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Desde lo alto de Santa Luca, junto a un castillo resignado, recordando episodios de horizontes inventados.

Como mirbamos Santiago, bajo ese cielo azulado, nadie ms exista en nuestro espacio clamado. T eras mi reina y yo tu prncipe, el arte de nuestro lado, no haba espacio a la duda en aquel otoo aflorado. Un anfiteatro ideal y escenarios variados; Tu mundo, mi mundo o nuestro mundo anhelado? Cmo inundamos tan pronto aquel sueo revelado? Un infaltable chocolate, siempre bien ponderado, acariciando nuestros labios aquel sabor apasionado. Es difcil creer que ahora sean abrazos salados. Ya no ests a mi lado, observo el vaco y desde luego me declaro un nufrago enamorado. La difuminacin de este ensueo a pasos agigantados. Un atardecer rojizo anuncia un cielo estrellado, y ya comienzo a bosquejar aquel rostro encantado. Las primeras estrellas, tus lunares amados, no hay segundo que viva sin apego al pasado.

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