Augusto Roa Bastos publicó Yo el Supremo en 1974, a través de la
filial argentina de la editorial Siglo XXI. Habiéndose exiliado del Paraguay en
195…, Argentina se convirtió en su lugar de residencia por más de X años y donde continuó su oficio de escritor, si bien hubo de recurrir a otras formas de ganarse la vida. En ese país fue premiada y publicada su primera novela, Hijo del hombre, en 196…, antecesora de Yo el Supremo, con la que comparte la utilización de hechos históricos como material literario. El tema histórico de Yo el Supremo es la vida de Gaspar Francia, dictador de Paraguay entre los año 18… y 18… Su controvertida figura ha sido objeto de numerosos textos, desde el ejercicio de su gobierno hasta el presente: cartas, memorias y otros escritos (de parte de sus opositores, como Fray Bel Asco, el general Sucre, etc.), testimonios de viajeros (como los hermanos Robertson o los médicos Rengger y Longchamps), análisis de tinte sociológico (T. Carlyle) y psicológico (Ramos Mejía), investigaciones históricas (Julio César Chaves), etc. Este es el corpus al que acude Roa Bastos para la conformación de su novela. En la “Nota del compilador” que cierra el libro, el autor consigna que: “al revés de los textos usuales, ésta ha sido leído primero y escrito después. En lugar… por otros” Contra lo que pudiera pensarse, en la novela, el corpus textual antedicho no se agota en una función de “fuentes”, de reservorio de datos que están a la espera de ser novelados. En Yo el Supremo los textos sobre el Doctor Francia aparecen transcritos, glosados, rebatidos; formando parte del cuerpo textual, a veces de manera marcada (mediante el uso de la cursiva, de un tamaño menor y con una disposición en dos columnas), otras veces invisible a un simple vistazo de la página; ocupando el espacio de la nota al pie, en ocasiones con alteraciones en su configuración tradicional. Esta disposición espacial de los textos marca, en principio, una complejidad mayor a la habitual: si de una biografía u obra histórica se tratase, el uso de las citas no es el adecuado; si de una novela, la exhibición de fuentes y el agregado de notas al pie quiebran la uniformidad esperada. Considero al trabajo con los textos-fuente, uno de los aspectos más salientes de la estructura formal de Yo el Supremo. La somera anotación precedente no hace justicia a rasgos que merecerían una atención mayor. Aun así, partiré de esas observaciones a fin de abordar el tema de la relación entre cultura americana y cultura europea.
Roland Barthes, en S/Z, sostenía que un personaje es una construcción
lingüística, formada en base a la atribución más o menos constante de acciones, cualidades, frases, etc., a un sintagma nominal. Tal observación puede ser de gran ayuda al leer Yo el Supremo, dada la confusa sucesión de frases, alternancia de voces, cambios de registro, etc., que presenta. La ausencia de marcadores habituales, como las rayas de diálogo, dificultan la atribución a identidades definidas. En ocasiones, el texto parece remedar el fluir de la conciencia, de una conciencia que recuerda, recrea o crea su objeto, que se disfraza tras las voces de otros, que modela a su gusto la realidad. Esta conciencia conformaría el personaje del Supremo, del dictador Gaspar Francia. Tanto si se es consecuente con la idea del personaje-conciencia que moldea los discursos de otros personajes –es decir, que fragua situaciones en las que habla por sus interlocutores, manipulando sus intervenciones de manera tal que prevalezca su palabra de dictador-, como si se aboga por una concepción de personaje más tradicional –en la que tanto el personaje de Gaspar Francia como el resto de los personajes-interlocutores pueden ser perfectamente delimitados, pueden serles “adjudicados” pasajes del texto-, es posible establecer “constelaciones” de figuras. Un grupo podría consistir en los secretarios-escribientes del dictador (Policarpo Patiño, etc.), otro en los parientes del dictador (doña Petrona Regalada, el padre, la madre, etc.), en los sirvientes (el aya, las criadas Santa y Juana, el negro Pilar, etc.)… Buena parte de los personajes de la novela podrían ser agrupados bajo el rótulo de “extranjeros”: aquí entrarían Belgrano, Correia da Camara, John Robertson, Echevarría, etc. Tal cúmulo podría ser subdividido en los extranjeros- americanos (con fuerte presencia de argentinos y portugueses-brasileros), y en extranjeros-europeos. Este último sub-grupo es el que me interesa analizar en este trabajo. [como Dictador encontraría trabas a su discurso en el uso de las fuentes]