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TEORIA DEL Pe nina ir hy oe pe Sere Payee) PARRY LS COP ree RRC Cui de C. G. Jung, El famoso psicoanalista suiza OU See aCe mck er CCU CMCC ican et propias ideas psicoanaliticas, desde los primeros problemas del histerismo, que despertaronel eR Rete ac Oost separacién del maestro vienés. Para la justay ee uC UR CCC nuestro tiempo, como es el psicoandlisis, resulta GUC ECO Ces a muti ss) CCR TO CCR LR ee uk DS UR CRU uC ui Titulo original: VERSUCH EINER DARSTELLUNG DER PSYCHOANALYTISCHEN THEORIE Traduccién de F, OLIVER BRACHFELD INDICE Portada de J, PALET . Prélogo oo. r i | Capitulo Primero. —De la teoria traumati- ca a la teorfa dindmica . . uy é imet licién: , 1983 j Primera edicién: Juni Capitulo II.—La teorfa de la libido, — i Las tres fases de la vida humana... 57 . Capitulo I1.—Suefios y neurosis... 11 Capitulo IV.—Los principios de la tera- | pia psicoanalitica . 179 | © 1, PLAZA & JANES, S.A, Balitores Capitulo V.—Anilisis de una nifia de once ‘Virgen de Guadalupe, 21-33 afos . . t,t eon’ or Esplugues de Llobregat (Barcelona) ee Printed in Spain — Impreso en Espafia ISBN: 8401450152 — Depésito Legal: B. 21.852. 1983 GUADA, §. A, < Virsen de Guadalupe, 38 GRAFICAS Cigues de Liobresat (Barcelona) Si intentéramos captar los tres grandes siste- mas —Freud, Adler, Jung— en su intima esencia (y no en sus ensefanzas), si intentdramos exponer- los al modo mds breve, se podria decir: «En la labor investigadora de Freud se percibe por todas partes el cdlido soplo de la metrépoli. La dialéctica demasiado clara y hasta cegadora le pertenece. Freud es un Fausto que no deja tran- quilos a los demds, y que, a su vez, nunca estd tranquilo. »En la escuela de Adler, encontramos por todas partes la pequefia ciudad; cada cual puede mirar por la ventana de su vecino y controlar celosamen- te su standard de vida. El hacerse valer es lo mds importante. Se perciben olores de cocina domésti- ca de ta clase media por todas las calles. »Con Jung, sin embargo, no estamos ya en la metrépoli ni en la pequefia ciudad; nos encontra- mos en la atmdsfera libre y fresca de los Alpes. El turista contrata un guia para algunas horas, 7 { ‘ pero en lo demds sélo puede confiar en si mismo y en sus propias fuerzas. Junto a él, hay rocas y tierra, y encima brilla el limpido cielo y el sol que nos proporciona energias.» Es de esta manera, poco mds 0 menos, que un médico y escritor, fervoroso admirador de Jung, caracterizé cierto dia los tres sistemas principales del moderno psicoandlisis. Al recorrer las pdgi- nas de este libro, el lector respirard sin duda esta refrescante atmésfera de los Alpes suizos, de los que es oriundo el ya desde hace mucho tiempo famoso Carlos Gustavo Jung, autor del presente libro. En una marcha ascendente, que el lector no experimentardé ni un momento como algo penoso, nos abandonaremos a la segura guia de C. G. Jung, quien orientard nuestros pasos con singular maes- tria por los laberintos ideoldgicos del psicoandli- sis, teniendo en las manos la brijula del buen sentido humano y el azadén de la critica. Llega- remos asi, poco a poco, a una alta planicie desde la cual tendremos una vision mds elevada de las teorias del psicoandlisis. TEORIA DEL PSICOANALISIS nO es ninguna exposi- cién sistemdtica del estado actual del psicoandli- sis, dividido hoy en tantas ramas y escuelas que mutuamente se combaten; contiene todos los gér- menes de las teorias que el propio C. G. Jung pro- fesa en la actualidad. Exposicion sencilla, facil- mente asequible hasta para quienes no posean una preparacidn especial para esta clase de problemas; precision de una actitud que hubo de marcar épo- ca en la historia del movimiento psicoanalitico, y vibrante polémica contra los detractores del psi. coandlisis que, de mal talante, achacaron toda cla- se de defectos a la teoria psicoanalitica: he aqui lo que es la presente obra. Jung publica la Teoria del Psicoandlisis, en su primera edicién alemana, en 1913, bajo el titulo Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen Theorie. La aparicién de este estudio marca una profunda crisis tanto para la persona del propio Jung, como para el movimiento psicoanalitico. Al escribirlo, Jung no discrepaba ain por completo (como ocurrié mds tarde, aunque en el fondo haya muchas semejanzas entre los dos) del pensamiento de su maestro Sigmund Freud. Habjase producido ya la otra gran heterodoxia en el seno de la escue- 1a freudiana, cisma atin mds fecundo y mds impor- tante de to que debia de ser luego el de Jung: Al- fredo Adler. Jung asumié todavia la presidencia del cuarto Congreso de Psicoandlisis, celebrado en Munich, pero esta participacién fue la ultima; las divergencias entre su modo de ver y el de la escue- la «oficial» Itegaron a abrir una sima entre Freud v Jung, a pesar de las vatiosas aportaciones de este tiltimo a la obra de su maestro. Sin embargo, Jung no ha lMegado nunca a alcanzar la indepen- dencia de espiritu de Adler, ni a sacudir por com- pleto el yugo del potentisimo pensamiento freu- diano. En medio de las fundamentales discrepan- cias que separaban a tos dos grandes psiquiatras vieneses, Jung creyé encontrar la misién peculiar del psicoandlisis suizo: la de mediar entre lo que le parecian dos exageraciones sectarias, y que él mismo intent6 explicar luego en su Tipoiogia psi- colégica (que tanto contribuyé a hacerle famoso), mediante unas diferencias existentes entre las secuaciones personales» de Freud y de Adler. Adler y Freud se contraponen en irreconciliable antagonismo. ¢No serian ambos igualmente exage- rados, igualmente unilaterales, habiendo reconoci- do cada uno de tos dos sdlo una parte de la ver- 9 ad dad? Y si asi fuera, eno se podrian explicar sus discrepancias por su manera de ser y su tempera- mento: introvertido el uno, extravertido el otro? Estos dos términos constituian un hallazgo y son «palabras aladas»; pero, cexplican verdaderamente las diferencias que separan a Adler de Freud? Jung se propuso salvar esta sima, para elevarse Iuego, por encima de ambos, hacia una mayor ple- nitud, hacia una verdad mds amplia que la de sus dos eminentes colegas. La Historia dird si ha lo- grado o no su propésito, pero no dudamos de que haya quienes acusen al psiquiatra suizo de un eclecticismo harto facil que representa un sacrifi cio menor que el adscribirse en cuerpo y alma a una de las dos teorias —por ejemplo— radical- mente antagénicas: sabido es que, huyendo de fd- ciles eclecticismos, somos discipulos, colaborado res de Alfredo Adler. Para medir la temperatura, disponemos de tres clases de termémetros, fabri- cados segiin Réamur, Celsius y Fahrenheit. Los tres nos sirven muy bien para medir Ia temperatu- ra, aunque con unas escalas diferentes; lo impor- tante es medir, y saber luego lo que hayamos me- dido, 0 sea lo que los grados del termémetro sig nifican en uno y otro de los sistemas. Lo mismo ocurre cuando se trata de explicar la psique del hombre: se puede proceder a nuestro examen se- grin los tres sistemas diferentes, pero no se debe olvidar nunca desde qué punto de vista hemos procedido, Asi se evitarén confusiones. Jung no es causalista como Fred, ni teologico- finalista como Adler; para él, la vida animica es «causal y final al mismo tiempo». Como se verd por las paginas que siguen, para Jung la causa de Ta neurosis no radica en los traumatismos; existen personas que, a pesar de traumatismos, no han 10 Uegado nunca a ser neurdticas, mientras que, en otras, algin traumatismo meramente imaginado condujo @ la produccién de dolencias. Si bien para Freud la represion es algo rigido que se puede edi- solvers mediante la técnica del psicoandlisi: lizar, eno quiere decir «disolvers?—, si bien, segin Adler, la neurosis desapareceria si no existiera en el paciente una falta de dnimo y valor, Jung reco- noce tanto la existencia de los «complejos» como, por otro lado, la importancia fundamental det «conflicto actual», del que nos hablard en las pé- ginas del presente libro (y en cuya importancia tanto insistiera la escuela adleriana). De esta ma- nera, Jung reconoce la determinacién psicolégica bastante menos que su consecuente continuador Alfredo Adter. La neurosis es, para Jung, la opresién de uno de los dos polos de nuestra personalidad en favor del otro. La idea de la compensacién (que ya en las teorias de Freud tiene cierta importancia, pero gue sdlo en las de Adler fue plenamente recono- cida, en el concepto de la supercompensacién) apa- rece también en Jung como el cardcter primordial de todo acontecer animico. La vida es un juego de compensaciones, un eterno vaivén, entre placer y dolor, conciencia e inconsciencia, crecimiento y disminucidn, extraversién e introversién, progre- sin y regresion, vida y muerte. Continuador importantisimo de las teorias energéticas del atma, ta libido es para Jung la por- tadora de la energia animica, un concepto andlogo al de la energia en la Fisica. Con esto, claro estd, Ia libido queda desexualizada y su concepto se amplia considerablemente, transformdndose con ello también ta nocién de ta sexualidad, que se u

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