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Asi decidido el pomo de la puerta, su mano libre agarrando con fuerza la culata, como evitando la fuga repentina de su arma,

cerrando los ojos mientras aspiraba profundamente, llenando por completo la capacidad de su caja torcica, esperando que aire inhalado contuviera el valor que ahora necesitara, su cara contrada en una mueca de dolor macabra, pareciera que el destino le susurrara lo que hubiera de suceder, su corazn inerte mientras sostena el aire en el pecho, comprimiendo las mandbulas y enseando los dientes mientras exhalaba mediante la nariz suavemente, para acto seguido empezar a empujar con sus caderas y su brazo la puerta, lentamente. A la misma velocidad, acompasado como si del mecanismo de un reloj se trtese, iba bajando el otro brazo, el can del revolver apuntando poco a poco hacia el interior de la habitacin. Entonces la sinti, antes si quiera de escucharlo, por tener la sangre taponndole los tmpanos, empez a sentirse mareado, no por la falta sangre que todava habra de abandonarle, sino por las nuseas que le causaba el saberse vencido, y esta vez si que escucho el segundo disparo, y lo noto, un nuevo husped no esperado en su estomago. Empez a caer hacia atrs, sin soltar el pomo de la puerta que nunca cruzara, llevndola consigo, cerrndola segn caa, cayendo en el pasillo que se convirtiera en su tumba, mirando al techo viejo de madera desgastado, acariciado con su mano suavidad de la alfombra, alfombra que absorba su sangre, beba su vida. Se senta cada vez mas mareado, olas de dolor inundado su cabeza, su estomago, en un ir y venir eterno, interminable. <<Las heridas en el estomago producen una muerta lenta y dolorosa>> pensaba, como recitando la enciclopedia, mientras la puerta empezaba a abrirse de nuevo, tan lentamente como hace unos momentos fuera abierta por el. Por lo menos iba a ver la cara de su asesino.

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