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Federico Lezama
Coordinador Ejecutivo Secretaría de Discapacidad
"
PROLOGO
Como tantos otros años al entrar la primavera ella camina por las calle Salto hacia
el sur. No sabe el número de puerta... sabe ir.
Va contenta. ¿Cuántas veces ha hecho este recorrido? Unas veinte quizás. Una vez
al año.
Piensa que no habrá novedades. Nunca ha dejado de percibir los cambios, ni
siquiera los pequeños matices.
Ha sido perseverante para lograr tantas cosas que la hacen sentir mucho más
segura, reconfortada. Sale al encuentro de sus familiares porque los reconoce por
su porte. Un montón de ropas negras agitándose al viento en una bicicleta le avisan
que llega la hija. Y en el teatro a los actores por su voz al igual que ubica los
programas de radio que prefiere por las voces de los periodistas. Va al cine a ver
películas en español o cuando los adelantos le muestran subtítulos con caracteres
enormes
Ya no trabaja. Está jubilada pero no pasiva. Sigue al frente de su casa. Trajina con
los nietos. También lee, se capacita, Ha hecho nuevos amigos, entrañables,
sorprendentes.
Ha construido esto a lo largo de toda su vida. Como dice aquella canción "...un
pasito pa’ lante, un pasito pa’ tras..."
Fracasos y lágrimas alternados con sucesos y alegrías. En su mochila muchas
herramientas y estrategias la acompañan. Hay veces que su pericia le arranca una
sonrisa. Ya no se inhibe para valerse del monóculo de ocho aumentos, del bastón
verde, de todos esos anteojos que atesora en la cartera con muchas, muchas
reparticiones. Soporta las miradas cuestionadoras. Recibe con alegría la solidaridad
de los que se conmueven para ayudarla. Cuenta con su familia. Contó con sus
compañeros de trabajo. Todas sus responsabilidades logradas por concurso. Sonríe
recordando con que tranquilidad se postuló para el último. ¡No tenía prueba de
dactilografía!...
Victoria Cortazzo
"MIRADA RETROSPECTIVA"
Me llamo Banca Rodríguez Sosa, tengo 38 años. Y esta es una mirada retrospectiva
desde esta discapacidad con la cual convivo desde mi nacimiento. Mi madre a quien
no conocí, falleció después del parto, tenía 42 años y mi padre 50, para entonces
ya habían procreado 4 hijos, 3 varones y una mujer, siendo yo la quinta hija de
Don Jorge y Doña Blanca Nieves.
Naci por fórceps, lo que sumado a complicaciones durante el embarazo y en el
parto derivo en que una parálisis cerebral me acompañara de por vida. Mi primera
infancia fue muy difícil, ya que la falta de coordinación no permitía que pudiera
llevarme la comida a la boca y sentarme correctamente. Aprender a caminar fue
todo un desafío para mi padre, hermanos y sobre todo para mi hermana que
asumió un rol maternal que siempre agradeceré. Con el tiempo ella se caso, tuvo
su primera hija, durante casi cuatro años mi compañera de juegos. Cuando jugaba
con otros niños, me preguntaba porque eran diferentes a mi creía que ellos eran los
que tenían problemas y no yo.
Cuando tenía 4 años mi padre volvió a casarse y contrato a una mujer que pudiera
atenderme y ayudarme en la rehabilitación, esto fue un cambio significativo en mi
calidad de vida. Nos mudamos a la ciudad de Mercedes y mi hermana dio a luz su
segunda hija, a partir de ese momento la esposa de mi padre, enfermera, con gran
cariño y comprensión fue quien marco mi vida hasta su desaparición física. Allí en la
capital de Soriano asistí a una escuela especial donde curse primaria, lo que
sumado a la ayuda de Nelly, mi madrastra, hizo que mi padre se convenciera que
mi parálisis cerebral me había afectado la motricidad pero no a nivel cerebral como
el pensaba.
Desde mi nacimiento hice un periplo por psicólogos, y especialistas de todo tipo en
el Pereira Rossel, para ayudarme a caminar y mejorar mi dicción, algo que todavía
hoy se me complica, así como la caligrafía.
Cuando tenía 13 años volvimos a Montevideo, concurrí a la escuela Roosevelt y
luego a diferentes instituciones para personas con discapacidad. A los 20 años fui a
la escuela nocturna y después al liceo de adultos. Gracias a compañeros que me
ayudaban fui quemando etapas y progresando paulatinamente. Hice cursos de
portugués, Operador PC y Auxiliar de Técnico en Discapacidad por medio del INJU.
De a poco me fui involucrando en el tema y colaborando con varias ONGs, merced
a dichas actividades conseguí trabajo en un conocido cotolengo que atiende a
personas con discapacidades de un amplio espectro de edades. Estuve un año, fue
el único trabajo que tuve a los 26 años. A partir de ahí me he presentado en cuanto
llamado para personas con discapacidad se han hecho a nivel público y privado
pero nunca tuve la oportunidad de un trabajo digno.
Vivía con mi padre y por eso no tenía derecho a la pensión por discapacidad pues
un artículo perverso del acto institucional 9 de 1979 decía que la familia está
obligada a mantener al discapacitado. A consecuencia de esto lamentablemente
muchas personas con discapacidad se vieron impedidos de mejora su calidad de
vida, pasando hambre y humillaciones de todo tipo en manos de sus familias.
Muchos obtuvieron su pensión falseando datos ya que no les quedaba otro camino.
Esa es una de las tantas vicisitudes de ser discapacitado en nuestro país, le sigue el
transporte público inadecuado, la inaccesibilidad de los edificios públicos y privados.
Tímidamente veo que se empiezan a construir rampas en algunos puntos de la
ciudad y edificios. Los que estamos de este lado nos alegramos, pero todo va tan
lento…
Volviendo a mi vida, la sobreprotección de mi padre hizo difícil que pudiera tener
novio, pero a escondidas llegue a experimentar lo gratificante que es disfrutar de la
compañía de alguien del sexo opuesto. Pero mis expectativas nunca se colmaron y
ese es otro aspecto gris en el que nos encasillan a las personas con discapacidad,
fundamentalmente a las mujeres, ya que nos consideran enfermas, condenadas a
una vida oscura llena de momentos de depresión.
Un dia me puse a escribir poemas y encontré así una forma de hacer frente a la
depresión y la soledad.
Mi padre volvió a casarse y mi vida se convirtió en un infierno pues “esta señora”
desde el principio mostró fastidio hacia mí y puso a mi padre en mi contra, logro
convertirme en la sirvienta. Fueron siete años que parecieron siglos. Después de a
poco con mi padre fuimos reconstruyendo el vínculo. Tuvo un accidente y quedo
con amnesia temporal, mis hermanos se turnaron para cuidarlo ya que yo me vi
superada por la situación. Pasaron meses hasta su completa recuperación y yo me
preguntaba qué sería de mí si mi padre desapareciera, ya que sin pensión, sin
trabajo sin la vivienda a mi nombre, mi destino sería vivir de agregada con alguien
de mi familia. Pero la vida tenía para mi momentos mejores. Colaborando en una
ONG conocí al hombre que hoy es mi marido. El conducía un programa radial
vinculado a la discapacidad, hubo buena onda desde el principio, me sentía segura
a su lado. Habló con mi padre que lo aceptó muy bien y luego de 6 meses de
noviazgo nos fuimos a vivir juntos y puedo decir que hace más de dos años que me
siento plenamente realizada como mujer. Se hizo realidad lo que escribí en uno de
mis poemas titulado:
“Camina conmigo”
Ven amigo mío, camina conmigo
no tengas miedo, eres mi amigo,
ven la vida pasará ya lo verás
vivamos juntos lo que vendrá
y no mires hacia atrás.
Hoy es un buen día para contar mi historia, la historia de Alicia Díaz. Una historias
con la que muchos podrían identificarse.
Mi infancia, fue hermosa, vivía en el campo era traviesa, mi abuela Pabla me
señalaba con el dedo porque no hacia caso, mi papa me decía que hacia hablando
sola con la pared, porque a mi me gustaba hablar
Recuerdo subirme al árbol que estaba atrás de mi casa, me encantaba; pasaba las
horas escribiendo canciones mientras mis hermanos jugaban en frente de nuestra
casa, pero yo era diferente buscaba cosas diferentes
Al levantarme me aprontaba para ir a estudiar con mis colitas bien apretadas y mis
anteojos muy gruesos, mis compañeros me llamaban “anteojitos” era muy fea con
esos lentes y nadie me iba a mirar. Me recorría tres kilómetros para llegar a la
escuela. Por mis ojos, tenía que estar cerca del pizarrón, como si estuviera en
penitencia.
Cuando todos dormían me escapaba por la ventana a recoger bichitos de luz para
tenerlos cerca de mi cama y así soñar con las princesas y volar en hamacas, era
perfecto, hasta hoy lo hago, cada hamaca que encuentro vuelo por los aires.
Recuerdo un director que me tiraba las orejas cada vez que me portaba mal en el
recreo, por eso será que me duelen hasta el día de hoy.
Algunas veces nos íbamos de nuestra casa a trabajar con mis padres en los campos
cercanos, la bodega San José, cuantas tardes trabaje recogiendo uva, con solo siete
años cargando cajones muy grandes dejarlos en la esquina del viñedo.
También recorrimos el país, porque mis padres eran cocineros para los judíos,
salíamos del club Juventud hacía Kiyú.
Mi madre fue mujer del campo trabajando la tierra con sus pañuelos en la cabeza.
Un día me contó que iba a ser reina de la vendimia pero el padre no la dejo.
Mi infancia fue intensa de juegos de trabajar pero me dificultaban los ojos, los
médicos siempre le decían a mi madre que la miopía aumentaría, mi madre
también sufría de lo mismo pero ella siempre prefirió andar así. Le pedía a mi
hermana mayor que la acompañara.
Fui escolta de la bandera de Artigas. Fue emocionante ese día en la escuela yo me
escondía detrás del la bandera para que la gente no me viera con los lentes feos y
gordos, en fin los ojos siempre me detenían para seguir la vida solo encontraba en
la naturaleza eso que la gente no me daba, seguridad de mi en cuanto a mi
problema visual.
Siempre que vemos algo diferente miramos y nos asombramos.
Después de recorrer el territorio buscando formas de vida volvimos al rancho de
progreso, lugar especial para mí hasta hoy.
Cuando tenía 14 años tuvimos que emigrar para Montevideo, mis padres no nos
dejaron hacer el liceo, vinimos a vivir en una pensión de la calle Pablo de María,
todos en una pieza. Yo era una gran canaria como se dice a los que venimos de
afuera, era un bicho feo con esos lentes y el acento paisano.
Mi padre se puso a trabajar en cuero era artesano, yo también hacia artesanías y
mi madre salía con mi hermana a vender. Un día mi madre hablo con un señor
para que nos diera trabajo a mi hermana y a mi yo tenía 16 años el trabajo no me
gustaba, pero lo tenía que hacer para sostener al hogar. A los seis meses de
trabajar el BPS me dio algo muy especial: los lentes de contacto, no se imaginan lo
que sentí, lo primero que hice fue mirar el cielo parecía como si cayera un manto
celeste sobre mis ojos eso si que no lo olvidare, cambio mi vida ya no fui
“anteojitos” ni fea fui hermosa y podía ver fue y es grandioso.
Teniendo esta patología se pierde lo que una mujer quiere ser, pintarse los labios,
los ojos, la perfección de una identidad con la cual soñamos las mujeres. Si la
pantalla de nuestros ojos está oscura no alcanza nuestros sueños.
Soy de esas personas que no quiero ser una carga quiero hacer cosas por la
sociedad.
Me enamore como toda joven también llore y sufrí por amor pero eran emociones
diferentes. Tiempo después tuve desprendimiento de retina, mi padre me curaba
había que esperar la recuperación
No podía hacer ningún esfuerzo, ni bailar nada fue como si me hubiesen puesto en
una cajita de cristal eso era lo que decían los médicos, entonces me hice vendedora
era lo que mas me gustaba poder trabajar con la gente descubrir sus vidas,
recuerdo que mi encargado decía que no hablara tanto porque mis compañeros se
quedaban sin clientes, la gente me escuchaba les gustaba como yo los atendía.
Tiempo después conocí al hombre que me daría tres hijos maravillosos, llego el día
de formar mi familia, nació nuestra primera hija, fue el mundo en mis manos. Tenía
que aprender a ser mama como agarrarla, como darle la teta y aprendí.
En 1996 me jubilaron por discapacidad, teníamos problemas económicos no era
fácil nuestra situación pero igual nació nuestro segundo hijo Mathias.
Tuve que pasar por otra operación. La vida fue cambiando, preocupaciones
económicas, emocionales, mi esposo quedo sin trabajo, la crisis del 2002. ¿Qué
íbamos hacer? Yo con mi pobre jubilación y el sin trabajo.
Fuertes discusiones y poca comprensión era lo que existía en nuestro hogar.
Me enferme del único ojo que veía me lo tuvieron que tapar pero a los dos días me
quite el parche tenia que ir a trabajar para sostener a mi familia.
Mi esposo tiempo más tarde consiguió trabajo en la policía, teníamos el desalojo,
intente hablar en el BPS pero, muchas burocracias y poca ayuda para un
discapacitado.
Era de loco los médicos que me decían que tengo que cuidarme y yo que arrasaba
con el mundo para encontrar una solución habitacional.
Un día escuche en la tele sobre los consejos vecinales sentí que era mi única
oportunidad de hacer y de demostrar que era capaz de hacer cosas por el prójimo,
me postule, no saben qué campaña me hice como si fuera las elecciones nacionales
y hoy soy Concejala y sigo luchando por mi discapacidad, lograr ser concejala me
ayuda en lo espiritual pero sigo apostando por un trabajo remunerado.
En el Uruguay falta mucho por que cambiar en cuanto a derechos y oportunidades
de las Personas con Discapacidad, es la población más vulnerable, con algunos
cambios en diferentes ámbitos políticos sociales etc. lograríamos mejor calidad de
vida.
El mundo esta discapacitado la tierra esta enferma, la individualidad el egoísmo el
acaparamiento de poder hace que transfiramos a nuestros jóvenes lo incapaces que
somos para destruir las injusticias acumuladas con el pasar de tiempo.
“UNA DISCAPACIDAD QUE PUDO EVITARSE..."
Hola, soy Alicia Cagnani. Tengo 50 años y la vida arruinada por un enfisema
pulmonar, producto de años de adicción al tabaco. Si, tal cual, quedé discapacitada
por fumar. Quisiera poder contar algo lindo, o al menos de una manera menos
cruda, pero si lo hiciera, estaría mintiendo y fomentando la ignorancia y sus
consecuencias. Lo digo por experiencia propia, que si me hubiesen hablado claro,
sin rodeos y con TODA la verdad, es posible que mi realidad actual fuera otra.
Ese es el motivo de que esté escribiendo mi historia, mostrando mi triste realidad,
con el solo propósito de evitarle a otros lo que me pasó a mí, que por cierto no se
lo deseo a nadie.
El enfisema pulmonar es una enfermedad incurable e irreversible, donde los
alvéolos (que son como globitos donde se produce el intercambio de oxígeno dentro
del pulmón) se expanden más de lo debido y no vuelven a la normalidad. Se
deterioran y destruyen, dificultando la respiración y provocando falta de aire. En
consecuencia, el oxígeno que hay en el aire resulta insuficiente y hay que recurrir a
oxígeno puro (el de los tanques) ante cualquier esfuerzo. Debo aclarar que el
enfisema no se produce de un día para otro, sino que es una enfermedad lenta y
progresiva. Tan lenta que uno no se da cuenta de lo que le está pasando hasta que
es demasiado tarde, y la mayoría de las veces es provocado por el humo del
cigarrillo.
De mas está decir que fueron incontables las veces que me dijeron que dejara de
fumar. Lo que nadie me dijo y jamás imaginé fueron las verdaderas, tristes y
graves consecuencias del fumar. Se sabe que el cigarrillo es malo, pero nadie se
imagina hasta que punto, salvo que se haya visto el problema en alguna persona
allegada o que, de casualidad, se encuentre en la calle a alguien cargando un
pequeño tanque de oxígeno y aspirándolo por una cánula y le explique por qué
está así.
Por supuesto que las probabilidades de que se dé esta última situación son muy
escasas, y hay una serie de razones para ello. En primer lugar, porque algo tan
simple como caminar unas pocas cuadras, significa un gran esfuerzo que no
siempre se está en condiciones de hacer. A la vez, para hacer el ejercicio mas
llevadero y que la persona esté tranquila de que no se va a desplomar por falta de
oxígeno, se necesita tener los llamados “tanques de traslado”, que son tanques
portátiles que las mutualistas en general no proveen y es el paciente quien tiene
que encargarse de conseguirlo y costearlo (y no todos pueden hacerlo). Aún cuando
se dan estas condiciones, y esto lo digo por mi propia experiencia, los adultos, ya
sea por pudor, respeto, miedo o lo que sea, no se animan a preguntarle al oxígeno
dependiente por que le pasó lo que le pasó. Son los niños los que no tienen esos
prejuicios y preguntan los por que y para que.
Siempre les respondo con la verdad, acorde a su edad, y creo sinceramente que
entienden y que lo van a tener en cuenta en su futuro, no porque yo lo diga, sino
por lo impresionados que quedan ante lo que están viendo y, como hablamos, no
les gustaría tener que “andar como yo”, con “cañitos” en la nariz y esas cosas.
Las limitaciones que provoca el enfisema son múltiples y muy variadas. Actividades
cotidianas tales como caminar, correr, subir escaleras, lavar pisos, cocinar y
ducharse son un problema. En caso de querer viajar, lo primero a tener en cuenta
es el traslado de los tanques de oxígeno necesarios y no se puede viajar en avión
por la compresión en los pulmones. Bailar, algo que a mi tanto me gustaba,
tampoco se puede porque uno se queda sin aire. Y lo peor de todo, al menos para
mi, es que me jubilaron por incapacidad. Trabajaba de chofer de taxi. Pasaba horas
en la calle, manejando (una de las cosas que mas me gustó hacer siempre) y
tratando con público para todos los gustos (lo que disfrutaba mucho). Eso lo perdí y
no lo voy a tener mas, igual que las otras cosas que mencioné. Por lo tanto, como
si el problema físico fuera poco, vivo sumida en la tristeza, no por lo que hice, sino
por lo que me quedó pendiente y no va a poder ser nunca más.
Siempre fomenté la independencia personal y la económica, y ahora no tengo ni
una ni la otra. Gasto miles de pesos mensuales en medicamentos y el Estado,
luego de haber aportado como corresponde, sea por DISSE o por jubilación, cuando
mas lo necesito, me paga cifras que son limosnas vergonzosas, para nada acorde a
lo que aportaba trabajando y a mis necesidades actuales.
Es obvio que estoy triste, amargada y resentida, y a pesar de estar tratada por
siquiatra, sicóloga y demás, dudo mucho que algún día llegue a aceptar mi
situación. La vida como la conocí, para mí ya no existe y soy el polo opuesto a lo
que era antes de caer enferma.
No mentí al comienzo cuando dije que mi historia iba a ser triste y cruda, pero tú,
que la leíste, tenés una ventaja sobre mí. Es la información, y espero sepas
aprovecharla. No te arruines la vida como lo hice yo, porque cuando el daño está
hecho, por más que te lamentes, no hay vuelta atrás. Para finalizar, quiero hacerte
un “último” pedido:
No permitas que te queden cosas pendientes. Todo tiene un momento, y si lo dejas
pasar puedes perderlo para siempre.
Me despido deseándote lo mejor y con la esperanza de que mi experiencia te sea
útil. Un beso grande.
"MATICES"
Hola soy Julia voy a intentar contarte un poquito de mi vida tan llena de matices
que no te puedo decir si fue toda buena o toda mala; lo bueno de todo esto es que
soy feliz y le doy gracias a Dios por haberme dado la fuerza, la energía para salir
adelante.
Tengo una secuela de polio, me dio a los nueve meses, te podes imaginar. Aprendí
a caminar a los 5 años, operación tras operación, logré caminar de nuevo a los 12
años (con los esfuerzos de mi vieja que no bajó los brazos) pero no fue un
impedimento para estudiar. Yo estudiaba en casa y me llevaban a rendir exámenes,
y Salí de primaria con muchas amigas y otras no; porque creían que era feo
juntarse conmigo y se burlaban como caminaba: me dolía, lloraba pero no me
gustaba que mi mamá y mis hermanas me vieran. Porque eran capaces de salir a
buscarlas.
Yo me las arreglaba solas con ellas, les pegaba y les decía que lo mío con una
operación lo arreglaba. Pero ellas eran feas y tan feas que no lo arreglaban con
nada y las tenía cortita, y muchas cosas mas que nos pasan a los niños con
discapacidad; los niños son crueles, pero dejemos de lado la niñez y pasamos un
poquito a la adolescencia, duele porque ya somos más conscientes de nuestra
discapacidad, y el bajón es mayor. Es la edad de la vergüenza, es que me creía
más fea que todas y no salía, y cuando me miraba un chico, me quería morir,
pensaba que siempre me miraban las piernas y me encerraba y lloraba (no me
gusta que me vean llorar). Pasé un tiempo largo, luchando con mis bajones y
empecé a abrir la puerta despacito y empece a ver otro mundo no tan feo, no tan
cruel.
Puedo contar tantas cosas de cada etapa dolorosas, graciosas, y todas me
ayudaron a crecer y a superar los obstáculos de mi vida; mi niñez.
La adolescencia mi etapa de mujer discapacitada porque aunque ustedes no lo
crean ha sido la mas linda. Es hermosa tengo un marido que me quiere mucho, me
cuida y construimos un mundo maravilloso con dos hijos: un varón y una nena.
Ellos han sido el motor de nuestras vidas.
De ser una estudiante pasé a ser una trabajadora con miles de problemas y
obstáculos; yo no sabia cocinar tuve que aprender de apuro y pase a ser una
esposa común con una discapacidad. Necesitaba trabajar, un día vi un cartel que
decía “Se precisan tejedoras”, me presenté y me aceptaron pero yo no sabía tejer
y me dieron agujas y lanas y me pidieron que les hiciera una muestra. Vine a casa
y hablé con mi suegra que me enseñará, tenía cuatro días para aprender: bueno lo
hice y me salió bastante bien, pero se necesitaba rapidez y yo no la tenía… ¿Qué
hice? Me fui casa por casa de mi barrio preguntando quién sabía tejer, y encontré
varias señoras, a mí me pagaban $10, yo les pagaba $7 y tenía tiempo para
aprender bien, y llegué a tener una empresita.
Pero tampoco era fácil para mí porque yo tenía que viajar con las bolsas de lanas y
mi bebe, que no podía dejárselo a mi marido porque el trabajaba en una fábrica y
ganaba muy poquito así que salía con mi bebe y era una odisea para que me dieran
el asiento que en realidad me correspondía, porque yo tenía mi carnet de
discapacitada pero no me
servía de nada. Un guarda me llegó a decir que le dijera a mi marido que me
comprara un auto y que no molestara, que me corriera para atrás y, otros me
hacían parar, cuando les decía que era discapacitada y les mostraba el carnet me
insultaban. Y así nunca más pedí nada y viajaba parada y pagaba mi pasaje. Fui a
la Intendencia y entregué el carnet. La gente no entendía ni entiende que mi
discapacidad no se veía en la cara, esa etapa fue brava.
Aparte de traer las lanas tenía que ocuparme de mis hijos, llevarlos al médico y
muchas cosas mas que me requerían andar en ómnibus y llegué a llorar porque me
hacían sentir muy mal, aunque yo no tengo la culpa de tener que depender de más
cosas para caminar y afirmarme que ellas; pero también entendí que los demás no
tienen que tolerarnos si no tienen ganas, si respetarnos y el entorno estar
adecuado para facilitar la vida de TOD@S.
Pero bueno, cada día que pasaba tenía más fuerza, y me salían las cosas mejor,
solo necesitaba más tiempo pero me resultaban y mejor que a otras. Se enojaban
mis amigas, pero es parte del aprendizaje y no solo por la discapacidad.
Para terminar te cuento que yo no sabía hacer ni un puchero y pedía recetas, hice
tanto desastre con la comida, pero aprendí y dicen en mi entorno que cocino bien.
Hace más de 20 años cuando tenía tan sólo 21 años, abracé la vida con fuerzas
propias y fuerzas ajenas, buscando sobrevivir más allá de todo y de todos. Fuimos
muchos que estuvimos unidos en la misma causa, mi familia toda, los médicos, yo,
Dios tendiéndonos su mano, y la esperanza, y realmente lo logramos.
Me llamo Lucy Saravia, nací en el interior del país, y tuve una vida normal, sin
ninguna complicación hasta que el 1º de setiembre de 1987, fuí afectada por una
supuesta congestión, que al cabo de 10 días se manifestó como lo que realmente
era desde el principio una Embolia Pulmonar, que derivó en un Trombosis Venosa
Profunda.
Esta terrible complicación me dejó la pierna izquierda hinchada, y sin signos vitales,
así fui trasladada con urgencia a Montevideo, con un panorama oscuro, llegué casi
sin pulso, me mantuvieron en observación, lo recuerdo todo, ya que no perdí el
conocimiento en ningún momento.
Lo que no sabía, era que había una causa que no se podía encontrar, volúmenes de
sangre que se iban y no se sabía a dónde, una infección generalizada que ponía en
riesgo todo, y una búsqueda incesante de un equipo médico que no bajó los brazos
nunca, ni aun cuando lo único que quedaba era traer un equipo de Francia, para
poder estudiar las venas por dentro, pero demoraba un mes, lo demás estaba todo
hecho.
No podemos detenernos porque sos muy joven, decían, hasta que un sábado una
hematóloga me dijo: Voy a pasar el día contigo para hacer algunos estudios que
muy rara vez dan positivo pero es necesario hacerlos para descartar, analizó la
Antitrombina III, y otros factores de la coagulación; estudios comunes hoy en día.
Los resultados? Déficit de antitrombina III en un 50%, la causa de todo estaba al
descubierto, conocido el déficit, comienzan a administrar la medicación
anticoagulante, y el cuadro clínico mejora.
Pasados 6 meses el futuro fue llegando, me fui levantando, diferente a como había
llegado, adecuando una manera nueva de transitar, aprendiendo a caminar otra
vez, sólo que ésta vez con muletas, pero con ganas de continuar, de sortear
obstáculos, con el inmenso e incondicional apoyo de mi familia y mis amigos.
Hola, soy Zully, tengo 53 años y estoy casada con Ángel Minoli hace 35 años soy
muy feliz porque como pareja hemos pasado por muchas situaciones difíciles y
siempre nos mantuvimos unidos; nos gustan las mismas cosas, además tenemos
una conexión, que hasta los de afuera se dan cuenta, nos amamos esa es nuestra
verdad.
Tenemos dos hermosos hijos Ignacio de 34 años y Marité de 23. Los dos solteros y
viven con nosotros.
Vivimos en el glorioso barrio de la Teja es un barrio muy unido, nos cuidamos, en el
verano nos sentamos en la vereda a charlar y compartir algún mate y aunque
algunos ya no están siempre los recordamos.
Fui funcionaria de Primaria trabajando en escuelas para Discapacitados
Intelectuales durante 29 años y hoy me encuentro con una pre jubilación. Durante
muchos de estos años realice la tareas administrativa.
En el 2004 más exactamente en el mes de julio perdí la visión de mi ojo izquierdo,
y en agosto el derecho manteniendo en este visión de bulto y luz. Ante esto
empecé los trámites para mi ingreso en el Instituto Tiburcio Cachón para personas
ciegas y de baja visión; lo cual se hizo en el mes de octubre, entre medio de esto
consulte con parte de los oftalmólogos del S.M.I. y también particulares por lo cual
tuvimos que meternos en préstamos para poder pagarlos, pero el diagnostico era el
mismo, también una amiga se llevo mis estudios a España; le dijeron que por el
momento no había solución.
Empecé mi rehabilitación siendo recibida muy bien, tanto por el equipo de
profesores, como por mis pares. Tanto que con algunos nos seguimos viendo,
compartiendo asados, salidas e incluso fuimos a San José al campeonato de Torvol
(juego que se realiza con una pelota sonora), también me asocie a la UNCU (Unión
Nacional de Ciegos del Uruguay).
En el Instituto aprendí tanto a pintarme las uñas, como a pegar un botón, tender
una cama y cocinar para el beneplácito de mi familia y amigos que dicen que ahora
si cocino bien.
Aprendí a usar el bastón guía para así poder moverme con libertad. Sebastián
Calistro profesor de orientación y movilidad me enseño a andar en la calle, en esta
selva yo tenía mis miedos, pero el me dio confianza tanta que al que le dieron un
tirón de orejas fue a Ángel, que las primeras veces me seguía y yo me daba cuenta,
él tenía pánico de que me pisaran o me cayera. Adquirí tanta confianza que tomaba
dos ómnibus solo para acompañar a una amiga. Fue una etapa que cambio
nuestras vidas, no solo la mía, sino también la de mi familia.
Hice un curso de operador PC, aprendí a leer y escribir en Braille todo era para
poder reintegrarme a trabajar; cosa que hice en noviembre del 2005 en la escuela
198 para Discapacitados Visuales.
En marzo del 2006 ya empezadas las clases hice mi primera hemiplejia y luego otra
llegando a seis por lo cual volví locos a los médicos, que tuvieron que realizar una
junta médica y me pasaron con una hematóloga y luego de varios análisis el
diagnostico fue; Síndrome Antifofolipídico además de la diabetes e hipertensión.
Como resultado tuve que aprender a hablar, deglutir, tragar con la ayuda de una
foníatra. Gracias a Fernando Buccino mi Fisioterapeuta, que ya es un miembro más
de la familia, tengo una autonomía de dos metros sin ayuda, para distancias más
largas uso la silla de ruedas. También cuento en la sociedad con un buen soporte
médico: neurólogo, cardiólogo, endocrinólogo, hematólogo, etc.
Sé que los caminos son largos y a veces muy dolorosos pero tener una familia y
buenos amigos ayuda mucho, a veces me ponen de ejemplo. Pero yo creo que no
soy la única porque hay miles de mujeres que como han pasado por esto y por
mucho más.
Pero lo que si rescato es que me dejó muchas enseñanzas, como darle importancia
a mis otros sentidos, a percibir los silencios, a escuchar no solo los ruidos del
tránsito, sino del viento, del mar, los pájaros, los perfumes, el amor, algo tan
importante.
Esta soy yo, tan distinta e igual a la otra que sembró y ahora está cosechando.
"ROSA MÍSTICA... MILAGRO DE VIDA"
Lo que escribo es una síntesis de una determinada visión del Parkinson, por cierto
que quedan muchas vivencias por el camino, o quizás pienso luego de leer
nuevamente este trabajo, que dicha síntesis contiene reflexiones y afirmaciones
que son las que más me impactaron.
Me llamo Marina, nací en el Departamento de Salto, tengo 59 años y hace diez
que me diagnosticaron la Enfermedad de Parkinson. Cursé la licenciatura de
Ciencias Históricas opción investigación Vivía con mi madre que nunca aceptó la
enfermedad, delante de ella no se permitía hablar del Parkinson.
Recuerdo como empezó el Parkinson, medio en broma, medio en serio. Nadie
espera que se le mueva un dedo, tampoco a mí .Pasé por el trabajo de Irene y le
comenté: ”me pasa algo insólito, se mueve mi dedo mayor de la mano derecha” y
se lo mostré para que no quedaran dudas de mi observación. Irene comentó “estás
loca mujer que va a ser” y no se que le contesté. Las dos marcamos silencio y
mirábamos como extasiadas ese dedo que bailaba atrevidamente, como burlándose
de nuestra inocencia e Irene no tuvo mejor idea que echarse a reír
descaradamente. Parecía que rugía todo y luego la acompañe con una risa. Salí
más distendida. A los pocos días los demás dedos comenzaron a bailar, nadie
lograba detenerlos y ellos fanáticamente parecía que disfrutaban de la situación.
Una calurosa tarde de verano decidí salir a caminar, y como una casualidad no
puedo discernirlo claramente camino presurosa y doblo, como si algo me estuviera
esperando o insólitamente llamando, no sé, por la calle Charrúa, atónita me paré
ante una vieja casa de balcones donde rezaba Ana Pereira – Neuróloga y pensé,
esto es lo que necesito. Entré a aquel recinto vacío y frío y pedí horas solicitando
que fuera lo más rápido posible.
El día indicado, las piernas me temblaban bastante llegué a la vieja y prolija
casona de cómodos sillones de estilo, había otros pacientes, nos miramos y nos
saludamos con un buenas tardes y cada tanto nos mirábamos con una sonrisa.
La médica parecía tener más edad de la que a mi parecer tendría, dulce con una
sonrisa amplia le expliqué el caso y me recomendó un estudio fisiológico. Yo que
todo pregunto salí con la indicación solicitada. Me pregunté porque no había
solicitado una explicación de dicho estudio.
A la hora y día indicados entré en la Clínica, y el doctor muy parco solicitó
autorización escrita para hacerme el famoso estudio. Ya la cosa cambiaba: ¿porque
debía ratificar mi consentimiento? La clínica estaba vacía, por suerte y lo encaré
para que me explicara en que consentía el mismo, el galeno permanecía indiferente
ante mi pregunta, nada decía; y si algún día tuve el valor de salir corriendo de la
sala de operaciones, esto me resultaría más sencillo, me levantaba y me iba. Pero
no, cuando el cretino me pinchó una pierna y le pasó electricidad; empecé a gritar
sin parar que me quería ir y el desgraciado seguía con su aguja eléctrica por otra
parte, tal escándalo decidí armar, que las enfermeras trataban de tranquilizarme, y
luego pensé, con el alboroto que armé como tendría el valor de salir y mirar a otros
pacientes, pero el destino me jugó una buena pasada, no había nadie.
Cuando me entregaron el estudio fisiológico, con el diagnóstico que marcaba la
presunción de tener un Parkinson idiopático o adquirido. Salí corriendo del
consultorio y fui caminando por las calles sin parar de llorar. Llegué a mi casa y lo
comenté a mamá, me dijo imposible, es una enfermedad de viejos.
Hoy después de haber leído varios libros confirmo que hay jóvenes de 20 años con
dicha enfermedad.
Lo único que necesitaba era que me entendieran, no que me dijeran que no tenía la
enfermedad, sino el apoyo incondicional de tratar de calmar la angustia que no
cesaba. Como no encontraba la ayuda que espiritualmente necesitaba, me anoté en
el Foro de la Universidad Complutense sita en Madrid, España. Allí aprendí mucho,
no difería mayormente con lo que pasaba en Uruguay en relación al nivel médico.
Fueron años muy duros, me temblaba la mano constantemente al punto que no
podía escribir y menos aún firmar .Como podía lograr que en un banco me
entendieran, si no podía articular palabras; me venía a la mente todo lo que pasaba
en mi casa y empecé a sentir un miedo terrible, vivía con miedos y con ellos
empezaron los ataques de pánico.
Trataba de calmarme, un imposible, cuando en alguna ocasión lo lograba salía
sonriente como una niña y me decía si hoy pude, pero la mayoría de las veces no…
Después de años de psicólogos, psiquiatras, neurólogos, la palabra era hay que
aceptar la enfermedad, que fácil la encuentro ahora y que complicado era esconder
las manos, no salir, solamente lo necesario y no parar de llorar.
Empecé a concurrir a la Asociación Uruguaya de Parkinson y por primera vez
comprendí que parte de lo que me pasaba también le sucedía a los demás
compañeros, encontré el apoyo que necesitaba, el calor y también compartir
angustias y empecé a ver el Parkinson desde otro ángulo.
En la actualidad presido la Asociación, hecho que personalmente me enorgullece.
Encontrarse con otras personas es muy conveniente para compartir información y
dudas y para conocer la enfermedad y mejorar la calidad de vida
En general los médicos definen al Parkinson como una enfermedad
neurodegenerativa, progresiva y que no tiene cura entre otras características, pero
pienso que va mas allá de una simple definición. Podemos decir en general que nos
cambia la vida, y en algunos casos es tan verídica que hay personas que admiten
que desde que tienen la enfermedad ven la vida de otra manera y suelen cambiar
sus valoraciones sobre el bien y el mal, teniendo que adaptarse a los cambios de su
condición física, que se producen en cuestión de años, meses y aún en el mismo
día.
Creo que lo más difícil de superar es la pasividad del cuerpo médico, el
grado de indiferencia y frialdad al plantearte que tenés Parkinson y entonces el
paciente no quiere salir, permanece aislado del mundo, porque no acepta lo que le
está pasando y más aún cuando la familia no apoya.
Esta enfermedad también tiene mucho de emocional. Pero lo cierto es que vamos
perdiendo amigos porque no podemos ir al mismo ritmo, también la familia te aísla
y en muchos casos también te dan la espalda los amores.
Mi juventud
Mi juventud fue uno de los períodos más hermosos que pasé. Con mis amigas
solíamos ir a bailar todos los fines de semana o íbamos a cumpleaños.
Disfrutábamos bailando, a pesar de mi timidez, no me perdía nada.
También había tomado clases de gimnasia y caminaba sin cansarme cuadras y
cuadras.
Fue una etapa realmente feliz. Y ahora cuando compruebo lo que me cuesta
caminar una cuadra o bailar sinceramente me resulta increíble aceptarlo.
Había fallecido mi padre y realmente me sentía mal, una tía me impulsó a pintar
artesanías. Al principio no estaba muy convencida, luego conformé una pequeña
empresa con una amiga y nos iba muy bien. Ese don de pintar que adquirí lo
conservo hasta la fecha, sigo produciendo a menor escala pero con el mismo
impulso que al principio.
Cuando comparo esa época y la actual, todo lo que hacía, la movilidad me
pregunto cómo puedo tener una enfermedad que me limite tanto.
Muchas veces pienso que me dio de positivo la Enfermedad de Parkinson, y creo
que siempre hay que ser objetivo para valorar este aspecto, y confieso que me ha
dado tanta fuerza que he perdido mi timidez, para salir a pelear por los mis
derechos y los de todos los enfermos.
Los amigos
Al principio fue muy difícil compartir mi “secreto” con ellos, por un lado la presión
familiar que ejercía una fuerte coacción y por el otro la necesidad personal de
compartir una situación que no tenía porque ocultarlo, tarde o temprano lo
percibirían y me desgastaba mucho esta situación.
Finalmente lo dije, encontré comprensión, pero no puedo discernir si los problemas
en general que tenemos todos los alejaron un poco de mi o realmente les ha
costado seguir mi lento caminar. Sinceramente prefiero pensar lo primero, porque
siempre me demostraron afecto y solidaridad y lo hemos hablado abiertamente sin
miedos ni vergüenza.
La madurez
Es otra etapa importante, no sólo porque fue la época en que me diagnosticaron el
PK, sino porque había asumido opciones fundamentales; no me había casado,
porque no encontré el hombre con quien compartir mi vida, también decidí no tener
hijos. Me dediqué a estudiar, trabajar y pintar.
Más tarde con la menopausia pensé que iba a vivir los malestares propios como los
tenían la mayoría de mis amigas, todo lo contrario, fue una etapa más que grata.
Podía disfrutar más de mi pareja, que si bien no convivíamos pudimos compartir
grandes momentos. No había temor por un embarazo, adquirí la madurez necesaria
para disfrutar de buenos momentos. Era la dulce conspiración contra el Parkinson.
Aprendí que debemos ser positivos, dialogar con la enfermedad, utilizando la
ternura y el sentido del humor, para que renazcan los nuevos sentidos y estilos de
vida. Además hay que intentar en lo posible de ser la persona que era antes de la
enfermedad, pero de una forma más enriquecida, ya que el sufrimiento inevitable
que significa el quiebre descubre la potencia personal. Es una invitación a
trascender.
Debemos plantear las dudas y sacar los miedos afuera, la comunicación es
fundamental, más saludable que la conspiración del silencio. Tampoco debemos
permitir que nos cubran de sobreprotección, es cómodo pero inconveniente.
Y sin embargo en este planteo teórico, con mi pareja, nunca estuvo el Parkinson
en nuestras conversaciones. Intenté en reiteradas ocasiones hablar del tema y se
esfumaba con otro planteo, ¡Que paradoja verdad! Todo lo comentábamos, ocho
años apoyándonos, disfrutando de las cosas sencillas como disfrutar un atardecer,
en ese silencio cómplice de las tardes de verano, también dialogábamos con el
horizonte y que felices que éramos, pero nunca estaba presente el PK.
Cuanto de emocional involucra la dolencia con tu estado de ánimo, debo confesar
que desde hace unos meses que estoy sola, en un determinado momento le dije,
“tienes miedo a la enfermedad” no sabía que podría contestarme y no dijo nada,
solamente y mirando para otro lado dijo: “hace ocho años que nos conocemos”. En
estas pocas palabras pude comprobar lo contradictorio del ser humano cuanto
necesitaba de su apoyo ese momento paso como un sueño y en silencio se fue.
Duro golpe, pero como todo lo que me sucedió en la vida trato de superarlo. No
estoy dispuesta a asumir ninguna forma de subestimación por tener Pk, porque
tengo el mismo derecho de todos a ser feliz y ni el Pk, ni los miedos, ni las penas
ajenas me pueden detener.
Estoy pensando en reacomodar mi vida, seguramente me invitarán a jubilarme, y
me siento con ganas de hacer cosas a pesar de todo y entonces me compré un
órgano para hacer musicoterapia. Porque tengo claro que las personas que se me
acerquen sean amigas/os deberán compartir la amistad con el Pk, y no me interesa
que me miren por caminar mal, o me caiga, o no pueda mover los pies, para mi
aspectos emocionales que debo tratar de superar, sino que lo debemos compartir
todo y saldré adelante.
“ HABÍA UNA VEZ...”
Que “...no te den ganas de dejarlas, sino más bien que te genere unas ganas
bárbaras de seguir y de volver a leerlas o escucharlas…”
Si hemos provocado este efecto en el lector hemos dado un paso importante en la
inclusión de las personas con discapacidad, y en este caso de las mujeres con
discapacidad.
Esta publicación pretende ser el cierre de un proceso de arduo trabajo que tiene
como objetivo principal la visibilizarían de la discapacidad desde la particularidad
que le imprime el género.
Así se concreta uno de los principales objetivos de la Secretaria de la Gestión Social
para la Discapacidad: “sensibilizar a los ciudadanos y generar acciones de inclusión
y participación”.
Por ello privilegiamos conocer la realidad en que se encuentran mujeres con
discapacidad desde sus vivencias, desde el relato de su cotidianeidad, desde los
limites que estas encuentran, desde sus desafíos, desde sus luchas diarias..., para
continuar construyendo junt@s.
Hoy, la realidad histórica y política abre nuevas instancias que vuelven posible
profundizar las acciones que hagan de la inclusión social una realidad,
trascendiendo la discapacidad e incluyéndola en toda tarea comunitaria.
Las historias, están relatadas por mujeres que luchan con sus propias barreras, con
las condicionantes que impone su entorno familiar y social; que hicieron suya la
convocatoria y con ello cobra impulso el proceso de empoderamiento.
Esta publicación representa el ser, pensar y sentir de mujeres con discapacidad.
partiendo de sus palabra podemos escuchar la voz del colectivo de las personas con
discapacidad para acompañarlas en su lucha por una sociedad más abierta a todos
y todas.