2 | 
diariodepontevedra|domingo, 27 de septiembre de 2009
Pontevedra
Alexandre Bóveda descansa
▶ Los restos del mártir del nacionalismo gallego fueron recuperados en 2001 de la cripta de su
familia política para ser enterrados en la misma caja que su mujer, Amalia Álvarez Gallego
▶ Un amigo de la infancia de Bóveda integró el pelotón de fusilamiento bajo la amenaza de ser
fusilado él también. «Apúntelle ao corazón, para que non sufra», le pidió el escritor Xosé Sesto
manuel jabois
☝ mjabois@diariodepontevedra.es
PONTEVEDRA. Las fotos que se
conservan de Alexandre Bóveda y
Amalia Álvarez los muestran cami-
no al fútbol en Pontevedra, apoya-
dos en la fuente de los jardines de
la Praza de Ourense, sentados en lo
alto de un banco de la Alameda de
A Coruña y paseando en barco por
la ría de Pontevedra.
Son imágenes tomadas meses
antes de que Alexandre Bóveda
fuese fusilado al alba en A Caeira
de espaldas a un pino por un pe-
lotón en el que estaba un amigo
de la infancia suyo, que apuntó
directamente al corazón. Son las
fotografías anteriores a la con-
versión de Alexandre Bóveda en
la llama ardiente del nacionalis-
mo gallego, mártir de la patria,
su intelectual primero, figura
central del Estatuto del 36, motor
del Partido Galeguista e ideólogo
de la primera banca pública ga-
llega. Son esos momentos, los de
Bóveda y Amalia yendo al fútbol,
los previos al grotesco juicio cala-
do de mentiras que lo llevaron a
Una noche después del
Golpe Amalia despertó
llorando: «Acabo de soñar
que pasabas vestido de
soldado e morrías dun tiro»
Sesto ordenó al amigo de
Bóveda: «Ese valor que
vexo en vostede póñao
ao servizo do seu pulso e
apúntelle ben ao corazón»
la muerte; los previos a que, en
contra de su último deseo, se le
negase ya cadáver la bandera ga-
llega junto a él, y fuese su íntimo
Pepe Sesto el que bajase a la carre-
ra del cementerio de San Mauro
para buscar una diminuta y po-
nérsela en el pecho; los previos a
que Castelao dijese que al recorrer
los camposantos gallegos «a miña
imaxinación viu unha fogueira
en cada cemiterio, como outros
tantos clamores de xustiza. Pero
no de Pontevedra viu unha laba-
rada que chegaba até o ceo. Era
o lume do espírito de Bóveda que
non figura na Santa Compaña dos
inmortais, porque non perteñece
á Historia senón á Tradición, en
arume de lenda».
Antes de todo eso el ourensano
Alexandre Bóveda había aprobado
las oposiciones de jefe de Contabi-
lidad de Hacienda a los 23 años y
en Pontevedra, su destino, cantó
en la Coral Polifónica y fue enamo-
rándose de Amalia Álvarez Gallego,
una chica del coro. Se casaron el 20
de octubre de 1930 en el monaste-
rio de Poio. «Alexandro semella un
Su declaración conmovió
hasta a los enemigos: «Mi
patria natural es Galicia. La
amo fervorsamente. Jamás
la traicionaría (...)»
El deseo de Amalia fue que
los restos de Alexandre
estuviesen con ella. Fueron
identificados por el agujero
de bala del tiro de gracia
neno cheo de ledicia. Leva unha
pequena flor branca na solapa e
xoga nervoso cos guantes brancos
tamén», escribió Xosé María Álva-
rez Blázquez, primo de la novia e
intelectual al que se consagró en
2008 el Día das Letras Galegas.
Bóveda había encontrado en
Pontevedra en su cuñado Xerardo
Álvarez Gallego, Castelao, Losada
Diéguez, Iglesias Vilarelle, Paz An-
drade o Filgueira Valverde un uni-
verso propicio en el que desarrollar
su ideario y hacer del PG «un parti-
do con militantes, con base social
real, algo serio e non un conxunto
de intelectuais afeccionados á po-
lítica» en palabras de Xavier Cam-
pos, estudioso del nacionalismo.
Fijó su casa en Andurique, Poio,
al otro lado del puente de A Barca,
y en seis años tuvo cinco hijos con
su mujer. Fue tenor y solista de la
Polifónica, un excepcional cantor
de un grupo en el que estaba, entre
los barítonos, el médico Víctor Lis
Quibén, enemigo de Bóveda que
en 1936 lideró la Guardia Cívica
de la que se dice que mató a dece-
nas de leales a la República entre
Sanxenxo, Poio y Pontevedra.
golpe de estado. Cuando se pro-
dujo el golpe de Estado del 18 de ju-
lio, Alexandre Bóveda, con Aman-
cio Caamaño, Germán Adrio, Paulo
Novás, Víctor Casas, José Adrio
Barreiro (fusilados junto a más
compañeros el 12 de noviembre)
y Amando Guiance Pampín, entre
otros, formaron un grupo de co-
laboración con el gobernador civil
para defender a la República. De
ahí procede la acusación principal
en la pantomima que fue su juicio.
De su capacidad de organización y
trabajo aquellos días para impedir
☝ local@diariodepontevedra.com
Libros
Para saber
de Bóveda
Bóveda ha sido objeto de
investigación de numerosos es-
tudiosos de su figura. La última
aportación es de David Otero
con el libro ‘Alexandre Bóveda.
Na demanda de restauración’
de Laiovento, utilizado para
este reportaje junto al trabajo
‘Alexandre Bóveda’ de Fran-
cisco Carballo publicado por
A Nosa Terra; el ‘Vida, Paixón
e Morte’ de Alexandre Bóveda
de Xerardo Álvarez Gallego
publicado por Edicións Nós
en Buenos Aires durante el
franquismo y los testimonios
de Xosé Luis Bóveda, Amalia
Bóveda y Valentín García
Bóveda.
situaciones ilegales y disponer de
manera pacífica lo necesario para
que la asonada militar finalizase
cuanto antes, hubo quien concluyó
que fue él el que firmó las órdenes
en el Gobierno Civil y, más allá,
que hizo lo imposible por armar a
la gente contra los sublevados.
Una de esas noches, entre el
18 y el 20 de julio, Amalia Álvarez
se despertó llorando. «Choliñas,
Choliñas, que che pasa?», le pre-
guntó Bóveda, que siempre se re-
fería así a su mujer. «E que acabo
de soñar que pasabas por diante da
casa vestido de soldado e que caías
morto dun tiro». «Eu tiña medo»,
dijo Amalia muchos años después
en A Nosa Terra, «Dicíalle que non
viñera para casa só e a pé, porque
podía haber alguén que lle dispa-
rara, pero el dicía: ‘Quen me vai
querer matar a min?».
El día 20 Alexandre Bóveda no
volvió a casa solo porque no llegó
a cruzar el puente de A Barca: el
mando militar, que lo había dete-
nido sin explicarle realmente que
lo estaba al salir del Pazo provin-
cial a las 19.40 horas, le aconsejó
no pasar por allí por temor a los
tiroteos que pudiese haber. Falsa
precaución; lo querían cerca. Dur-
mió en casa de sus suegros, Álvarez
Limeses, en la Oliva. Allí le aconse-
jaron huir. «Por que?», preguntó.
Su cuñada Lolita Álvarez Gallego,
que cumplió 100 años el pasado
mes de julio en Pontevedra, habló
con él hasta tarde. Fue su última
noche en libertad.
En un juicio conjunto, a Alexan-
dre Bóveda lo condenaron a muer-
te y a Amando Guiance Pampín a
una cadena perpetua que se quedó
en 20 años. La declaración final de
Bóveda, en obligado castellano,
es ya parte de la Historia de este
país: «Mi patria natural es Gali-
cia. La amo fervorosamente. Ja-
más la traicionaría, aunque se me
concediesen siglos para vivir. La
adoro hasta más allá de mi muer-
te. Si el tribunal entiende que por
este amor entrañable debe serme
aplicada la pena capital, la reci-
biré como un sacrificio más por
ella, y bajo su bandera deseo ser
enterrado (...)».
Bóveda se negó a firmar un re-
curso que le extendió su cuñado,
Xerardo Álvarez Gallego, creyendo
que así podría salvar a su familia
(el tío de su mujer, el médico Darío
Álvarez Limeses y su concuñado,
Ramón García Núñez; los dos con-
denados a muerte). El 16 de agosto
se decidió que la ejecución fuese a
las 5.30 horas de la mañana del 17
«en las inmediaciones de la carre-
tera número 1 de Campañó» y esa
tarde recibió la visita de su mujer,
embarazada de cinco meses, y sus