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IGLESIA PERSEGUIDA (Parte final) En 1789 al estallar la Revolucin Francesa, se desencaden una persecucin tan cruel como la desatada

por el Imperio Romano. Entre los abanderados de esta persecucin, cuya intencin ltima era el exterminio de todo lo cristiano y su sustitucin por la diosa Razn, estaban los llamados sans culottes, los jacobinos, responsables directos de los asesinatos masivos de catlicos, de las numerosas destrucciones de iglesias y todo tipo de objetos religiosos. Luego de esta revolucin surgen algunos pensadores que predican la no existencia de Dios (Feuerbach), la muerte de Dios (Nietzsche) y la religin como el opio de los pueblos (Marx). A principios del siglo XX, Freud pensaba en Dios como una proyeccin de la debilidad humana que busca la figura del Padre protector y amenazante; y Sartre perciba a Dios como una contradiccin y una limitacin intolerable de la autntica libertad humana. Ahora, en pocas actuales, se excusan en el pretexto de los pecados de pederastia de algunos sacerdotes, adems de considerarla conspiradora de los gobiernos de turno Por qu ahora? Los casos de pedofilia (graves, inaceptables y criminales como ha reconocido el Papa), los pedfilos, los nios y jvenes abusados y los sacerdotes que han incurrido en estas faltas importan muy poco o nada a estos enemigos. Ellos dirigen sus flechas hacia lo alto. El blanco verdadero es destruir al Santo Padre y a la Iglesia, que incomoda a los defensores de la cultura de la muerte (aborto, eutanasia, uniones homosexuales, injusta distribucin de la riqueza, exclusin y pare de contar), por su defensa de la vida, de la familia, de la justicia y de la paz. Los enemigos de la Iglesia magnifican estos errores humanos y hasta los colocan por encima de los pecados de polticos, jueces, gobernantes y artistas, cuyas consecuencias han llegado inclusive a desencadenar guerras, persecuciones, muerte y destruccin. Muchos de estos personajes hasta han sido beneficiados con amnistas y sobreseimientos de sus causas por el bien de la paz! Por tanto, queridos hermanos, no es de extraarse que la Iglesia sea el objetivo de tantos y tan diversos ataques, pero s debemos prepararnos para repelerlos de la mejor manera posible, eso s, sin olvidar que nuestros perseguidores y agresores no son sino nuestros propios hermanos, que como deca nuestro Seor Jesucristo: No saben lo que hacen.

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