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USA LA CABEZA, PONTE EL CASCO

El 12 de marzo de 2003, el corredor profesional kazajo Andrey Kivilev


perdió la vida mientras que estaba, al mismo tiempo que un centenar de
otros corredores, disputando una importante prueba en Francia: París-
Niza. Andrey no llevaba el casco ese día y, víctima de una fractura del
cráneo, perdió la vida.

Por lo tanto, la Unión Ciclista Internacional decidió que ya no se podía


jugar con la vida de los corredores y tomó las medidas que se imponían.

Aunque algunos países, como Bélgica por ejemplo, imponían desde hace
muchos años ya el uso del casco en las competiciones ciclistas para todas
las categorías, no era el caso todavía en la mayoría de los otros países.
Era necesario entonces que la decisión se tome a nivel internacional.

Al principio, las cosas no fueron simples y los corredores protestaron


contra esta nueva medida que consideraban como una dificultad más bien
que como algo que se hacía para su bien.

Decían que el uso del casco era imposible cuando hacía calor, que su uso
no servía para nada en montaña, que reducía el nivel de resultado….

Para encontrar un compromiso, el primer Reglamento en la materia decía


que en las llegadas en alto, los corredores profesionales tenían el derecho
de quitarse el casco a pie del último puerto. Asistimos entonces a escenas
completamente surrealistas donde, en las etapas de montaña, los
corredores se quitaban los cascos todos a la vez y los tiraban al personal
de sus equipos que esperaba al lado de la carretera para recogerlos. Más
de una vez, hubo heridos entre los miembros de los equipos, pero
también entre los espectadores.

Ante el ridículo de la situación, el Reglamento cambió a partir del año


siguiente y todo corredor que no llevaba el casco o que simplemente la
tenía mal atado, no podía tomar la salida de la carrera o venía expulsado
durante la misma.

Poco a poco, los corredores comprendieron el fundamento de esta decisión


y desde entonces los corredores víctimas de una caída suelen declarar que
el casco les salvó la vida. Y nunca más se quejaron de que su uso sea
obligatorio. Todo lo contrario ya que al día de hoy los corredores
profesionales son los primeros en animar a los jóvenes a ponerse el casco.

Ya no es problema llevarlo, sobre todo teniendo en cuenta que hoy,


gracias al empleo de material nuevo, no presentan el menor inconveniente
y los ciclistas hasta se olvidan que lo tienen puesto sobre la cabeza. Sólo
había que acostumbrarse. Los materiales utilizados son por otra parte no
sólo cada vez más resistentes, sino también cada vez más ligeros y
cómodos. En el último Tour de Francia, varios equipos adoptaron un casco
que pesaba solamente 180 gramos. ¡Una pluma sobre la cabeza!

Atención: no es suficiente ponerse el casco en las competiciones


protegidas, donde los riesgos son en realidad menores que en las
carreteras abiertas al tráfico donde suelen entrenar los ciclistas. Es
entonces fundamental para proteger su propia vida, llevar el casco
también durante los entrenamientos, allí donde el peligro es el más
grande y el más presente.

Si el Código de Tráfico de la mayoría de los países en todo el mundo


impone ahora a todos los ciclistas llevar el casco cuando circulan en
bicicleta, como es el caso para los motociclistas, no es desgraciadamente
todavía el caso en todos. ¿Pero, es necesario que una norma sea
obligatoria para que los ciudadanos la respeten? ¡No cuando se trata,
como es el caso aquí, de salvar su propia vida!

El uso del casco por los ciclistas no debería ser una coacción, sino una
decisión sabia adoptada por cada uno. Es suficiente contabilizar los
centenares de fallecimientos evitados cada año gracias al uso del casco y
por otra parte los centenares de ciclistas que mueren por haber elegido no
ponerse el casco.

El casco es vida, y felicidad por poder seguir practicando este deporte que
nos gusta tanto. Tenemos que llevarlo todos, cada vez que nos subimos a
la bicicleta. ¡Para salvar nuestras vidas!

Pascale Schyns

(20/08/09)

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