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### NADIE ES PERFECTO ###

“Previamente en Capítulos Anteriores”

- Catalina conversa con Vicente. Se siente segura para terminar con todo de
una buena vez.
- La relación entre Pablo y Catalina, llega a su fin, y no de muy buena forma
.
- Catalina va a visitar a Joaquín. En ese momento, él recibe una incómoda l
lamada. A los minutos golpean la puerta, después de titubear, Joaquín abre
encontrándose con Pablo. Catalina observa la situación sin poder creerlo.

Disco Kamikaze. Pta. Arenas


Sábado/ Octubre/ 2002/ 02:58 AM

Catalina, con el pelo liso y con un rostro mucho más calmado se arregla fre
nte al espejo del baño. De fondo se siente el zumbido de la música en cada
pared.
Pablo, mientras tanto, espera tranquilo cerca de los baños, pero muy cerca
de la pista. En ese momento una muchacha, desde la pista, comienza a mirarl
o, regalándole un sin fin de movimientos sensuales. El muchacho, sin perder
oportunidad, le sonríe coquetamente llevando sus manos a los bolsillos de
su pantalón. Se nota en la mirada el deseo que tiene para con esa muchacha,
la cual poco a poco comienza a dirigir sus pasos hacia él. Pablo, sin evit
arla, le hace un gesto coqueto. Él se siente el hombre más hermoso del mund
o, aparte de seguro y confiado de sí mismo. Se notaba a mil, que era un muc
hacho egocéntrico.

_ Hola – le dice la muchacha rubia, sin dejar de ser sensual con sus palabras.

_ Hola – contesta Pablo, el cual dirige la mirada al gran escote que tenía ella
.
_ ¿Quieres bailar?
_ Me encantaría pero...
_ Si quieres... después podemos hacer otra cosa. ¿Te parece? – dice ella, dir
igiendo sus manos, lentamente, a la camisa de él.

Catalina sale del baño, busca con la mirada a su pololo y lo encuentra. Cl


aramente puede ver como aquella muchacha rubia le toca el abdomen a Pablo,
el cual no parece quejarse. Los pasos de Catalina se aceleran y su rostro
calmado sufre un cambio.
_ ¿¡Qué mierda estay haciendo!? – dice ella apartando a la muchacha de su p
ololo.
_ ¿Quién eres tú? – consulta la rubia, con un toque de rabia, ya que la mano
de Catalina le había quedado latiendo en el brazo.
_ ¡¡Soy la polola!!
_ Pero... Él me dijo que andaba con una amiga – contesta ella, sorprendida.
_ ¿Ah sí? – voltea a mirar a Pablo, el cual no sabe donde esconderse – ¿U
na amiga? Mira tú. ¡¡Mírame!! ¡¡No seas cobarde!! – El muchacho la mira –
¿¡Cómo puedes ser tan mierda!? Cuéntame... ¿Como lo haces para no sentir
vergüenza? – Las palabras de Catalina son irónicas.
_ Permiso – dice la muchacha rubia, la cual al ver a Catalina enojada decide
irse de ahí.
_ ¡¡Contéstame pues!!
_ Catalina... Eso es mentira... ¿Cómo le voy a decir que ando con una amiga,
si sé que no es así?
_ ¡Tu crees que soy weona! ¡Por favor Pablo! Tengo 20 años, pero no soy es
túpida – dice una enfurecida Catalina - ¡¡Más encima te estaba tocando!! N
o sabes las ganas que tengo de pegarte un combo.
_ Hazlo. Si así te sientes mejor, hazlo – dice él, haciéndose la víctima.
_ ¡¡Ay pobrecito Pablo!! – dice irónica – ¡¡El nunca hizo nada!!
_ ¿Y que vas a hacer?
_ ¿Qué voy a hacer?
_ Si poh... ¿Qué vai a hacer?
_ Voy a terminar contigo... No tendría que ni haberte conocido...
_ ¡¡Pero Cata!! No seas tan extremista – Pablo le toma las manos. Catalina
las esquiva rápidamente.
_ ¿¿Extremista?? Claro... Soy extremista... ¿Sabes qué? Anda buscar a esa r
ubia teñida y los dos pueden irse a la mierda tranquilamente, yo no me voy
a meter – dice Catalina, dejándolo solo y guiando sus pasos hacia la salida
. Pablo queda mirando sin hacer nada, ni siquiera atina a ir a buscarla, si
mplemente deja que se vaya.

Catalina pasa a buscar su chaqueta a guardarropía y sale del lugar. Sentía


rabia y a la vez tristeza, recién llevaba dos meses con Pablo y ya habían c
omenzado las peleas. Iba con el paso rápido y pensando en todo, cuando brus
camente choca con un muchacho. Ella le da una mirada fugaz.

_ ¡Disculpa! – dice ella, retomando su camino.


_ No hay problema – dice Joaquín, mientras la observa.

La noche estaba tranquila en Punta Arenas, no había viento ni tampoco frío


. Varios eran los autos que se veían. El centro, como de costumbre, renací
a como buen fin de semana.

Poco a poco los autos comienzan a verse veloces, dejando simplemente destell
os en las calles. La gente sólo deja una especie de estela al caminar por la
s veredas... Todo parece avanzar, de la noche rápidamente al día, de la fres
cura rápidamente a la humedad, del calor al frío, de un buen día a un día nu
blado y con lluvia... El tiempo avanza... situándonos, nuevamente en Villa E
l Bosque, específicamente en la casa de los tíos de Joaquín.

Cap. 01 x 08
“Volver Atrás”

Casa de los tíos de Joaquín. Villa El Bosque. Pta Arenas.


Sábado/ Abril/ 2004 / 20:34 PM

Catalina parece reaccionar de repente. Sus recuerdos la habían inundado po


r unos segundos. Pablo, rápidamente suelta a Joaquín y se acerca a la much
acha.

_ ¡No te me acerques! – dice ella, dando unos pasos hacia atrás.


_ Catalina, déjame explicarte... – dice Pablo, en un tono calmado.
_ No hay nada que explicar... Está todo muy claro – dice la muchacha, miran
do fijamente a Joaquín, como tratando de pedirle a él, una explicación. El
muchacho se acerca a ella, y la toma suavemente por los brazos, Pablo obser
va envidioso.
_ Discúlpame Catalina – dice Joaquín, con una voz nerviosa y entrecortada.
_ ¡Suéltame! – dice ella, zafándose de él – Ustedes son una mierda. ¡Eso es
lo que son!... No sé cual de los dos es peor que el otro... ¿Cómo pude ser t
an estúpida?
_ Catali...
_ ¡¡Cállate!! – grita ella, interrumpiendo a Joaquín – Trata de no ir nunca m
ás al taller, no quiero dejarte en vergüenza, sacándote a patadas de ahí. Así
es que por favor, mantén tu distancia... – le dice fríamente a Joaquín, para
luego mirar duramente a Pablo – ¿y tú? ¿Para qué hablar? El niñito sufrido..
. El niñito que lo dejó la polola... ¡¡Cuantas veces te mandé a la cresta!! ¡
Tendría que haber sido aquella vez en la disco y nada más! Pero no... Yo estú
pida te escuchaba y te hacía caso en todas tus promesas... Menos mal me logré
dar cuenta...
_ Es obvio que te vas a arrepentir de haberme dejado – dice Pablo, con tono
serio.
_ ¡Claro! ¡Obvio! No sabes lo arrepentida que estoy... No creo que pueda viv
ir sin ti... Eres tan indispensable en mi vida que lo más probable es que me
muera de pena – dice irónica – ¡¡No seas estúpido!!

Catalina los mira, con una especie de asco y se va de la casa. Joaquín da uno
s pasos para seguir tras ella, pero Pablo lo toma, fuertemente, del brazo.

_ ¡Tú no vas a ningún lado weón! ¡Tenemos que conversar! – dice Pablo, en
trelazando miradas duras con Joaquín.

Disco Kamikaze. Pta. Arenas


Sábado / Octubre / 2002 / 03:29 AM

En la barra, Pablo ya llevaba varios vasos frente a él. El barman, lo obser


vaba despectivamente, ya que su estado cada vez empeoraba. Al rato, Pablo p
arece ver a alguien conocido. Trata de abrir sus ojos un poco más y analiza
r más a la persona que se acababa de sentar a su costado derecho. Torpement
e le pone una mano en el hombro y lo trata de acercar hacia él.

_ Yo te conozco weón – dice Pablo, casi balbuceando. El otro muchacho lo


observa por unos segundos.
_ Yo igual te casho.
_ ¿Tú eris Joaquín Tapia?
_ ¿y tú el Pablo Pons?
_ Síii ¡¡¡Compaaadre!!! – celebra Pablo, dándole un abrazo – ¿Qué wea est
ay haciendo en Punta Arenas?
_ Vine a por unas semanas – dice Joaquín, el cual recién pediría su primer tr
ago.
_ ¿Pero que onda tenís familia acá?
_ Si poh. Tengo a unos tíos.
_ ¿Y que te pareció Punta Arenas? – pregunta Pablo, tomando un gran sorbo
de su nuevo trago.
_ Me gustó harto. Es como bien calmado, pero igual buena onda... Quizás c
omience a venir más seguido a Punta Arenas.
_ ¡Aquí las minas se mantienen mejor! – dice Pablo, dando una vista previa a
la pista, llenando sus ojos con escotes y traseros.
_ ¡Sigues igual que siempre weón!
_ ¡Obvio! – se ríe Pablo.

Costanera. Lado Norte. Pta. Arenas.


Sábado/ Abril/ 2004/ 21:35 PM

En el aire, se sentían los acordes de Broken (Seether ft. Amy Lee), la poca b
risa parecía danzar con aquella canción, llegando a traspasarse a la arena, p
ara así cubrir con unos cuantos granos los pies de Catalina. El mar estaba tr
anquilo, pero ocasionalmente llevaba olas un tanto bruscas hacia la orilla. E
l cielo estaba estrellado y la luna llena se lograba reflejar en el mar.

El auto de la muchacha, estaba estacionado. Ella, sentada en los últimos peld


años de una escalera, cubría su rostro con sus manos. Por más que trataba de
olvidar la situación, no podía... Sentía rabia, se sentía traicionada... y lo
peor... se sentía como la muchacha más tonta de Punta Arenas.

_ ¡Cómo no me di cuenta! – dice ella, soltando unas lágrimas – ¿Cómo pude se


r tan tonta? Yo que me sentía aliviada por haber terminado con ese estúpido,
y ahora esto... ¿Qué más viene? ¿Qué otras cosas tendré que enfrentar más a
delante? Ya no sé si tendré la misma fuerza de antes... Esto es demasiado –
Se limpia sus lágrimas y dirige su vista hacia el cielo, como tratando de en
contrar alguna respuesta, en la cantidad de estrellas que veía. Al segundo s
u celular comienza a sonar, lo saca de su chaqueta, viendo en el visualizado
r... “Bichito llamando”. Contesta rápidamente - ¿Aló? – Trata de disimular s
u voz triste – No nada... En serio... No, no estoy en mi casa. Estoy en la c
ostanera... En serio estoy bien... Créeme... No. No vengas... Bicho... ¿Aló?

Casa de Vicente. Villa Friburgo. Pta. Arenas


21:49 PM

Vicente toma rápidamente su chaqueta. Va a la cocina y se despide de sus pa


dres.

_ ¿Para dónde vas? – pregunta la madre, sorprendida por la prisa de su hijo.


_ ¡Voy donde la Cata! – contesta apurado.
_ ¿A dónde van ir? – consulta la madre, haciendo que Vicente se devuelva.
_ ¡¡A ninguna parte mamá!! – dice aburrido, para luego abrir la puerta y salir
de la casa.
_ Este Vicente está saliendo mucho – opina el padre, con el ceño fruncido.
_ Mmm. No sé que le está pasando. Antes no era así.
_ Desde que viene ese chico rubio a la casa, está así... No me tinca para na
da ese chico. ¿Haz notado que siempre, cuando trato de hablarle, esconde la
mirada?
_ Sí. Si me he dado cuenta... A mí tampoco me tiene muy tranquila la amis
tad que tiene con ese muchacho. Pero tampoco podemos decirle que no lo ve
a más.
_ ¿Por qué no? ¡Somos sus padres! – contesta don Gastón, impulsivamente.
_ Estás bien que seamos sus padres, pero Vicente ya no tiene 12 años como p
ara estarlo cuidando tanto.
_ ¡Marta por favor! Tú misma le haz dicho a Vicente que te tendrá que hace
r caso hasta que tenga como 40 años – ríe don Gastón.
_ Si. Así tiene que ser... pero... No le va a gustar que le prohibamos las visit
as de ese chico...
_ Mmm. Tendremos que hablar con él – propone, seriamente, don Gastón.

Casa de los tíos de Joaquín. Villa El Bosque. Pta. Arenas.


21:49 PM

Ambos muchachos estaban sentados en el sillón. El ambiente estaba tenso y


las miradas desafiantes se cruzaban a cada momento.

_ No sé en que estaba pensando cuando te pedí que cuides a la Cata – dice P


ablo, mirándolo fríamente. Sus ganas por golpearlo estaban controladas, per
o a segundos sentía que la paciencia se le acababa.
_ ¡Estarías pensando en otra mina, yo cacho! – se excusa Joaquín – Si, siemp
re haz sido así.
_ No te pases weón. Mira que me levanto y te saco la cresta – dice Pablo am
enazante.
_ Siempre tan cuadrado Pablo – dice, levantándose del sillón y haciendo un
gesto aburrimiento – No vas a cambiar nunca.
_ ¿Y para qué tengo que cambiar? ¿Para agradarte a ti? ¡No wevees por favo
r!
_ No es para que me agrades... Simplemente para que te des cuenta que realm
ente se ve patética tu forma de actuar – dice Joaquín, el cual parecía no t
enerle miedo.
_ ¿Patética? Jaja No me hagas reír por favor. Acá el único patético eres tú.
_ Claro... Yo soy el patético. Seguramente yo te pedí que me cuides a la polo
la – dice Joaquín, con lo que Pablo se levanta del sillón, lo toma del cuello
y pone su puño frente a su rostro.
_ ¡Controla tus palabras weón!
_ ¡¡Pégame pos weón!! ¿No eres tan hombrecito pa’ tus weas? Sabes muy bien
que ya no sacas nada... La Catalina no volverá contigo – dice Joaquín, el
cual al segundo recibe un combo en la boca. Pablo lo bota al suelo, el ot
ro no alcanza a levantarse cuando recibe una patada en el estómago.
_ ¡¡No se te ocurra acercarte a Catalina!! – le grita, mientras no para de dar
le patadas. Joaquín trata de defenderse, pero la fuerza de Pablo se lo impide.
_ ¡¡Ella ya no te quiere weón!! ¡¡Cómo no eres capaz de entender eso!! ¡¡ Ya
no te quiere!! – grita Joaquín, tratando, nuevamente, de levantarse, lográn
dolo esta vez.
_ ¡¡¡Cállate mierda!!! – le pega un nuevo combo en el rostro, pero esta vez r
ecibe uno de vuelta.
_ Eres tan machista weón, que no aceptas que una mujer te haya pateado –
dice Joaquín, dándole otro combo.
_ ¡¡¡Cállate!!!
_ Abre los ojos weón. No todo gira en torno tuyo. Hay más gente alrededor...
– dice Joaquín, con el temblor de sus manos, a causa de la tensión y el ner
viosismo. Pablo, se detiene, lo mira con furia una vez más y se va de la cas
a. Dando, nuevamente, un portazo. El living estaba prácticamente echo un des
astre. Joaquín cierra los ojos y se deja caer en el sillón.

Disco Kamikaze. Pta. Arenas


Sábado/ Octubre/ 2002/ 04:45 AM

Aún en la barra. Pablo ya había perdido la cuenta de los tragos que se hab
ía tomado. Joaquín estaba mucho más repuesto a su lado. Seguían conversand
o acerca de esos años, en los cuales no se habían visto. Ellos se habían c
onocido en Santiago, habían asistido al mismo colegio, y habían sido los m
ejores amigos durante toda la enseñanza básica y parte de la media, luego
cuando Pablo tuvo que irse a vivir a Punta Arenas, a la edad de 17 años, e
l contacto lo fueron perdiendo poco a poco... Cada vez se llamaban menos,
y después ambos armaron su nuevo grupo de amigos... Joaquín en Santiago y
Pablo en Punta Arenas.

_ Esta es mi polola – dice Pablo, logrando sacar una foto carnet de su billet
era, para mostrársela a su amigo.
_ ¡Wow! Es bonita – dice Joaquín, recordando, como una especie de chispazo
, a la muchacha con la que chocó - ¿Ella está aquí?
_ No weón. ¡¡La cagué!! Se enojó conmigo...
_ ¿Por qué? – pregunta, aún sosteniendo la foto.
_ Porque una mina se me acercó y quería conmigo... Yo como no soy de fierro
, no le dije que no – cuenta Pablo, con lo que Joaquín se ríe.
_ Me cago weón. Ni con polola dejai de ser gozador... ¡¡Te gusta el weveo!!

_ Obvio pos compadre... Si soy hombre pos... Me tiene que gustar el weveo..
. ¿O acaso me vai a negar que a ti no te gusta el weveo?
_ Sí... pero si estoy con polola, se corta no ma’... Así tiene que ser pa’ que
funcione ¿o no?
_ No hables weas... La vida está hecha pa’ pasarla bien... Na’ de compromiso
s...
_ Se nota que no estay agarrao de esta niña – deduce Joaquín.
_ Pero si empezamos recién en agosto... Es muy pronto pa’ engancharse...
Además no creo que duremos mucho... Es demasiado avispa’ la mina... – cue
nta Pablo.
_ Está bien poh.
_ No poh... Na’ que ver... Hay que buscarse una mina sumisa no ma’... Las r
ebelditas no sirven mucho...
_ Eso lo dices porque, yo creo, más de una vez te habrá parao el carro – dice
Joaquín.
_ Na’ que ver... Na’ que ver – Pablo comienza a cerrar los ojos, sus párpad
os parecen no responderle... El trago lo comienza a vencer poco a poco. Joa
quín lo mueve un poco – ¡No me muevas weón! – Al segundo, se tapa la boca y
comienza a hacer arcadas. Joaquín se aleja un poco. Pablo se mete los dedo
s a la boca y vomita ahí mismo, frente a la barra; se tira al suelo y sigue
vomitando.
_ Weón te llevo al baño – le dice Joaquín.
_ No. Déjame aquí no ma’ – dice Pablo, para luego seguir vomitando.

Un guardia se acerca al muchacho, y lo levanta bruscamente del suelo. Sin dec


irle nada, se lo lleva para sacarlo de la disco... Joaquín observa la situaci
ón sin alcanzar a decir nada. Luego mira su mano y ve la foto de Catalina. La
observa unos segundos, con el rostro sonriente, y la guarda en su billetera.

Costanera. Lado Norte. Pta. Arenas


Sábado/ Abril/ 2004 /21:58 PM

Vicente aparece en su jeep azul, estacionándose al lado del auto de Catalina


. Al no verla por ningún lado, se baja rápidamente. Baja la escalera, en la
cual estaba la muchacha hace un rato, y la busca con la mirada asustada.

_ ¡¡¡Catalina!!! – grita al ver la silueta de una muchacha cerca de la orill


a, pero muy alejada de él. La muchacha parece percatarse y comienza dirigir
sus pasos hacia él. Vicente avanza corriendo a buscarla. Al llegar a ella, p
uede ver el rostro demacrado de su amiga, la cual solo atina a abrazarlo – ¿
¡Qué te pasó Cata!? – pregunta asustado.
_ ¡Ayúdame a ser más fuerte por favor! – dice ella, sin dejar de llorar.
_ ¿Qué pasó? – pregunta, tomándole el rostro, suavemente, a su amiga.
_ Pablo...
_ ¿Te hizo algo?
_ No... O sea... sí...
_ ¿Qué te hizo ese weón? – pregunta Vicente, comenzando a sentir una espec
ie de rabia hacia Pablo.
_ Supe todo acerca de Joaquín – dice Catalina.
_ Pero... A ver... No estoy entendiendo nada – dice extrañado - ¿Qué tiene
que ver Pablo con Joaquín?
_ Se conocen los weones... Se conocen... No sé de a donde pero se conocen –
dice Catalina, dejando pasar a sus nervios.
_ ¿Cómo? No entiendo.
_ Pablo le pidió a Joaquín que me cuidara... Por eso Joaquín se metió al tall
er y todo eso... Era por eso que yo notaba tanto interés por mi... Nunca pasó
nada con Joaquín...
_ Pero Cata... Quizás se enamoró de ti...
_ ¡Vicente no lo defiendas! Joaquín lo único que hizo fue mentir... nada más
que eso... Fue una maldita oveja que siguió la corriente de ese weón de Pab
lo... Pensar que yo había ido a la casa de Joaquín para conversar con él, y
decirle finalmente que algo extraño me pasaba cuando él estaba cerca.
_ ¿Le ibas a decir? – consulta Vicente impresionado.
_ Ya era mucho pensar en él... Tenía que decirle... Te juro que no me importó
lo de la foto en su billetera, lo había decidido... Lo único que quería era
hablar con él – explica Catalina, la cual cada vez se sentía más desilusionad
a de todo.
_ Ya amiga – la abraza nuevamente – Tienes que descansar... Yo creo que h
a sido mucho por hoy.
_ Yo que pensé que hoy iba a dormir tranquila...
_ Tienes que tratar de dormir tranquila... Yo creo que ya te diste cuenta que
ninguno de esos dos vale algo... No te merecen Cata... Yo sé que Pablo ya es
tá tarjado... pero Joaquín, yo sé que aún pasa algo... a pesar de que te haya
s enterado de eso... igualmente tratas de perdonarlo y eso no puede ser así –
dice Vicente, sintiendo el llanto de su amiga, en su pecho – Disculpa Cata..
. Lo que pasa es que...
_ No hay problema... Es verdad todo lo que dices... Sólo que ahora, en este
preciso momento... Me siento tan sola...
_ ¡Pero Cata! Yo estoy contigo... Tú sabes que yo no te dejaría por nada de
l mundo... ¿Eres mi amiga o no?
_ Sí..
_ Ya pues... Los amigos no se abandonan así como así... Yo sé que hay veces
en que no nos vemos muy seguido, por esto del trabajo en Blockbuster, pero
siempre estás presente. Yo nunca te voy a dejar solita... ¿Ya? – le toma e
l rostro y le da un beso en la mejilla.
_ ¡Gracias por estar conmigo Bichito!
_ Es lo mínimo que puedo hacer – sonríe el muchacho.

Todo comienza a volverse nublado, nuevamente llega el día en fracción de s


egundos, sólo que esta vez va en retroceso... Mucha gente aparece y desapa
rece de la costanera... Gente trotando, niños jugando, perros vagos, parej
as de la mano, grupos de amigos bebiendo... Un sin fin de momentos quedan
impregnados en la Costanera... Llegando finalmente a un día de sol... Mese
s Atrás...

Costanera. Lado Norte. Pta. Arenas


Lunes/ 14 de Febrero/ 2004/ 15:28 PM

Un día soleado se presentaba en Pta. Arenas. En la costanera mucha gente pa


seaba a sus animales, varios niños y niñas andaban en bicicleta o en patine
s y otros tantos caminaban en pareja. Todos parecían disfrutar al máximo, e
l día de los enamorados.

Cerca de la orilla, Pablo y Catalina caminaban de la mano.

_ Estoy que me saco todo y me meto al mar – dice Pablo.


_ ¡Estás leso! Está todo sucio – sonríe Catalina.
_ ¿Oye? ¿Haz pensado en lo que te dije ayer?
_ Sí. Bastante... Pero no puedo dejar a mi mamá sola. No puedo irme y dejar
todo tirado. Además ya envié el proyecto fondart.
_ Pero Cata. No puedes estar viviendo de un taller de Artes – dice Pablo, m
olestándose un poco.
_ Si sé... Si logro sacar el proyecto, será solamente por este año... Luego pie
nso dar la prueba y estudiar algo.
_ Pero.. ¿Qué tal si te vas ahora conmigo y te preparas allá?
_ Pablo no puedo... Además no podría estar sin hacer nada allá en Santiago.
Estaría puro gastando plata y eso na’ que ver.
_ Pero que tiene. Ya pues amor... Ándate conmigo... ¿Qué te cuesta?

Catalina mira hacia el mar, realmente ya estaba aburrida de escuchar a Pablo


. No sabía por qué, pero no quería estar con él... Si hubiese sido por ella,
a esa hora estaría relajada en su casa. Ya no sentía lo mismo por él... Hab
ían sido demasiado las mentiras que había tenido que enfrentar durante el ti
empo que llevaba con él, y realmente ya estaba cansada de seguir a su lado.
La confianza ya se había perdido y el amor ya no brotaba como antes... Ahora
ella misma se preguntaba, si realmente había existido amor en la relación c
on Pablo.

_ ¡Cata!
_ ¡Ah! – reacciona la muchacha.
_ ¿Qué me dices?
_ No Pablo. No puedo. Ni tampoco quiero.
_ ¿No quieres? ¿No quieres estar conmigo?
_ ¡Ay Pablo! No seas pendejo... No es eso... Simplemente quiero quedarme a
cá en Punta Arenas... No sé por qué me tinca que este año va a ser muy dif
erente...
_ Obvio que va a ser diferente, si yo no voy a estar – dice Pablo, amurrado.
Catalina lo ve y opta por guardar silencio – ¿Te quieres librar de mi?
_ ¡Pablo corta el leseo! – dice aburrida, sabiendo en el fondo, que era lo que
más quería.
_ Voy a tener que contratar a alguien que te vigile los pasos mientras yo no
esté acá – dice Pablo, la muchacha lo observa y levanta una ceja.
_ Eso es lo único que te falta.

Calle Bories. Centro de Pta. Arenas.


Viernes/ Fines de Febrero/ 2004/ 18:45 PM

Por un centro, bastante habitado, caminaban con paso lento Pablo y Joaquín
, el cual había llegado hacía unas semanas a Punta Arenas.

_ ¿Podrás? – pregunta Pablo, esperando una respuesta positiva.


_ No sé Pablo. ¿No crees que es mucha responsabilidad? Además yo tengo q
ue volver a Santiago esta semana. Tengo que volver a buscar mis cosas.
_ Pero bueno... ¿Qué tiene? Si te quedai todo el año acá en Punta Arenas...
Es obvio que no vas a tener problemas poh.
_ Pero weón... En serio, es mucha responsabilidad... Yo no quiero tener pro
blemas si tu mina se mete con alguien – dice Joaquín, al cual no le gustaba
mucho la propuesta que Pablo le estaba haciendo.
_ Pero ahí entras tú poh. Ahí me avisas y yo me vengo de una a Punta Arena
s – dice Pablo.
_ ¿Y para qué? ¿Para ver como te gorrean?
_ No weón. ¡Para decirle a la Cata quien manda!
_ Eres muy cuadrado Pablo... Se nota que no haz crecido mucho.
_ A donde saliste... Vos poh el más grande...
_ Tenís 23 años y seguís siendo el mismo pendejo de antes – dice Joaquín ri
éndose.
_ Ya, ya, ya. ¿Vas a cuidar a Catalina o no?
_ ¿Pero ella me conoce?
_ No weón... No te ha visto ni en pelea de perros...
_ ¿Entonces como me voy a acercar a ella? – consulta Joaquín, un tanto má
s entusiasmado.
_ Ella ganó un proyecto fondart... Y va a hacer un taller de pintura y escultu
ra... en fin, ¡Puras weas! Lo único que tenís que hacer, es meterte al taller
y punto... Nada más que eso... – dice Pablo.
_ ¡Pobre de ti que me cache weón!
_ No te cacha, en serio... ¿Qué me dices? ¿Me haces la paleteada? Si es p
or estos meses... Yo quizás venga para su cumpleaños por unos días, de ah
í me vuelvo y de ahí llegó a Punta Arenas como a mediados de Julio... Tod
o depende de cómo me vaya en la U. ¿Te animai?
_ Ok. Ok. Ok.
_ ¡¡¡Eso era!!! ¡¡¡Ese es mi compadre!!! – dice Pablo, dándole unas palmada
s en la espalda.

Las calles quedan oscuras, haciendo desaparecer a toda la gente que camina
ban por ahí... De fondo se siente una canción... “How Does It Feel” (Avril
Lavigne)… Mezclada con el viento que se hacía presente... Luces de autos
aparecen, comenzando a avanzar a grandes velocidades… Las avenidas se inun
dan de puras luces, las cuales formaban líneas por la rapidez... De esa ma
nera avanzan, llegando a las cortinas blancas, que flameaban de la ventana
abierta de Catalina.

Casa de Catalina. Villa El Bosque. Pta. Arenas


Sábado/ Abril/ 2004/ 23:45 PM

Tendida en su cama, veía el movimiento que hacía la cortina... Poco a poco e


ntraba una especie de frío, pero parecía no importarle... Se acurrucaba junt
o al “Benja” mientras repasaba una y otra vez, los momentos que había pasado
con Pablo y con Joaquín... Todas las escenas daban vueltas en su habitación
, las cuales no la dejaban dormir tranquila... Por más que trataba de encont
rar una razón, a la situación que le había ocurrido, no entendía el por qué.
.. Pensaba en que más adelante lo sabría... Pero su impaciencia la mataba...
Quería saber los motivos en ese mismo instante...

Entrada Villa El Bosque. Pta. Arenas.


23:48 PM

Joaquín se detiene frente a la casa de Catalina, viendo el movimiento de las


cortinas, provocado por el viento. Su rostro, con moretones, sobretodo en l
a boca, esperaba que la muchacha apareciera por la ventana. Tenía ganas de h
ablar con ella y explicarle todo, como realmente había sido... Quería explic
arle toda la verdad acerca de la fotografía que tenía de ella... Lo que meno
s pensaba en esos momentos, era en dejarla ir... Catalina había logrado entr
ar a su corazón... y no estaría tranquilo hasta que ella vuelva a ser como a
ntes... En ese instante, aparece la muchacha en la ventana y antes de cerrar
la mira hacia abajo, encontrándose con Joaquín... Este trata de sonreírle, e
lla mantiene su mirada dura, toma la manilla de su ventana y la cierra, obse
rvando desde adentro unos segundos, para luego cerrar las cortinas.
El muchacho queda mirando hacia arriba por un momento, con una pequeña esp
eranza de que vuelva abrir la ventana... Pero no fue así...

Casa de Catalina. Villa El Bosque. Pta. Arenas


23:59 PM

Catalina se sienta en la cama, su mirada estaba perdida y sus ojos se comen


zaban a humedecer. Su perrito se acerca, ella lo abraza y se tiende nuevame
nte en su cama. Sin miedo, sus lágrimas se manifiestan, haciendo de su llan
to algo realmente incómodo e interminable.

En la pieza de su madre, esta se despierta de repente. Se detiene a escuchar


mejor y se levanta rápidamente al comprobar el llanto de su hija. Aparece en
la pieza, en un segundo. Prende la luz y ve a Catalina, la cual no deja de ll
orar.

_ ¡Hija! ¿Qué pasó? – pregunta la madre, tendiéndose al lado de ella. Catali


na no le responde – ¡Hija!
_ ¡Mamá déjame sola por favor! – dice Catalina.
_ Como te voy a dejar sola. Mira como estás... Catalina cuéntame...
_ ¡Mamá por favor! Necesito estar sola – dice ella. Su madre la observa por
unos minutos.
_ Está bien... ¿Te traigo un vasito con agua? – pregunta la madre preocupada
.
_ No mamá. Gracias.
La madre se levanta de la cama, apaga la luz y se retira de la pieza con una g
ran incertidumbre. Ver llorar a su hija era algo que le partía el alma... y má
s todavía, el no poder hacer nada.

Catalina, casi sin aire, seguía desahogando su rabia y su tristeza... Lloraba


con más fuerzas al tener los pequeños recuerdos de Joaquín frente a sus narice
s...
Recordaba el cómo se habían conocido, con una gran nostalgia en su corazón
...

“_ ¿Necesitan ayuda? – consulta el joven.


_ No quiero tu ayuda. Eres un extraño – dice Catalina, la cual nuevamente v
omita.
_ Soy Joaquín ¿y tu?
_ No hablo con extraños – dice Catalina cada vez peor.”

“_ Yo soy Catalina. El es Vicente. Estamos muy contentos por haberte conoc


ido. Ahora, te puedes ir – dice Catalina muy irónica.
_ ¡Qué directa! – exclama Joaquín riéndose un poco.
_ ¿Y que cresta andai haciendo a esta hora en la calle? – pregunta Catalina a
similando lo tarde que es.
_ Necesito cigarros, eso es todo.
_ Vicente, dale un cigarro a este individuo. No pensé que el vicio llegara ta
n lejos – dice Catalina, manteniendo su postura de chica ruda.”

La muchacha se levanta de la cama, con la mano tapando su nariz y boca, par


a que su madre no la escuche, se va al baño. Enciende la luz y pone el segu
ro a la puerta. Se mira al espejo por unos minutos...

“_ Yo te he visto en algún lado – dice Catalina achicando sus ojos.


_ ¿A mi? Imposible. Soy de Santiago – contesta Joaquín.
_ ¿Y nunca haz venido a Punta Arenas? – pregunta ella.
_ Sí, siempre vengo.
_ ¿Y dónde te quedas? – dice Catalina, mientras Vicente comienza a aburrirs
e.
_ Ahí, en la casa de mis tíos – dice señalando una casa, ubicada en la misma
cuadra.
_ ¿O sea que somos vecinos? – sonríe Catalina.”

Los recuerdos venían incansablemente, era como si la atacaran en silencio...


como si disfrutaran el estado que le provocaba recordar... Catalina saca de
un vaso, unos pinceles que tenía en agua...

“_ ¿Ah sí? – Catalina levanta una ceja con una sonrisa. Toma la paleta que e
staba preparando y, al ver que Joaquín sale corriendo, lo sale persiguiendo
- ¡Ven cobarde!
_ ¡Pero era con pinceles! – grita mientras corre alrededor de la sala. Los m
uchachos del taller, observan la situación preocupados, ya que no querían qu
e ocurra un accidente con sus cuadros.
_ ¡Ya pues! ¡No eras tan hombrecito! – grita Catalina sin soltar la paleta.”

La muchacha lo limpia bien, y lo llena de agua... Tomando un vaso tras otro..


. Su llanto no paraba... Nuevamente se mira al espejo, ve como las lágrimas c
orren, una y otra vez, por sus mejillas. Se echa el pelo hacia atrás y trata
de respirar profundo.

“_ ¿Catalina? – dice Joaquín desde la entrada.


_ ¿Qué? – contesta sin mirarlo. Parece estar concentrada lavando pinceles.
_ Discúlpame – dice Joaquín, en un tono serio y a la vez con un toque de nos
talgia.
_ ¿De qué? Si no pasó nada – dice ella indiferente, aún con sus pinceles.
_ Si. Tienes razón. No pasó nada – dice Joaquín, conservando su tono. Lueg
o se va del baño.
Catalina cierra la llave del agua y se mira al espejo. Su mirada está confun
dida y parece no encontrar ninguna explicación a lo que está comenzando a se
ntir.
_ ¿Por qué con él me siento tan débil? – se pregunta, sin dejar de mirarse -
¿Por qué Catalina?”

_ ¿Por qué Catalina? ¡¿Por qué?! – se dice frente al espejo. Después de un r


ato, apaga la luz y abre la puerta. Su llanto ya no era tan fuerte y simplem
ente le quedaban unos cuantos suspiros, que se repetían a cada momento. Vuel
ve a su pieza y se mete a su cama y se cubre bien con las frazadas, al segun
do aparece el Benja, el cual se acomoda en los pies.

Casa de los tíos de Joaquín. Villa El Bosque. Pta. Arenas.


00:54 AM

Joaquín, no podía conciliar el sueño... Los mismos recuerdos se hacían parte


de él... Miraba todos los detalles de su techo, como para pensar en otra co
sa, pero era imposible... Catalina estaba junto a los recuerdos... Repetía m
il veces, el haber chocado con ella afuera de la disco kamikaze... Y recreab
a miles de situaciones que le hubiese gustado que pasen...

“La muchacha iba con el paso rápido y pensando en todo, cuando bruscamen
te choca con un muchacho. Ella le da una mirada fugaz.
_ ¡Disculpa! – dice Catalina.
_ No hay problema – dice Joaquín, mientras la observa - ¿Qué te pasó?
_ No nada. No te preocupes... Bueno me voy – sonríe la muchacha.
_ Se nota que no estás muy bien – dice Joaquín mirándola fijamente.
_ Disculpa, pero no tendría por qué contarte...
_ A veces hace bien hablar con desconocidos...
_ Pensé que eras un desconocido... Para lo único que apareciste es para caga
rme más la vida – grita Catalina”

Joaquín se despierta asustado. Se pasa la mano por su frente transpirada, y


se da media vuelta para tratar de seguir durmiendo. Sabía que las cosas iban
a costar para que todo vuelva a ser como antes... Pero estaba dispuesto a j
ugárselas por lo que sentía.

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