Está en la página 1de 495
PENSAMIENTO CONSERVADOR (1815 - 1898) EL PENSAMIENTO CONSERVADOR LATINOAMERICANO EN EL SIGLO XIX I MAs AUN que en otras areas, predominé en Latinoamérica después de la Independencia y a todo Io largo del siglo xrx una concepcién de la ciencia histérica —muy difundida y de inequivoca estirpe iluminista— seguin la cual sélo parecen tener significado Ios procesos de cambio, y mayor significacién mientras mds acelerados e¢ intensos sean. De hecho, sélo de ellos se ha ocupado la ciencia histérica habitualmente, limitada como se veia por tradicién a los fendmenos de la vida politica. La accién de los gobiernos, presumiblemente destinada a dar continuos y sucesivos pasos en busca del progreso, pero también las alternancias en la transferencia pacifica del poder y las revoluciones que interferian violentamente en ese juego, parecieron monopolizar ja atencién de los historiadores, que sin duda supieron ahondar escrupulosamente en la busca de datas para completar las serics cronolégicas de los aconieci- mientos que componian esos procesos politicos. Una imagen vertiginosa de cambios, sucesivos y a veces alucinantes, suscita la lectura de Ja gran mayoria de Jas obras histéricas latinoamericanas del siglo pasado y de buena parte de éste. Empero, es bien sabido que la vida histérica no se compone sdlo de lo que cambia aceleradamente, y ni siquiera de lo que cambia en el mediano plazo. También forma parte de ella lo que cambia lentamente, y, sobre todo, lo que parcce no cambiar a fuerza de ser insignificantes sus transformaciones a lo largo de extensisimos plazos. En rigor, sdlo la justa percepcién del juego que se produce entre esos componentes permite una exacta y rigurosa comprension del conjunto de la vida his- férica y ninguno de ellos puede ser olvidade. Cierramente, muchos de los cambios de hecho que registra, a veces con extremada minuciosidad, Ia ciencia histérica, pueden ser mera- mente anecdéticos y, sobre todo, superficiales, esto es, faltos de signifi- eacién profunda; pudo pasar el poder de unas manos a otras sin que Ix cambiara el sentido en que s¢ ejercia. Pero otros cambios, y sobre todo los que se engarzaban constituyendo un proceso intencionado, solian ma- nifestarse, precisamente, coma un esfuerzo para modificar, en mayor 0 menor grado, aquellos estratos mds estables y profundos de la vida histérica que, justamente por serlo, son los que prestan un encuadra- miento a las sociedades. Esos estratos son los que, con mayor o menor precisién, solemos llamar “estructuras", y consisten en sistemas de vinculos y normas que, en distintos aspectos, rigen las relaciones reci- procas de los miembros de las sociedades, aplicandose a cada caso particular pero de acuerdo cen vigorosos principios generales cuyos fundamentos arraigan en los niveles mds profundos de la conciencia colectiva y tienen earacteres andlogos a los de las crcencias. Como éstas, en efecte, poseen 9 parecen poseer cierta modalidad que ios sitian en un plano absoluto ¥, en consecuencia, por encima de todo cuestionamiento. Y, ciertamente, las estructuras forman parte del pacto —ideal o real— con el que se constituye —y sigue constituyéndose permanentemente— una sociedad, de mado que ¢s inevitable que su cuestionamiento, y mas atin su viola- eon, parezca amenazar todo el sistema estructural de la sociedad. Ahora bien, la amenaza que ciertos cambios cntrafian o parecen en- trafiar para las estructuras y para sus fundamentos, es perctbida y acusa- da por los micmbros de una sociedad con distinta intensidad, seman el grado de arraigo y compromisa que cada uno tenga con ella. Los mar- ginales seran indiferentes y los recién Ilegados seran tibios. En cambio, percibiran precozmente la amenaza que puedan cntrafiar cicrtos cam- bios —- y a la larga sus fundamentos, si esos cambios Hegaran a pros- perar—, aquellos que estdn indisolublemente ligados a las estructuras tradicionales y a sus fundamentos. Son aquellos a quienes los ata una consustanciada tradicién, importantes intereses econémicos, un modo congénito de vida, vigorosos prejuicios y, sobre todo, la conviccién pro- funda de ser herederos histéricos y mandatarios de quienes establecic- ron —de mancra técita o expresa— aquellos fundamentos ai instituir fas estructuras originarias de la sociedad. Pueden ser también los que, por un acto de voluntad, han decidido plegarse a ellos sin tener razones histéricas para hacerlo. Pero todos estar4n en estado de permanente alerta frente a Jas amenazas que pudieran cernerse sobre las estructuras y sus fundamentos, a través de cambios que, ain incipientes, delataran sus posibles preyecciones radicales. Estos ultimos son —definidos en lo mas sustancial— los auténticos y constitutivos conservadores, mas alla de las etiquetas partidarias y de jos enfrentamientos con otros sectores puramente politicos. Porque los conservadores, aunque se expresan a través de actitudes politicas, son, mucho mds que eso, los celadores de ja preservacion de las estructuras basicas. De alli el enorme interés que, para el analisis histérico, tiene su accién y su pensamiento, muchas veces independientemente de cémo se manifieste y de las palabras con que se exprese. Lo que en realidad x

También podría gustarte