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Días antes de que arranque la Caravana Nacional por la Paz con Justicia y
Dignidad, que partirá de la ciudad de Cuernavaca el 4 de junio y arribará a
Ciudad Juárez el 10 de junio, donde se firmará el Pacto Ciudadano por la
Paz con Justicia y Dignidad, Sicilia se refiere a la importancia de las
experiencias de autodefensa y organización indígena, como las que
actualmente se llevan a cabo en la comunidad de Cherán, Michoacán; la de
Ostula, en el mismo estado y, por supuesto, la de los Caracoles zapatistas.
Nosotros queremos construir una reserva moral, como la gran reserva que
tienen los zapatistas. La suma de la dignidad moral que llegó hasta la
ciudad de forma civil, es importantísima. Entiendo que el gobierno no quiera
visibilizar eso, con el vacío mediático y con el cerco militar. Lo que no
entiendo es que también lo haga la izquierda.
La carta oral que me enviaron los zapatistas decía que lo que acontece nos
rebasa, rebasa a la izquierda y a todos, y que venían porque tenían una
deuda moral con nosotros. Yo le diría a la izquierda: ¡Véanlos cabrones, ahí
están los zapatistas!
Los sectores más agraviados, como siempre, son los sectores más pobres. A
ellos son a los que se pueden criminalizar y borrar fácilmente. Son los que
piden justicia y se les niega, e incluso se les insulta; pero también hay otros
dolores muy fuertes en la clase empresarial: los empresarios son
susceptibles de secuestros, y eso también ha concitado la simpatía y el
apoyo -con sus asegunes-, ya que los prejuicios siempre terminan por
borrar lo esencial y lo profundo, pero también hemos encontrado a gente
muy empática, por ejemplo a Alejandro Martí, un hombre de una gran
dignidad moral.
A partir de la movilización se visibilizan los sectores agraviados que han
sido negados y criminalizados. Para ellos ha habido una doble o triple
muerte: se les mata, se les criminaliza y quedan impunes sus dolores. A los
empresarios no se les criminaliza, pero a veces también sus dolores quedan
impunes, como el caso de Eduardo Gallo, que tuvo que ir por los
delincuentes, ya que la policía simplemente no hacía su trabajo. Él los
capturó y los llevó a donde debían estar.
Para que podamos llegar a otros procesos no podemos dejar de pasar por
un Estado de derecho y democrático, ya que si lo dejamos lo que vamos a
tener es un Estado policiaco o un Estado militar y no conviene a nadie. Si
rescatamos la incipiente democracia, todos los procesos van a poder ser.
Muchos mundos, todos los mundos no, porque a veces hay unos hijos de
puta que no deberían de estar en el mundo.
Me gustaría que se llamara la Caravana del consuelo, sobre la ruta del dolor
en el horror. Tiene como base el consuelo que nos une; ese abrazarnos,
arroparnos en el amor y construir una gran fuerza ciudadana que tiene que
rehacer este país y tiene que exigir la restauración, la justicia que se le
debe a las víctimas y la justica que se le debe a la nación. Vamos allá para
construir un consenso social que nos permita presionar de manera nacional,
no por grupos, sino juntando todos los dolores, todos los agravios y
rearticular a la nación. Decir fuerte: ¡No estamos solos! Podemos hacerlo,
como lo hicieron hace 17 años los zapatistas.
Mi vida cambió totalmente, dio un giro, pero soy el mismo, sólo un poco
más público y con un compromiso moral por mi hijo, que me puso aquí. Mi
hijo ha logrado reunir todos los dolores de esta nación.
Sin todos los abrazos, las muestras de afecto, el amor que he recibido,
quizás no estaría aquí. Este país me ha abrazado mucho, han hecho mi
dolor como suyo, y eso es una hermosa gracia, que no merezco y no
merecía, que me ha permitido vivir y asumir con dignidad la muerte de mi
hijo y reivindicar su nombre.
A veces me gustaría volver a lo que era mi vida, a mis clases, mis talleres
de poesía, escribir una novela, volver a la proporción real de mi vida. Pero
ahora hay un deber, y antes de los derechos están los deberes. Mi derecho
sería volver a mi vida, pero antes de ese derecho esta mi deber con mi hijo
y lo que nombró mi hijo, lo que surgió a partir de eso.
Mi padre me decía: “la alegría reúne pero el dolor une”, y creo que es lo que
nos estamos dando y seguiremos dando. Estamos haciéndonos una de las
primeras justicias que nos habían arrancado y que nos debíamos. Estar con
la soledad de los otros se traduce en una gran comunión que se expresa en
una movilización, con los sectores más sensibles.