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La Inquisición Española es una institución fundada en 1478 bajo el mando de los Reyes
Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, previa autorización del Papa Sixto IV,
para conseguir que en toda la extensión de su territorio se cumplieran los dogmas católicos. No
fue invención de los reyes de Castilla y Aragón, porque desde el siglo XIII ya existía la
Inquisición Pontificia para Europa controlada por el Papa; aquella, cuenta con algunas
diferencias, en especial que era totalmente controlada por los Reyes Católicos quienes se
encargaban de elegir a los inquisidores, que pasaban a ser funcionarios del estado. Aunque no
existía España como Estado, la jurisdicción de la Inquisición se extendía a todos los cristianos
bautizados que vivían en el territorio de los reyes, por lo que su poder político fue muy grande.
Su función consistía en perseguir a los herejes porque profesaban otra religión en lugar del
cristianismo, vigilar a los cristianos nuevos y mantener la ortodoxia católica en sus reinos. Fue
suprimida en 1834, durante el reinado de Isabel II.
Ampliación de la definición:
Funcionamiento:
• Acusación: cuando la Inquisición llegaba a una ciudad, el primer paso era el edicto de
gracia para que cada uno por propia voluntad confesara sus pecados para evitar un
castigo duro. Más tarde se suprimió este edicto para imponer el edicto de fe, donde se
suprimía la posibilidad de confesar la herejía. Las acusaciones eran anónimas y el
acusado no podía saber quién era aquel que lo había señalado. Eran frecuentes las
acusaciones falsas por rencor. La Inquisición fomentaba la desconfianza entre vecinos.
• Detención: después de la denuncia, el caso debía ser examinado por los calificadores
y, en caso de que existiera herejía, se procedía a la detención del preso. Sin embargo,
eran frecuentes las detenciones preventivas que podían durar hasta varios años.
Durante ese tiempo el reo permanecía aislado de la sociedad y en algunos casos
llegaba a morir en los calabozos.
• Proceso: se componía de una serie de audiencias, donde declaraban todas las dos
partes, denunciante y acusado. Se le asignaba un abogado defensor, que era un
miembro del tribunal, cuya función principal era animarlo a decir la verdad. La
acusación era dirigida por el procurador fiscal y todo se realizaba en presencia del
notario del secreto que anotaba todo. El reo tenía dos posibilidades: conseguir testigos
fiables para probar su inocencia o demostrar la falsedad de los acusadores. La
Inquisición utilizó la tortura, en principio para judíos y protestantes. Era un método para
conseguir la verdad y no existían distinciones ni de sexo ni edad. Una vez finalizado el
proceso, los inquisidores se reunían con un representante del obispo y con los
consultores, en lo que se llamaba consulta de fe. Se votaba el caso, y se emitía la
sentencia que, en teoría, debía ser unánime; en caso contrario se llevaba a la
Suprema.
Procesos célebres:
- El niño de la Guardia, se imputó a un judío el sacrificio de un niño para arrancarle el corazón y
conjurar así los males de la Inquisición.
- Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana fue acusado ante la Inquisición y
luego absuelto.
- Fray Luis de León, por su traducción del cantar de los cantares fue procesado y puesto en
prisión. Absuelto al cabo de cinco años acuñó al volver a su cátedra la frase: "decíamos
ayer…".
- Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz también sufrieron procesos.
Contexto:
A mediados del siglo XV encontramos en la península Ibérica varias clases sociales: la
nobleza, que ostenta el poder, maneja las armas y es dueña de las tierras; el clero, que está
agrupado en conventos de diferentes órdenes, como los Dominicos y los Franciscanos, y
predicaba la vida dedicada a la oración, a la vez que domina el saber y los libros; el pueblo,
que depende de los señores feudales y está formado en su mayoría por agricultores. También
encontramos grupos religiosos diferentes a los crisitanos, judíos y musulmanes. Los
musulmanes son el pueblo vencido que retrocede a medida que los cristianos conquistan el
territorio hasta concentrarse finalmente en el Reino de Granada, aunque una parte se queda en
zonas cristianas (mudéjares). Los judíos, que habitaban la Península desde la Diáspora, son
habitantes urbanos, que ejercen toda clase de oficios, hasta los más elevados, como
consejeros de los reyes. Son letrados y conocen la contabilidad y la numeración decimal.
Durante la Edad Media, se había producido una coexistencia relativamente pacífica entre
cristianos, judíos y musulmanes en los reinos peninsulares. Había una larga tradición de
servicio a la Corona de Aragón por parte de los judíos, por ejemplo. Estos judíos ocupaban
muchos puestos de importancia, tanto religiosos como políticos. No obstante, a finales del siglo
XIV se produjo en algunos lugares de España una ola de antisemitismo, alentada por la
predicación de los dominicos. Fueron especialmente cruentos los pogroms (revueltas
antisemitas) de junio de 1391: en Sevilla, Córdoba, Valencia y Barcelona, las víctimas fueron
muy elevadas. Sin embargo no fueron los únicos, y volvieron a producirse con relativa
frecuencia entre los años 1400 y 1420.
Además, muchos cristianos viejos tenían deudas con los judíos, que se dedicaban en gran
parte a dar préstamos. Los cristianos viejos habrían visto en las revueltas y los ataques una
forma de librarse de ellas.
Otra causa de la creación de la Inquisición Española fue el temor de los reyes a una rebelión de
los musulmanes españoles que pudiese permitir el desembarco de los turcos en la península y
en los territorios aragoneses del Mediterráneo. Inicialmente, a los musulmanes se les permitió
conservar su religión, sus costumbres y su lengua, pero en 1502 el cardenal Cisneros impulso
los bautismos obligatorios y los mudéjares debieron elegir entre convertirse al Cristianismo
(cristianos nuevos de moro o moriscos) o ser expulsados. Y a partir de 1518 se les prohibió
usar su lengua y sus hábitos culturales. En 1525 se obliga a convertirse a los mudéjares
aragoneses.
En la Edad Moderna la Inquisición fue a menudo utilizada como un arma política por los reyes,
de modo que los inquisidores no solo juzgaban los delitos relacionados con la religión, sino
también aquellos que perjudicasen los intereses de los reyes, como el contrabando de armas y
caballos, o cuestiones políticas donde los fueros locales impedían la acción real (caso de
Antonio Pérez, por ejemplo).