52

LEE ATENTAMENTE LA HISTORIA SIGUIENTE, PA R A Q U E L U E G O CONTESTES A UNAS PREGUNTAS RELATIVAS AL MISMO.

En el clan de la cueva, sin duda alguna el ms respetado y el que ejerca de jefe era Anarurg, que significaba el que cuida, aunque no siempre fue as. El respeto y seguimiento del clan hubo de ganrselo y lo hizo de la forma ms increble que se recordara en las historias que en los ratos de ocio se contaban en el clan; historias que rememoraban hechos del pasado y que trasmitan el conocimiento de los viejos a las nuevas generaciones. Cuando an no tena ni nombre, siendo an un nio, Anarurg sali de la cueva una maana, decidido a hacer algo realmente importante. Saba que el clan estaba hambriento, ltimamente el fro haca casi imposible encontrar bayas silvestres y cada vez haba que competir con ms animales por la carne abandonada por parte de los dientes de sable. As que el pequeo tom una pequea porra de madera y sali a la glida maana dispuesto a encontrar algn animal al que cazar y traer carne al clan. Pensaba que as por fin alcanzara el respeto y el reconocimiento de los otros veintiseis componentes del clan, aunque no era consciente de la realidad a la que quera enfrentarse. Recorri en vano varios kilmetros, aterido por el fro que el final del invierno llevaba a la estepa, sin encontrar ningn vestigio de vida a su alrededor, exceptuando los buitres que trazaban crculos lejos, en lo alto, bajo unas nubes negras que presagiaban una tormenta inminente. De repente todo se volvi ms oscuro, el sol dej de brillar, y lentamente se acercaban los intermitentes relmpagos, seguidos cada vez ms de cerca por el sonido de los truenos, que le obligaban a superar el miedo a cada paso. Y entonces pas el hecho que cambi su vida, y la del clan. Frente a l, a escasos metros, un solitario sicomoro acababa de recibir la terrible descarga de un rayo, e inmediatamente se haba convertido en una antorcha enorme. Sinti como la oscuridad anterior desapareca, como el fro remita, y como poco a poco, las p i e l e s que le cubran comenzaban a hacerse insoportables. Se despoj de ellas y, salvando el terror, se acerc al rbol, tan cerca como el calor le permiti, pero lo suficiente como para tomar una rama que, ardiendo, haba sido despedida del rbol. La tom, con mucho cuidado, primero por la zona ardiente, quemndose y luego la tom por la zona que no arda y, olvidndose del fro, de la tormenta y de las pieles que abandonaba, ech a correr hacia la cueva, donde el clan an dorma.