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RUFINO BLANCO FOMBONA ENSAYOS HISTORICOS BLANCO FOMBONA Y EL PAIS SIN MEMORIA EL GOMECISMe constituye un bloque ctonolégico casi generacional: veintisiete afios; una unidad politica, expresada a través de Ja construccién pisamidal, caudillo sobre caudillo, hasta Ilegar a la cumbre con el Jefe Supremo, absoluti- zado y dhico; un tégimen econémico excepcional, pues, por primera vez, en forma coherente y con una fuerza de cambio tremenda, chocan y se entrelazan la produccién agtopecuatia y la explotacién minera —lo cual no habia sucedido con el aro, el carbén y el cobre—, monoexportadota de petrdleo y simbolo arrolladot de! impetialismo norteamericano. Antes que fenédmeno telirico, ef gomecismo fue un fenémenc global de Ja sociedad venezolana en transicién. Antes que un fenémeno de ambiente y ca- rdcter, con masas cadticas que pedian un gendarme necesario, y antes que un fenémeno azarfstico donde contaron Ia intuicién y lo providencial, el gomecis- mo fue lq respuesta nacional, paz y orden, garantia a Jos capitales invettidos, y gobierno fuerte y armado, al esquema continental disefiado por la Doctrina Monrce y por la emergencia de EE. UU. como gran potencia enfrentada a Inglaterra, no sélo con una diplomacia victoriosa a partir del bloqueo de 1902, sino también, y este seria decisivo, a través del control de las fuentes petroleras. Caracteristicas parecidas no las habia tenido ningan otro gobierno anterior. Los regimenes surgidos de la Guerra Federal reemplazaron el caudillismo de los hétoes de Ja independencia —los Pdez, Monagas, Soublette— por el de los generales y doctores del liberalismo, divididos entre si, luego de matrimonios de conveniencia, y lanzados a fundar facciones y corrientes adjetivas que mu- chas veces s6lo Iegaban a tener validez regional. La estructura agraria y la administracién descentralizada, la presencia del cacique y de los oficiales de montonera, el recurso de la peonada para levantar recluta, Ja inexistencia de un ejército institucionalizado, asi como la irrupcién de corrientes filosdficas, politi- cas y literarias, verbigracia el positivismo, el anarquismo y el naturalismo, determinaron la sucesién de gobiernos fragiles, de ridicula duracién algunos, TX entre los cuales apenas si despunté la autocracia del Ilustre Americano, pro- Tongada, por intervalos, a través de la férmula continuista. La oligarquia liberal encatnd la destruccién det partido que se crefa en el poder, y de su seno, alimento de disidencia y secta, salieton m4s opositores a los gobiernos de la treintena finisecular, que de Ja propia oligarquia goda. No pot casualidad he apuntado to de sreiutena, pues aparte de constituir una “unidad generacional” en el sentido cronolégico, marca a la perfeccién el pe- rledo que corre entre la revolucién de abril de 1870 y la victoria de la in- vasion castrista, en octubre de 1899, Bisquense en esos tres decenios una mano que lo controle todo, un hom- bre que haya sido ungido como el Unico, un aparato militar obediente hasta en la letrina del cuartel, un Congreso sumiso y elegido a dedo desde Maracay, un cuerpo de doctrina como el que salié de lcs editoriales de El Nuevo Diario y de los libros de Vallenilla Lanz, y nada de eso serd encontrado. Mientras tal perfodo fue de diversidad dentro de la oligarquia liberal, el de Gérmez lo fue de unidad en torno suyo, puesto que ni partidos existian. La fluidez del proceso politico entre 1870 y 1899, la aparicién de parti- dos dentto de los partidos —algo tan poco absurdo como el teatro dentro del teatro, 1a novela dentro de la novela— y la adhesin casi orgénica de los in- telectuales al aparato burocratico y al combate fandtico, convirticron al escri- tor y al artista, al pericdista, al poeta y aun al sacerdote, en milieantes de una causa casi siempre tan pasajera como el jefe politico que la encabezaba, como el régimen que la alimentaba desde la Casa Amarilla, 0 como el levantamiento atmado que la impulsaba. Bastarfa un tepaso a los periddicos de fa época, a la literatura panfletaria y a los manifiestos lanzados desde el campo de ba- talla o el lugar de exilio, Trinidad y Curazao por ejemplo, para comprobar [as pasiones mudadizas de los intelectuales, sus virajes bruscos, su destino marca- do por sucesos repentinos, su trdnsito de La Rotunda*® al palacio de gobierno y viceversa. En fin, su inestabilidad. Castro heredé el viento. Mientras Juan Vicente Gémez murié en el ejercicio del poder y pudo definir, a la altura de los afios veinte, a los intelectuales, en dos campos nitidamente delimitades, El Cabito** no pudo sostenerse en él mds que nueve afios, estremecido su mandato por la mayor revolucién que haya vencido gobierno alguno en Venezuela, por el mayor enfrentamiento que el pafs haya tenido con las potencias extranjeras y por el mayor acto de traicién que un politico haya consumado contra su protector, compadte y amigo. De este modo, si durante las tres décadas finales del siglo x1x, los intelectua- les reflejaron en sus obras y actos una conciencia pendular, casi inasible como *Cércel caraquefia demolida en 1936. **Cipriano Casiro, homogeneidad, a lo largo del castrismo, golpeados por aquella trinidad de conmociones, oscilaron todavia con mayor fuetza y rapidez. Ubicar los cam- bios de Bolet Peraza, Tomds Michelena, Potentini, O’Brien, Picdn Febres, Gil Fortoul, Pietri Daudet, Silva Obregén, Tosta Garcia, Arévala Gonzdlez, Eduardo Blanco, Romerogatefa, Fortoul Hurtado, Villegas Pulido, Racamon- de, Silva Gandolphi, Vicente Amengual, Calcafio Mathicu, Cabrera Malo, Ale- jandto Urbaneja, Odoarde Leén Ponte, Jacinto Lopez, Celestino Peraza, Mi- guel Eduardo Pardo, Pedro Vicente Mijares, Andrés J. Vigas, Luis Ramén Guzmén, Andrés Mata, Carlos Borges, Samuel Dario Maldonado, Lépez Ba- ralt, Lépez Fontainés, Pedro Manvel Ruiz, Carlos Benito Figueredo, Bruzual Serra y Blanco Fombona, entre otros y para no alatgar imprudentemente [a lista, resultaria una tarea dificil, por lo effmero de las posiciones y el flujo continuo de la politica, que reniega de periodificaciones y etiquetas durante esa treintena. Pero tratar de hacerlo en relaci6n con una etapa mds breve y mu- tante, de mds carga emocional y conflictividad politica, es practicamente impo- sible. Ni siquiera Picdén Salas, en su estudio de época, logré captar todas las ondas secretas de aquellas mudanzas, y eso que acudié a las fuentes escritas y al testimonio oral, a mds de darle trabajo a Ia imaginacién, que no era poca. El castrismo agudiza tales contradicciones, que envuelven no tan sélo lo ideolégico sino también lo humano. Fue una época gue concentré pasiones y las puso a jugar en todos los terrenas: libros de ataques panfletarios como Ei Cabito, de Morantes, y novelas de escenografia politico-social, como El bow- bre de bierro. Diarios {ntimos como Camino de imperfeccién y de terribilidad carcelaria como el de Antonio Patedes. Memorias (aqui también en singular: memoria}, como las que cursen en la primera parte de la obra de Pocaterra, o se explayan en un relato novelado al estilo de Pérez Hernandez. Catecismos de adulacié6n como el de Figueredo, Presidenciales, que duplican los halagos de Abigail Castilla, en las secciones sociales de los diatios de la Restauracicn. Documentos de archivero minucioso {a veces grandes, enormes minucias, al decir de Chesterton) como aquellos acerca de Jas invasiones colombianas a Venezuela, recopilados por Landaeta Rosales con olvido de Jas invasiones venezolanas a Colombia. Vitajes increfbles a la manera de Dominici, quien sal- ta de la prosa decadentista de La tristeza voluptuosa al libelo contra el sétrapa, del libelo contra el sétrapa a la evocacién griega en Dionysos, y de la evoca- cién griega a la pintura del wevo trdgico. Y mucha literatura sobre los bandi- dos alemanes de Guillermo II, y mucha hoja aclamacionista, y mucho telegra- ma laudatorio por la victoria sobre Matos, y mucha adhesién al Mocho* por su gesto patristico al salir de la fortaleza de San Carlos, y muchos juramentos, cumplidos 0 rotos, con motivo de la Aclamacién y Ia Conjura, y muchos men- sajes que luego figuraron en Los feticitadores, y mucha delacién desde Nueva York, y muchisimas confidencias desde Puerto Espafia y Bogotd. *General José Manuel Hernandez. XI

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