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El Examen
Tiene el pelo rubio, los ojos celeste como el cielo y, como toda
la gente de aquí, un bronceado permanente.
- ¡Demián! ¿Cómo va todo? – dijo mientras chocábamos los
puños de las manos derechas.
- Eso te lo diré luego de mi examen – bromeé pero no me
escuchó. Estaba como hipnotizado con Josefina.
- Hola de nuevo, Jose – le dijo sonriendo y sin quitarle los ojos
de encima. Seguramente ya se habían visto más temprano.
Josefina sonrió y asintió. Tenía una sonrisa capas de derretir a
cualquier hombre, menos a mi, desgraciadamente. Y al parecer a
Nahuel lo hacía agua.
- Nahuel, dime que tienes aquí el examen que les tomó el Dr.
Nell la semana pasada o soy hombre muerto.
Nahuel frunció los labios y miró a su izquierda pensativo.
- Mmmm… a ver, pasen y nos fijamos – dijo y nos hizo un gesto
para que lo sigamos.
Comenzó a hurgar entre las hojas de su primera carpeta y no
halló nada. Sacó la segunda de su mochila y encontró un
examen del Dr. Nell. Abrí los ojos como platos, brillantes de
felicidad y una sonrisa comenzó a nacer de la comisura de mis
labios. Pero esa felicidad duró poco.
- No, no es éste. Este es el primero que nos tomó – me dijo. Y
efectivamente era así, pues era exactamente igual al primero que
tomó en mi comisión.
Terminó de buscar en la segunda carpeta sin rastros del examen.
Tomó la tercera y última, y mientras hurgaba entre las hojas mi
estómago se retorcía de los nervios. Cerré los ojos y subí el
rostro, como implorando al cielo, ya desesperanzado cuando un
grito me hizo volver los ojos hacia las manos de Nahuel.
- ¡¡Bingo!! – gritó – ¡Aquí está el maldito!
¿El maldito? ¡Ese examen era bendito! Por lo menos para mí, en
esta situación. Quizá en otra lo hubiese odiado. Se lo arrebaté de