogénea. A fines del siglo XX, España presenta una esperanza de vida al
nacer superior incluso al del resto de países europeos. (Ver anexo 3) La
diferencia de varios años en la esperanza de vida de hombres y mujeres nos
habla de una realidad de ancianas solas, viudas por lo general, subsistiendo en
ocasiones con pensiones de viudedad de cuantía reducida.

Como consecuencia, la sociedad española envejece siguiendo el patrón de las


sociedades desarrolladas del contexto occidental en un lapso de tiempo más reducido.

3.2. La transición del marco legal

El marco legal del régimen franquista establece un tipo de familia tradicional, en que el
matrimonio religioso es, salvo unas pocas excepciones estadísticamente irrelevantes, el
único posible y en que la subordinación de la mujer (y los hijos) al marido, sancionada
por el Código Civil, se mantiene a pesar de los livianos intentos de ampliación de los
derechos y libertades de la mujer de 1958 y 1966 para adecuarlo a la evolución social.
Tras la muerte de Franco, el gobierno acomete una serie de reformas parciales del
derecho de familia (despenalización del adulterio y el amancebamiento entre otras) así
como el establecimiento de la mayoría de edad para ambos sexos en los 18 años, previas
a la promulgación de la Constitución.

El escalonamiento de dichas reformas durante 1978 tenía la función de hacer expresa y


publicitar convenientemente la voluntad democratizadora del gobierno, tanto frente al
conjunto de una sociedad que demandaba cambios urgentes y, más concretamente, de
distintos colectivos feministas, como frente a la vecina Europa, en vistas a la tan
deseada integración.

Pero es la Constitución de 1978 la que realmente cambia por completo el marco legal de
la familia al declarar en su artículo 14 la igualdad entre los españoles sin distinción por
razón de sexo o de nacimiento, lo que retira la sanción legal a una institución cultural de
largos siglos como la autoridad patriarcal, además de suprimir todo tipo de
discriminación legal entre hijos legítimos y biológicos. La familia tradicional, tal y
como había sido entendida hasta entonces, era vaciada de contenido y el lugar de los
imperativos morales católicos era tomado por la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político, dentro de un estado definido como aconfesional. En julio de 1981
se legisla la necesaria reforma del Código Civil para adecuarlo a la nueva concepción
igualitaria del matrimonio propugnada por la Constitución.

3
Entre otros aspectos menos llamativos, la reforma regula a cuestión del divorcio
equiparando la normativa española a la de otros estados europeos y ofreciéndolo como
salida legal a una ruptura de hecho previa o a situaciones de crisis matrimonial,
pudiendo solicitarse de mutuo acuerdo o bien por la vía contenciosa. En cualquier caso,
la despenalización del divorcio abre la puerta a la formación de nuevas familias. La
notable diferencia existente entre el número de separaciones y divorcios se debe a que la
legislación complica en cierto modo el acceso al divorcio, exigiendo una repetición de
los trámites ya realizados para obtener la separación legal, mientras que la única ventaja
del divorcio frente a la separación legal es la de poder volver a contraer matrimonio
civil. Frente a ambas series (separaciones y divorcios) el número de nulidades es de una
relevancia sólo relativa.

3.3. Una sociedad en cambio: Morfología de la familia y comportamientos sociales

Si bien el nuevo marco jurídico establecido en los primeros años de la democracia


permite una pluralidad de formas de familia de carácter menos rígido (según algunos
sectores alarmistas, la nueva legislación tendría el efecto de destruir la familia por
completo), no tendrá un efecto acusado a corto plazo debido principalmente a la
coincidencia de los primeros años de la democracia con una coyuntura de crisis
económica mundial. Entre 1979 y 1984, la crisis golpea con fuerza la economía
española, generando un fuerte desempleo estructural que afectará a la generación del
baby-boom, que accede en estos años al mercado laboral. Es la posición social de la
mujer la que establece la pauta de la modernización de la familia (su nivel educativo, su
grado de autonomía personal) y, en un contexto de crisis económica y con una
desventaja comparativa en su integración en el mundo laboral, las mujeres no son, por
lo general, económicamente independientes, no pudiendo, por lo tanto, hacer uso de su
libertad formal.

Una panorámica del la morfología de los hogares españoles a lo largo del periodo nos
obliga a hacer una distinción inicial entre áreas rurales y áreas urbanas, no pudiendo
hablar de evolución homogénea de las familias. Siguiendo la tipología de Laslett
(división de los hogares en unipersonales, hogares sin núcleo, hogares uninucleares,
hogares monoparentales, hogares extendidos y hogares polinucleares), podemos hablar
de la permanencia de hogares de tipo tradicional (extendidos, polinucleares) en zonas
rurales y de nuclearización de la familia en zonas urbanas. Además ha de señalarse el
aumento de la proporción de hogares monoparentales (como consecuencia del número
creciente de l procesos de divorcio y separación legal desde 1981) así como de hogares
unipersonales (el incremento proporcional de hogares unipersonales entre 1970 y 1991
alcanza un 140,1%, mientras que se sitúa en un 37,1% para los hogares mononucleares;
frente a éstos, la variación de los hogares con dos o más núcleos significa una reducción
de un 29,9%), bien como resultado de la ruptura legal de la familia, bien formados por
ancianos que, a raíz de la mejora en sus condiciones de vida (tanto en cuestión de
autonomía física personal como independencia económica ) prefieren vivir solos en la
medida de lo posible. La cohabitación sin matrimonio (tanto de parejas heterosexuales
como homosexuales), situada en niveles bajos dentro de lo común en Europa, no
quedaría reflejada de forma específica en esta clasificación morfológica, incluida en la
categoría inespecífica de familias sin núcleo.

4
La principal transformación se da en el campo de los comportamientos sociales, en la
que concurren factores de distinto tipo entre los cuales está efectivamente la existencia
de un nuevo marco jurídico. El nivel educativo y socioprofesional (principalmente el de
la mujer), por ejemplo se revela como un factor positivo esencial en el desarrollo de
comportamientos igualitarios. En sentido contrario actúa la edad: los comportamientos y
valores más tradicionales se dan en grupos de edad elevada, en jubilados de ambos
sexos. También la residencia en áreas rurales o urbanas tiene una marcada influencia,
como ya había sido visto en la evolución de la morfología de los hogares.

Una tendencia visible en las últimas décadas es el retraso de la emancipación de los


hijos, relacionado tanto con las tendencias económicas de precarización laboral (la
recuperación económica y la reducción del desempleo tras 1993 se basó en parte en el
empleo precario, conocido como “contratos basura”), de dificultad en el acceso a un
empleo estable o a una vivienda, ya sea en propiedad o en alquiler, como con la
democratización de las relaciones intrafamiliares. Los jóvenes prolongan sus estudios y
la dependencia económica sin acceder a la vida adulta, por lo tanto retrasando la
conformación de nuevas familias y la procreación. Esa elección se ve favorecida por un
clima en las relaciones familiares muy distinto: la autoridad y el control paternos, el
discurso autoritario y rígido, pierden prestigio a favor de un modelo relacional más
afectivo, de apoyo de los padres a los hijos, de tolerancia y de libertad que abarca
también la asunción con normalidad de la existencia de relaciones afectivas de los
jóvenes que incluyan las relaciones sexuales prematrimoniales.

Los jóvenes, en consecuencia, se sienten arropados en sus hogares y satisfechos con su


vida familiar (la puntuación media otorgada al grado de satisfacción con la vida en casa
pasa de un 7.43 a un 7.58 entre 1981 y 1990), permaneciendo en ellos hasta edades
avanzadas, a la espera de un empleo de calidad que les permita emanciparse
manteniendo el nivel de vida y de consumo que disfrutan.

La tendencia democratizadora afecta también a las relaciones entre los cónyuges, si bien
este es un campo en el que la distancia entre valores, opiniones y comportamientos
sociales se hace más explícita. Las encuestas de opinión sitúan a España entre los países
más igualitarios de Europa (con las lógicas diferencias en función de las variables antes
mencionadas: nivel educativo, socioeconómico, grupo de edad y otras como la ideología
política, etc.), mientras que las realidades cotidianas nos muestran la perpetuación de
comportamientos desiguales. En este sentido es útil hacer una distinción entre grupos
generacionales: así hablaríamos de tres generaciones distintas, si bien no debe
entenderse la caracterización de estas generaciones en un sentido estricto: los
comportamientos sociales no son en absoluto homogéneos según un esquema
generacional, siendo múltiples los condicionantes que contribuyen a delimitarlos.
• -Una primera generación de comportamientos conservadores cuyos miembros se
sitúan por encima de la edad de jubilación, socializados en los roles del modelo
familiar tradicional, al que los cambios sociales han afectado en menor medida,
pues sus valores pertenecen a una época anterior.

• En un segundo lugar, distinguimos una generación en la edad adulta, aquella


que vive su niñez y primera juventud durante el régimen y que llega a veintena
aproximadamente en los años finales del franquismo o la primera transición: ésta
generación se ha socializado ya en la sociedad de consumo, se ha educado en
mayor medida que sus padres y manifiesta unas opiniones teóricamente

5
igualitaristas, frente a unos comportamientos que reproducen, generalmente, la
división sexual de las funciones ( ámbito extradoméstico masculino/ámbito
doméstico femenino) . Las mujeres de esta generación accedieron al mercado
laboral y retrasaron la maternidad para ser durante un tiempo competitivas, si
bien en gran medida lo abandonaron a raíz de la primera maternidad para
desempeñar el rol de madre-ama de casa. Sus comportamientos no pueden, aun
así, equipararse a los de la generación anterior: son más igualitarios en su fondo
y el hombre participa más en las tareas domésticas, si bien preferentemente en
aquellas consideradas “neutras”, es decir, no específicamente femeninas y
entendiéndose dicha colaboración como una ayuda y no como una
corresponsabilidad.

• -Por último, una tercera generación sería la que se sitúa actualmente en la


veintena. Socializados en los valores democráticos, asumen la igualdad entre
sexos con naturalidad en lo teórico, sobre todo en áreas urbanas y en niveles
educativos superiores. Buscan por lo general la realización profesional, la
autonomía personal, rechazando, tanto ellos como ellas, las desprestigiadas
labores domésticas. Sin embargo, principalmente por educación, costumbre, etc.,
esas labores acaban recayendo en las mujeres que, para evitar el desgaste
producido por la doble jornada (laboral y doméstica) y para mantener su
competitividad profesional en una sociedad en que, por deficiencias del Estado
del Bienestar, trabajo y familia no son del todo compatibles, las limitan
retrasando o bien suprimiendo la maternidad de lo que deriva a su vez en una
reducción clara del tamaño de los hogares.

En resumen, la evolución social, a pesar de los resultados obtenidos en las encuestas de


opinión, no ha desembocado aún en una sociedad realmente modernizada. Hay un
predominio claro de la familia nuclear simple, los niveles de cohabitación son aún
bajos, pendiente una reforma legal que regularice cuestiones pendientes relativas a
las uniones de hecho homosexuales y heterosexuales; el mercado laboral diferencia
entre hombres y mujeres, tanto a efectos de lograr un empleo de responsabilidad como
salarialmente lo que, unido a la insuficiencia del desarrollo del Estado del Bienestar,
privilegia que el varón sea el proveedor de recursos y la mujer la encargada de las tareas
domésticas y el cuidado de la familia: los comportamientos dentro de la esfera privada
de la familia (no tanto los sexuales donde el cambio parece más visible) siguen
reproduciendo en cierta medida roles tradicionales.

Ello se traduce no tanto en una división estricta exterior/interior, sí en una división


determinada de las tareas domésticas que asigna a la mujer la mayoría de las labores
cotidianas y de atención a ancianos, niños y enfermos, reservando al hombre la
adquisición de bienes duraderos de elevado precio (como proveedor que es) y el
mantenimiento del coche (como conductor principal del hogar, también) y, aunque no
aparezca en el anexo, la realización de las llamadas “chapuzas” domésticas. Esta
división se constata inclusive en las familias jóvenes, transmitida a través de la
educación diferenciada de los hijos según su sexo.

6
4. Datos, tablas, estadísticas

La demografía de España contiene las bases del estudio sobre la población española en
distintos campos, como puede ser la cuantificación demográfica y la cualitativa, es decir
las cualidades en su estado laboral, su renta, su edad, etc. España tiene una población de
46.157.822 habitantes al 1 de enero de 2008, según el Instituto Nacional de Estadística
(INE). Se trata del quinto país más poblado de la Unión Europea; sin embargo, su
densidad de población (91,4 hab/km² según INE 2008) es menor que la de la mayoría de
otros países de Europa Occidental.

Población por edad

Distribución por
edad de la población
española (1900)1
Grupo de
%
edad
0 a 14 años 33,52%
15 a 29 años 24,36%
30 a 44 años 19,24%
45 a 59 años 13,94%
60 a 74 años 7,51%
75 años y más 1,42%
Distribución por
edad de la población
española (2007)2
Grupo de
%
edad
0 a 14 años 14,34%
15 a 29 años 19,74%
30 a 44 años 25,30%
45 a 59 años 18,92%
60 a 74 años 13,53%
75 años y más 8,18%

La edad media de la población residente en España en el año 2006 era de 40,2 años:
38,9 años para los varones y 41,6 años para las mujeres.2 El 14,3% de la población tenía
menos de 15 años, el 69,0% tenía entre 15 y 64 años, mientras que el 16,7% de la
población tenía 65 años o más.

Amenazada la sociedad española de un envejecimiento irreversible de la población, la


llegada de inmigrantes desde los años 1990 ha frenado este proceso: la edad media de la
población extranjera residente en España era de 32,8 años en el 2004, frente a 41,0 años
de media de los nacionales.

Las comunidades autónomas que presentaban un mayor porcentaje de población mayor


de 65 años eran, según INE 2006, Castilla y León (22,60%), Asturias (21,96%), Galicia
(21,48%) y Aragón (20,47%). Por otro lado, las regiones donde esta franja de edad tenía
un menor peso eran Melilla y Ceuta, las islas Canarias (12,35%), la Murcia (13,80%),
Baleares (13,84%), Madrid (14,48%) y Andalucía (14,70%).3

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Según la Instituto Nacional de Estadística, en el año 2005 la esperanza de vida en
España estaba situada en los 80,2 años de media: 77,0 para los varones y 83,5 para las
mujeres.4

Población por sexo

Pirámide de población de España en el año 2007.

En total había en el 2007 en España 22.860.775 mujeres (50,58% del total de la


población) y 22.339.962 varones (49,42%).5 El número de mujeres supera al de
hombres en todas las comunidades autónomas excepto en las Islas Baleares, Islas
Canarias, Murcia, Castilla-La Mancha y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.

Los varones son mayoritarios entre la población menor de 49 años, mientras que a partir
de los 50 años las mujeres son más numerosas. Es un fenómeno universal que al
nacimiento es mayor el número de varones que de mujeres, y lo más habitual en todos
los países desarrollados es que las mujeres tengan una menor tasa de mortalidad que los
varones a todas las edades, por lo que a mayor edad menor es el ratio varón/mujer. Sin
embargo, en España hay un repunte de esta proporción entre los 26 y los 36 años,
debido a que ésta es la edad en la que el colectivo inmigrante es más importante, y en
éste el porcentaje de varones supera al de mujeres.

Proporción hombres/mujer en España (2007)

• Al nacimiento: 1,08 hombres/mujer


• Al año de vida: 1,06 hombres/mujer
• A los 15 años: 1,06 hombres/mujer
• A los 30 años: 1,07 hombres/mujer
• A los 45 años: 1,01 hombres/mujer
• A los 65 años: 0,93 hombres/mujer
• A los 80 años: 0,67 hombres/mujer
• Total población: 0,98 hombres/mujer

Natalidad y mortalidad

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Según los datos del INE para el 2006, se tienen los siguientes datos relacionados con la
natalidad en España:6

• Tasa bruta de natalidad: 10,96‰


• Tasa global de fecundidad (nacidos por mil mujeres de 15 a 49 años): 43,0‰
• Número medio de hijos por mujer: 1,38
• Edad media al nacimiento del primer hijo: 29,3 años.
• Edad media a la maternidad: 30,9 años.
• Porcentaje de nacidos de madre no casada: 28,4%.

Datos relacionados con la mortalidad en España para el año 2006:6

• Tasa bruta de mortalidad: 8,43‰


• Tasa de mortalidad infantil: 3,53 por mil nacidos vivos.

Las principales causas de mortalidad en España para el año 2001 fueron:7

• Para varones, los principales grupos de causas de mortalidad fueron los tumores
(origen del 32,50% del total de las defunciones), enfermedades del sistema
circulatorio (29,63%), enfermedades del sistema respiratorio (11,85%), causas
externas (5,91%) y enfermedades del sistema digestivo (5,34%).
• Para varones, las causas concretas de mortalidad que provocaron un mayor
número de defunciones fueron la isquemia cardiaca (11,56%), el cáncer de
pulmón (8,63%), enfermedades cerebro-vasculares (7,91%) y la enfermedad
pulmonar obstructiva crónica (5,99%).
• Para mujeres, los principales grupos de causas de mortalidad fueron las
enfermedades del sistema circulatorio (39,86%), los tumores (21,47%),
enfermedades del sistema respiratorio (8,79%) y enfermedades del sistema
digestivo (4,87%).
• Para mujeres, las causas concretas de mortalidad que provocaron un mayor
número de defunciones fueron las enfermedades cerebro-vasculares (12,68%), la
isquemia cardiaca (9,70%), la insuficiencia cardíaca (7,36%) y otras
enfermedades del corazón (5,05%).

El crecimiento vegetativo de la población española en el 2006 fue del 2,53‰.6

Distribución de la población

Comunidades autónomas
Pob. %
(2008) (2008)
Andalucía 8.202.220 17,77%
Cataluña 7.364.078 15,95%
Comunidad
6.271.638 13,59%
de Madrid
Comunidad
5.029.601 10,90%
Valenciana
Galicia 2.784.169 6,03%
Castilla y
2.557.330 5,54%
León

9
País Vasco 2.157.112 4,67%
Canarias 2.075.968 4,50%
Castilla-La
2.043.100 4,43%
Mancha
Región de
1.426.109 3,09%
Murcia
Aragón 1.326.918 2,87%
Extremadura 1.097.744 2,38%
Principado
1.080.138 2,34%
de Asturias
Islas
1.072.844 2,32%
Baleares
Comunidad
Foral de 620.377 1,34%
Navarra
Cantabria 582.138 1,26%
La Rioja 317.501 0,69%
Ciudades autónomas
Ceuta 77.389 0,17%
Melilla 71.448 0,15%

La densidad de población de España, de 91,4 hab/km² en el 2008, es menor que la de la


mayoría de otros países de Europa Occidental y su distribución a lo largo del territorio
es muy irregular.

Así, la población española se concentra predominantemente en dos zonas:

• Costa y zonas cercanas: las zonas de costa y los valles próximos son las más
densamente pobladas y donde se encuentran los principales núcleos de
población y sus áreas metropolitanas (exceptuando a Madrid), por ejemplo
Barcelona que extiende su área de influencia por toda la costa catalana,
Valencia, Alicante-Elche-Murcia, Sevilla-Cádiz-Málaga-Granada, Bilbao-
Guipúzcoa-Santander, Asturias, La Coruña-Vigo, Palma de Mallorca, etc.

• Madrid: es una zona muy poblada, la ciudad principal es la mayor de España y


su área metropolitana es la cuarta mayor de la Unión Europea (sólo superada por
París, Londres y la región del Ruhr), en la cual se encuentran ciudades como
Móstoles, Alcalá de Henares, Fuenlabrada, Alcorcón, Leganés, Getafe, etc., que
superan los 100.000 habitantes. Esta zona es tan poblada gracias a que Madrid es
la capital de España y su influencia se extiende ya por las provincias de Toledo y
Guadalajara formando una amplia región metropolitana.

Sin embargo, todo el interior sufre problemas de despoblación; en esta parte del
territorio, solamente se pueden destacar Zaragoza y Valladolid.

Diez principales provincias por población

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Absoluta Relativa (densidad) (en hab./km²)

1. Madrid
1. Madrid • 6.271.638 • 784,45
2. Barcelona
2. Barcelona • 5.416.447 • 700,43
3. Vizcaya
3. Valencia • 2.543.209 • 517.10
4. Guipúzcoa
4. Alicante • 1.891.477 • 351,05
5. Alicante
5. Sevilla • 1.875.462 • 325,19
6. Santa Cruz
6. Málaga • 1.563.261 • 313,57
de Tenerife
7. Murcia • 1.426.109 • 261,03
7. Las Palmas
8. Cádiz • 1.220.467 • 236,29
8. Valencia
9. Vizcaya • 1.146.421 • 214,86
9. Málaga
10. La Coruña • 1.139.121 • 213,97
10. Baleares

Las siete provincias más pobladas concentran al 45,47% de la población española,


mientras que en las quince con menor número de habitantes (sin contar a Ceuta y
Melilla) sólo vive el 7,95% del total. Ninguna de las veintidós provincias menos
pobladas tiene costa, mientras que, salvo Madrid y Zaragoza las quince provincias más
pobladas tienen todas acceso al mar.

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