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Aquel que muere por la patria siente cmo su propio yo va jun to a sus com patriotas, entre los cuales seguir viviendo, as como en las vidas futuras de aquellos por los que lucha. As el mrito tiende a transfigurarse mgicamente en inm ortalidad cvica en el seno del gran ser colectivo. El hroe tiende a creer que vivir en las generaciones futuras, y que sean cuales sean sus combates, l estar siempre presente. Por o tra parte, el culto del hroe cvico, no slo por ser de origen religioso, sino por su propia naturaleza de culto, recuerda a las asociaciones religiosas; en efecto, con respecto a la heroizacin mstica de los hroes-dioses, la heroizacin cvica de los grandes hom bres es una victoria laica sobre la m uerte. Pero poco se necesita para que la exaltacin laica de la muerte hermosa caiga en la exaltacin religiosa. La ciudad griega m antena la emulacin de la gloria por medio de premios, recompensas y loas, es decir, la converta casi en un culto. Nos encontram os con la m ism a tendencia al culto, aun que atrofiada, en nuestros funerales nacionales y en nuestro Panten, as como en nuestra adm iracin por la muerte hermosa, la ms feliz, como deca Scrates a Jenofonte. Descubrimos aqu la inestabilidad de la m oral cvica, que tiende a caer ya sea en una religiosidad heroica, ya sea en la mstica de la comunidad, es decir a disolver la m uerte in dividual, bien en una divinizacin, o en una integracin en el interior del cuerpo cvico inm ortal de la sociedad. Pero en la o tra direccin, en la direccin estrictam ente laica, progresiva, la moral cvica tiende a extenderse a la ciudad universal y a la hum anidad; se convierte entonces en m oral en sentido estricto, es decir en virtud. Rousseau, des pus de Plutarco, y sobre todo los grandes patricios de la Repblica, Robespierre, Saint-Just, instalan la virtud en el corazn del sistema cvico. Pues la virtud es exactamente la facultad de integrar la propia causa particular a la causa comn, la vida particular a la vida colectiva. La virtud no es un abdicacin de la individualidad, sino su consagracin. Existe una maravillosa arm ona entre la virtud del ciudadano y la universalidad de la ciudad democrtica, una identifica cin del hom bre pblico y del hom bre privado. Gracias a
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