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El hombre y la muerte social es un dato inmediato contenido en el sentimiento que aquel posee de su propia existencia.

(2) He ah el porqu, como han sealado abundantem ente Fracer(3), H ocart(4) etc., el tem or a la m uerte es bastante menos pronunciado en los pueblos arcaicos que en las socie dades ms evolucionadas. Fracer se equivoca, no obstante, cuando hace responsables de nuestro tem or a la muerte, al lujo y a la omnipotencia de las ideas cristianas. Confunde evi dentem ente el efecto con la causa; el lujo no es ms que un elemento de un proceso general de la civilizacin individualizadora, y el cristianismo, como veremos ms adelante, otro. M. M auss(5) nos revela uno de los efectos ms asom bro sos de la tirana del grupo arcaico sobre la m uerte del indivi duo. Se trata de m uertes provocadas brutalm ente, elemcntalmente, en num erosos individuos... sim plem ente porque sa

ben o creen (que viene a ser lo mismo) que van a morir. En estos casos flagrantes, en los que el sujeto no est enfermo, en los que simplemente se cree, segn causas co lectivas precisas, en situacin cercana a la muerte por haber violado el tab o cometido un acto sacrilego, el cuerpo obe dece por s solo al cese vital mgico, m uriendo con prdida total de la voluntad, sin oponer la m enor resistencia. La afirmacin de la conciencia colectiva est tan presente en la conciencia individual, que el sacrilego, aun involuntario, realiza por s solo el cese vital implcito en la violacin del tab. Todava hoy el responsable de una catstrofe social puede llegar a darse la m uerte, como en el harakiri japons. Pero en este caso la m uerte no viene por s sola, sino que se la busca con un acto de voluntad, aunque sea obligatorio, de m anera que este suicidio es expresin de un sentimiento propio de la individualidad, cual es el deshonor, si bien san ciona la trascendencia absoluta de la sociedad. All donde la sociedad se afirma en detrim ento del individuo, all donde al mismo tiempo el individuo experimenta esta afirmacin como ms verdica que la de su individualidad, el rechazo y el h o rro r a la m uerte se difuminan, se dejan vencer.
(2) C arnets. (3) Sobre todo en Le Dieu qui m eu rt. (4) En Dcath cu sio m s, E ncyclopedy of Social Sciences. (5) Efecto fsico sobre el individuo de la idea de m u e rte sugerida p o r la colectividad, Journal de psychologie, 1926, pg. 653.

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