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los argumentos del contrario en todos sus reductos; en cambio con respecto a los títulos
legítimos dice que "concede estado a sus razones, aunque personalmente no le llenen".6
Estas dos interpretaciones –la absoluta y la hipotética– son las que han prevalecido
entre los estudiosos de Vitoria, siendo más frecuente la segunda que la primera. Ha
habido también otra tendencia, menos socorrida, que casi reduce a la nada las
adquisiciones vitorianas. La crítica más fuerte en este sentido es la de Günther Krauss.
Según este autor, dejando aparte lo que pretendiera Vitoria, lo que parece deducirse de
sus relecciones es un "non licet" a la conquista7: la conquista española de América es
ilegítima, incluso mirada desde los títulos legítimos, ya que en ninguno de éstos se con-
sigue probar nada. El mejor servicio de Vitoria a la humanidad hubiera sido el silencio,
no haber pronunciado semejantes relecciones: "nadie –escribe– puede negar a Vitoria el
derecho de abrigar dudas o de guardar distancia y neutralidad. Mas, en su situación, lo
que convenía a esa actitud era el silencio, y silencio era lo que exigía Carlos V en su
carta al prior de San Esteban. Ese silencio era perfectamente exigible. De haberse
observado, la humanidad, la ciencia y el derecho de gentes no habrían perdido más que
algunas afirmaciones y normas abstractas, que no admitían ninguna aplicación segura a
aquella situación concreta".8 El servicio prestado por Vitoria a su rey y a su patria fue,
para Günther Krauss, menos que desafortunado. El estudio termina con estas palabras:
"Vitoria es un escéptico. No quisiéramos ser injustos calificándole sin ambages de mal
vasallo. Llamémosle, mejor, vasallo escéptico y, como tal, dudoso."9
Oficialmente los títulos de legitimación de la conquista del Nuevo Mundo por España
habían sido recogidos por el texto del requerimiento, redactado por Juan López de Pala-
cios Rubios en 1513. Los españoles tenían la obligación de proclamarlo en los poblados
indios antes de enfrentarse con ellos. El requerimiento habla explícitamente del poder
universal de los papas sobre el mundo, heredado de Jesucristo a través de san Pedro. Ese
poder se extiende tanto a las cosas espirituales como a las temporales. El papa, según el
texto del documento, ha donado la jurisdicción de las nuevas tierras a los reyes de
España, y desde ese momento los indios son sus vasallos. Deben éstos aceptar ese
vasallaje y la predicación de los misioneros para poder hacerse cristianos. Lo segundo –
hacerse cristianos– dependerá de su voluntad, pero lo primero -declararse vasallos de
los reyes de España es necesario, y, de no hacerlo, vendrá la guerra y serán reducidos a
esclavos.
Los títulos directos de dominio que aparecen en el requerimiento son dos: el poder
universal del papa y el poder particular de los reyes de España, que han recibido
donación de esa parte del mundo para colocarla bajo su mando.10 Recuérdense los dos
primeros títulos ilegítimos criticados por Vitoria (dominio universal del Emperador y
del Papa). Otros motivos aparecen en el requerimiento como indirectos o condicionados
con respecto a los primeros:
6
Ib., p. 157s.
7
G. KRAUSS, "La duda vitoriana ante la conquista de América", Arbor 21.1 (1952) 337-355; ve para este
párrafo págs. 342 y 343.
8
Ib., p. 354.
9
I b., p. 355.
10
Para el requerimiento, con bibliografía sobre el mismo, cfr. L. HANKE, Estudios sobre fray Bartolomé
de Las Casas... (Caracas 1968) p. 91-93.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 5
a) La aceptación del vasallaje, imitando a los otros pueblos, que lo han admitido, y
convencidos del buen gobierno que les ofrecen los hispanos. Relaciónese esto con el
título sexto de los ilegítimos, rechazado por Vitoria (la elección voluntaria).
b) La aceptación de la predicación evangélica. No se les obligue a aceptar la religión
que se les predica, sino sólo la predicación. Compárese este considerando con el título
cuarto ilegítimo (el rechazo de la fe predicada).
Francisco de Vitoria sistematiza estos motivos, uniéndolos a otros, que ofrecían los
conquistadores o los legistas de entonces, o que simplemente podían darse como
relacionados de alguna manera con los anteriores: el hecho del descubrimiento, las
costumbres inhumanas de los indígenas, la misión providencial para llevar a aquellos
pueblos a un trato más humanitario o a la fe en Jesucristo; son respectivamente los
títulos ilegítimos tercero, quinto y séptimo de los impugnados por Vitoria.
Vitoria somete a duro examen todos los títulos que se aducen, sea por la autoridad
pública, como los incluidos en el requerimiento, sea por los particulares. Si no resisten
el examen, la conquista o debe ser considerada como injusta o deben buscarse otras vías
que la justifiquen. El tribunal ante el que tienen que pasar esos títulos de dominio es
múltiple. Se tiene en cuenta la Sagrada Escritura, la tradición doctrinal y legislativa,
pero el argumento supremo es nuevo: la aplicación a las nuevas razas del derecho de
gentes en sus diversas manifestaciones, en cuanto llevan consigo unas exigencias, que
derivan de la misma naturaleza del hombre o de la dignidad individual y social de la
persona humana. Si los anteriores criterios pueden servir para los creyentes o para las
civilizaciones entonces conocidas, no valen para las nuevas razas; sólo el derecho de
gentes, en cuanto enraizado en la naturaleza humana, es criterio universal para todo
hombre y es el que ha de privar en las relaciones con aquellos pueblos. Veamos cómo, a
tenor de este medio argumentativo, desmantela Vitoria las razones de conquista
invocadas directa o indirectamente por el requerimiento.
11
CHP V, p. 43.
12
Ib., p. 46.
13
Ib., p. 43.
14
Ib, p 44, y nota 103.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 6
para evitar escándalos y fomentar más fácilmente la paz entre los pueblos. "Y por este
estilo –comenta Vitoria– sigue Prierias exponiendo vaciedades y absurdos."15
La aplicación de esa doctrina a los indios americanos sería la siguiente: "el papa como
supremo señor temporal del orbe pudo constituir a los reyes de España como príncipes
de los bárbaros".16 Si ésta no fuera una razón válida para apoderarse de los pueblos
indios, sí parece incontrovertible que esos pueblos caían bajo la jurisdicción del papa.
Debían los naturales reconocer ese dominio, y, si no lo hacían, se les podría combatir
por las armas en nombre del papa, deponer a sus príncipes y colocar otros nuevos, que
serían los españoles. Vitoria analiza estos pasos con cuidado y observa que las etapas
indicadas se dieron históricamente: en 1493 el romano pontífice dio aquellas tierras a
los españoles y en 1513 con el requerimiento se intima a los pueblos americanos a
aceptar el señorío pontificio con sus determinaciones, pues en caso contrario ocuparían
sus territorios por la fuerza.
En la primera de sus relecciones sobre la Iglesia, pronunciada siete años antes, en
1532, niega que el papa sea señor temporal de todo el orbe. Los infieles se le escapan
plenamente de su jurisdicción y tienen verdadera potestad y dominio sobre sus bienes y
sobre sus pueblos. Oponiéndose a los juristas y teólogos que opinan en contra, afirma
taxativamente: "ellos dicen que su tesis es manifiestamente verdadera; yo no dudo que
es manifiestamente falsa".17 Rechaza la donación de Constantino como carente de valor
histórico y "digna de ludibrio".18 Más adelante, al evocar de nuevo esa tradición,
comenta: que las autoridades temporales sean delegadas del papa; que éste haya hecho
emperador a Constantino, es "una pura ficción".19
Además; aun suponiendo que Jesucristo tuviera ese poder temporal directo sobré toda
la tierra, no consta que se lo haya comunicado a los papas, pues sería una potestad de
excelencia, intransferible o exclusivamente suya. Es lo que pasa en el orden espiritual:
Cristo tuvo potestad espiritual sobre todo el orbe (fieles e infieles), y sin embargo, el
papa no heredó la potestad espiritual sobre los infieles, sino sólo sobre los fieles.20
El único poder temporal del papa dentro del mundo cristiano (y fuera de sus Estados)
es el que se ordena al fin espiritual, es decir, "el necesario para administrar las cosas
espirituales".21 No obstante esa potestad temporal "en orden al fin espiritual es
amplísima".22 Puede declarar inválidas las leyes que fomenten el pecado; puede hacer
de árbitro entre los príncipes en litigio, y hasta puede en virtud de esa jurisdicción
indirecta "deponer en ocasiones a los reyes y constituir otros nuevos, como alguna vez
ha ocurrido".23
Vitoria es consciente de que tal potestad indirecta o por orden a las cosas espirituales
puede acarrear abusos. Para evitarlo establece en su ejercicio algunas limitaciones; no
debe ejercerse ese poder "por avaricia y lucro, sino por necesidad y para utilidad de las
cosas espirituales".24 Otra cortapisa importante es la siguiente: "debe el pontífice
respetar el gobierno temporal, y no decretar cualquier cosa que a simple vista juzgue a
propósito para fomentar la religión sin hacer caso de las cosas temporales, pues ni los
15
Ib., p. 45.
16
Ib., p. 46.
17
Obras, p. 295.
18
Ib., p. 295.
19
Ib., p. 297.
20
CHP V, p. 48
21
Ib., p. 49.
22
Obras, p. 305.
23
CHP V, p. 50; cfr. Obras, p. 306-309.
24
Ib., p. 51.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 7
príncipes ni los pueblos están obligados, ni se les puede forzar a lo más perfecto de la
vida cristiana, sino solamente a la ley cristiana dentro de ciertos límites y términos".25
Por lo que se refiere a los infieles, ese poder indirecto le faculta para deponer a un
príncipe infiel, que ejerciera dominio sobre un pueblo cristiano y pretendiera apartar a
éste de la fe en Jesucristo. No obstante, como quiera que el poder emana del pueblo, el
papa debe aconsejar u ordenar al pueblo que lo deponga26. Y, tratándose de cualquier
gobierno del pueblo cristiano, si el papa declara que algunas leyes o disposiciones son
contrarias a la salvación o "van contra el derecho divino", es necesario obedecerle.27
Cierta aplicación de esta doctrina a los pueblos recién descubiertos del Nuevo Mundo
la hace ya Vitoria en 1532 en la relección Sobre la potestad de la Iglesia. Dice en
efecto: "también se argumenta que los pontífices distribuyen la tierra de los infieles,
como se ve con las islas descubiertas por los españoles. Pero de todo lo dicho se
desprende claramente la solución de esto".28
En la relección Sobre los indios Vitoria no concede al papa con respecto a los nuevos
pueblos ningún poder, ni temporal ni espiritual, ni directo ni indirecto. Ni siquiera le
concede el poder temporal indirecto, porque éste se basa sobre el espiritual, y el papa no
tiene potestad espiritual alguna sobre ellos.29 La conclusión de esta doctrina con
respecto a la justicia de la ocupación americana es la siguiente: bajo ningún aspecto se
puede invocar el poder del papa como motivo que justifique la guerra ni la ocupación de
sus bienes.30
Trae en apoyo de esta doctrina lo que santo Tomás y Cayetano enseñan con respecto a
los infieles en general: los príncipes cristianos no pueden despojarles por la fuerza de
sus bienes, a no ser que sean súbditos suyos y "por las causas legítimas. por las que los
demás súbditos pueden ser despojados".31 Incluso algunos de los que admiten el poder
temporal directo del papa sobre el orbe, como Silvestre de Prierias (contra Enrique de
Segusio), defienden que "no se puede obligar por la guerra a reconocer ese dominio a
los infieles, ni despojarles por tal título de sus bienes".32
A tenor de lo expuesto es –según Vitoria– un "puro sofisma" la doctrina del
requerimiento y de sus defensores: si los indios reconocen el poder temporal del papa
sobre ellos, con su disposición de vasallaje a los reyes de España, no se les puede hacer
la guerra, pero, si no reconocen ese poder, se les puede hacer la guerra. Eso es lo mismo
que hacerles la guerra por su infidelidad, pues el poder temporal del papa sólo se explica
en razón del poder espiritual y es contra los doctores señalados y contra la costumbre de
la Iglesia hacer la guerra por la sola infidelidad. Los sarracenos que viven en los reinos
cristianos no creen en ningún poder del papa, ni espiritual ni temporal, y no por eso se
les despoja de sus posesiones.33
Para coronar su larga argumentación vuelve a recordar Vitoria, al final de la crítica de
este título ilegítimo, lo que ha sido desde el principio, y va a ser hasta el final, el hilo
conductor de su doctrina sobre la conquista de América por los españoles. No es la ley
positiva, tanto civil como eclesiástica, la que haya que tener en cuenta primordialmente
en este asunto, aunque su doctrina está de acuerdo con la mayor parte y los mejores de
25
Obras, p. 309.
26
Ib., p. 307.
27
Ib., p. 309.
28
Ib., p. 316.
29
CHP V, p..51.
30
Ib., p. 51s
31
Ib., p. 52s.
32
Ib., p. 52, y notas 128 y 129.
33
Ib, p. 53.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 8
los canonistas. Para la cuestión americana lo que hay que tener en cuenta por encima de
todo es, no el derecho positivo, si no el natural.34
Si este título es el fundamental del requerimiento, derivando de él los otros, y resulta
que es inválido, la injusticia de las ocupaciones españolas en América era manifiesta. Si
a esto añadimos que la concesión pontificia no vino sino hasta el año siguiente al
descubrimiento, los primeros conquistadores españoles estarían desnudos de todo
derecho. Las últimas palabras de Vitoria expresan esto en los siguientes términos:
"claramente se ve por todo lo dicho que cuando los españoles navegaron por primera
vez a las tierras de los indios, ningún derecho llevaban consigo para apoderarse de
aquellas provincias"35
34
Ib, p. 53.
35
Ib, p. 53s.
36
Ib, p. 33s.
37
Ib, p. 37.
38
Ib, p. 39.
39
Ib., p. 40, y nota 92
40
Ib., p. 40s.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 9
41
Obras, p. 172.
42
CHP V, p. 41.
43
Ib., p. 41.
44
Ib., p. 41, y notas 96 y 97.
45
Ib., p. 41, y nota 98.
46
Ib., p. 42.
47
Obras, p. 159.
48
CHP V, p. 42.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 10
y les exhortan a que los reciban y acepten como rey y señor, y ellos respondieron que
estaban de acuerdo".49
El derecho romano venía a reforzar el valor de la supuesta decisión libre de los indios:
"nada más natural que dar por válida la voluntad del dueño, que quiere transmitir su
dominio a otro". Vitoria no cree aplicable el argumento a nuestro caso. El contrato no es
válido y por consiguiente "tampoco este título es idóneo". Las circunstancias de la ig-
norancia y del miedo lo vician, anulando la libertad de dicha elección. Los indios no
entienden lo que los españoles les piden y éstos vienen acompañados de armas más
poderosas que las suyas. Por si esto fuera poco, la amenaza de la guerra y de la
esclavitud, expresada en el requerimiento, borraba de un sólo golpe toda posibilidad de
consentimiento libre.
Elevándose sobre estas adversas circunstancias, Vitoria añade otras dos importantes
consideraciones. La primera es que es necesaria una causa razonable para que el pueblo
pueda elegir otros jefes, deponiendo a los que tiene; el poder viene del pueblo, y éste se
lo concede a sus gobernantes, pero éstos no pueden ser depuestos sin una causa que lo
justifique. La segunda nota es que tampoco los príncipes de esos pueblos pueden
entregar su autoridad a los extranjeros sin un consentimiento de sus subordinados.
Vitoria parece hablar aquí de una especie de plebiscito, de una consulta popular, como
lo había manifestado ya en la relección Sobre el poder civil.50
Una conclusión parece desprenderse de estas argumentaciones de Vitoria, muy acorde
con lo que indicará más adelante en esta relección Sobre los indios: si para entregar el
poder a los españoles es necesaria una situación especial interna en el pueblo, solamente
mientras dure esa situación de crisis, podrán permanecer en el gobierno los poderes
extranjeros.
49
Ib., p. 73.
50
Obras, p. 178s.
51
CHP V, p. 54.
52
L. HANKE, Estudios sobre fray Bartolomé de Las Casas... (Caracas 1968) p. 92.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 11
53
CHP V, p. 65.
54
Ib., p. 62.
55
Ib., p. 65.
56
Ib., p. 66.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 12
57
Ib., p. 81.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 13
podrían protestar por la violación de sus derechos y reclamarlos, indicando a los indios
su injusticia, pero deberían volverse a su tierra, esperando mejores oportunidades, y no
recurrir por sí mismos a las armas. Sólo en el caso de que se vieran atacados y rodeados,
podrían los españoles hacer la guerra defensiva con las consecuencias, que vienen
expresadas en las proposiciones sexta y séptima: ocupar sus ciudades, someter el
territorio, deponer a sus jefes, etc.
No es ésa, sin embargo, la dialéctica de Vitoria. El rechaza toda guerra injusta, y,
mientras no se agoten todas las posibilidades de inteligencia, la guerra es injusta.
Recuerda a este propósito la sentencia de Publio Terencio Africano: "es de sabios
intentarlo todo con palabras antes de la guerra".58 El tiene en cuenta tres cosas
importantes. La primera es que habla sobre una guerra, que ya está hecha y con todas las
consecuencias; hay que mirar si es posible excusarla. Lo segundo es que, según toda su
exposición anterior, hay unos derechos naturales, a los que no es necesario absoluta-
mente renunciar. Por fin la guerra que emprenden los españoles no es ofensiva, que
sería a todas luces injusta, sino defensiva, siendo los indios los que inician la contienda.
Veamos su desarrollo según el texto de Vitoria. Los naturales no se avienen de ningún
modo a permitir a los españoles el ejercicio de los mencionados derechos; no admiten
ningún pacto, que pueda evitar daños o abusos, sino que se niegan rotundamente y sin
posibilidad de diálogo. Los españoles no están obligados a ceder en sus derechos y en la
consecución de los mismos de modo pacífico, aunque contra la voluntad manifiesta de
los naturales. Una decisión de este género, por mucha paz que se quiera poner en ella,
suscita la precaución, el temor y, por fin la oposición armada de los naturales contra los
que consideran intrusos. Entonces vendría por parte de los españoles la guerra defensiva
justa.
Vitoria exige en este caso la máxima moderación, pues la guerra es justa por ambos
bandos: en unos por ignorancia; en otros por defensa. "Es lícito defenderse y guardar la
moderación de una justa tutela o propia defensa. No pueden ejercer sobre ellos los
demás derechos de guerra, como sería, obtenida la victoria y la seguridad, matarlos,
despojarlos y ocupar sus ciudades, pues son inocentes y temen con fundamento, como
suponemos.”59
En este avance hacia la consecución de los propios derechos, en muchos casos no
bastaría el estar sólo a la defensiva y atacar solamente cuando atacan. Es necesario
tomar previsiones para no estar expuestos de continuo a una traición o a un ataque por
sorpresa. Por ello Vitoria da todavía un segundo paso, antes de llegar a la guerra
absoluta con sus terribles consecuencias. Es la proposición sexta: "si después de haberlo
intentado todo, los españoles no pueden obtener la seguridad y la paz con los nativos, si
no es ocupando sus ciudades y sometiéndolos, pueden lícitamente hacerlo".60
El último paso es la guerra total. Vitoria coloca ya las cosas, en la proposición
séptima, en la situación límite. Tendría lugar cuando los naturales a ciencia y
conciencia, negándose a todo pacto, atacan para destruir. Las negociaciones se han
venido abajo y comienza la guerra a vida o muerte con todas sus consecuencias. Los
indios ya no serían inocentes, que luchan por ignorancia en una guerra justa, si no que
se han transformado en enemigos conscientes, que han inferido a los españoles una
grave injuria. Vitoria considera este recurso y sus desastrosos efectos como un derecho
de gentes, impreso en la misma naturaleza y que es necesario ejercer. Pudiera uno
58
Ib., p. 83, y nota 182.
59
Ib., p. 84.
60
Ib., p. 85.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 14
resignarse a sufrir la personal injuria, pero no debe dejar perecer a la sociedad a la que
pertenece; ésta reclama su sacrificio de otra forma: morir combatiendo.
También aquí hace Vitoria una llamada al sentido de humanidad en los vencedores: es
necesaria "la moderación y la adecuación a la gravedad del delito y de las injurias". 61
Esto lo debe tener muy en cuenta el príncipe que hace la guerra justa, pues el derecho
natural le constituye en juez de los vencidos. Viene expresado mejor en la relección
Sobre el derecho de la guerra, en donde el príncipe en guerra justa ejerce esa función de
juez, como delegado de todo el orbe. No habiendo representantes de esos poderes en el
universo, que puedan desempeñar esas funciones directamente, esa delegación le viene
implícita por el derecho de gentes: "los príncipes no sólo tienen autoridad sobre sus
propios súbditos, sino también sobre los extranjeros, para obligarles a que se abstengan
de hacer injurias, y esto por derecho de gentes y por la autoridad de todo el orbe...
Luego ciertamente pueden los príncipes castigar a los enemigos, que hicieron injuria a
la república, sobre todo después que la guerra ha sido declarada justamente y con
arreglo a todas las formalidades, pues entonces los enemigos quedan sujetos al príncipe
como a su propio juez".62
61
Ib., p. 85.
62
CHP VI, p. 137.
63
CHP V, p. 93.
64
Ib., p. 94.
65
J. G. DE SEPÚLVEDA - B. DE LAS CASAS, Apología. Traducción castellana... por A. LOSADA (Madrid
1975) p. 271.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 15
66
P. MÁRTIR DE ANGLERÍA, Décadas del Nuevo Mundo. Vertidas del latín al castellano por el Dr.
JOAQUÍN TORRES ASENSIO... (Buenos Aires 1944) p. 517.
67
CHP V, p. 94.
68
F. DE VITORIA, Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás. Edición preparada por el R.P. V.
BELTRÁNDE HEREDIA, O. P... T. II (Salamanca 1932) p. 281.
69
CHP V, p. 79.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 16
puesto: en éste se trata de todo un pueblo o de una sociedad civil, mientras que ahora
nos encontramos con una parte reducida de la "sociedad ("algunos" convertidos).
Tal vez pudiera hablarse aquí de la defensa de la libertad religiosa ("título de
religión", también lo llama) contra la imposición de los dirigentes o del resto del pueblo.
Sería el derecho de creer, análogo al de enseñar y aprender. Todos ellos encuentran su
base en la naturaleza del hombre, como tendencias y exigencias de la parte más noble
cual es la del espíritu y son por ello derechos naturales.
La segunda cara de nuestro tema tiene este enunciado: "si una buena parte de los
indios se hubiera convertido a la fe de Cristo, bien según el derecho bien por la
violencia, es decir, empleando la amenaza, el terror u otros medios injustos, mientras
sean verdaderamente cristianos, puede el papa con justa causa, pídanlo ellos o no, darles
un príncipe cristiano y quitarles los otros señores infieles".75
Hay una confusión importante en esta formulación: Se habla de "una buena parte" de
indios convertidos. ¿Bastará con una amplia minoría? Que en este caso "en favor de la
fe" pueda el papa deponer a un monarca contra el parecer de la mayoría, es muy difícil
de demostrar. Cuando se trate de pueblos enteramente o en su mayor parte cristianos la
justificación de la intervención pontificia aparece más fácil. No obstante tiene en cuenta
aquí Vitoria como freno el posible "escándalo" y seguramente lo dicho antes en esta
relección: el papa no depone, pues el poder reside en el pueblo; él aconseja, o en todo
caso ordena al pueblo que deponga a su jefe o que le retire el poder conferido.
75
Ib., p. 92.
76
Ib., p. 94.
77
Ib., p. 95.
78
Ib., p. 94s.
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79
Ib., p. 97.
80
Ib., p. 98.
81
Ib., p. 98.
82
Ib., p. 98.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 19
dos títulos, que son el primero y el segundo de los legítimos, serían en todo caso
inamovibles? La palabra "cesar", que emplea, hace suponer que parte del hecho de
haberse instalado ya los españoles en las Indias, prescindiendo de la legitimidad o
ilegitimidad de tal asentamiento.
Sin embargo, los argumentos fundamentales, que da en pro de la continuación del
comercio, son los aducidos en la exposición del primer título y les da tanto aquí como
allí un valor absoluto, por basarse en el derecho natural: "como ya hemos declarado -
dice- hay muchas cosas entre los bárbaros, en las que ellos abundan y que pueden por
cambios adquirir los españoles. Además hay otras muchas que ellos mismos tienen
abandonadas o que son comunes a todos los que las quisieren ocupar". 83 Pone el
ejemplo de los portugueses, que trafican con otras naciones sin haberlas conquistado. Y
advierte que quizás sea ese el mejor sistema, pues sacarían más renta los monarcas
españoles con las contribuciones justamente impuestas a los mercaderes. Según esto po-
drían los reyes de España abandonar aquellas tierras, pero sin abandonar el comercio y
unas bases para el mismo, como tenía Portugal.
83
Ib., p. 99.
84
Ib., p. 99.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 20
85
Ib., p. 11.
La cuestión indiana al vivo en Francisco de Vitoria – Ramón Hernández O.P. 21
La verdadera crítica no sólo exige examinar los textos en sí mismo, con sus
seguridades y vacilaciones. Es necesario hacer también de la doctrina una crítica
absoluta: ver qué es lo nuevo, lo que diferencia a Vitoria de sus predecesores y
contemporáneos, y cuál es el alcance y la proyección para el futuro de su doctrina.
Lo verdaderamente nuevo es el fundamento. El no funda la justicia de la conquista en
la infidelidad, que privaba del dominio público según una corriente teológica del
Medievo, seguida Enrique de Segusio o cardenal Ostiense. Tampoco lo funda en el
poder espiritual, que da al Papa el poder intervenir por la predicación, según enseña
Matías de Paz. Tampoco la funda en la jurisdicción temporal sobre el universo del papa,
como lo defendía una corriente jurídica seguida por Juan López de Palacios Rubios.
Tampoco sirve de fundamento el mero principio de evangelización y la condición servil
de los naturales, como lo defendía una corriente europea, encabezada por Juan Mair.
El fundamento para Vitoria es el derecho natural y de gentes con sus amplias
virtualidades. Este fundamento vale como medio argumentativo para siempre y será la
cantera que ofrece Vitoria a sus discípulos para que precisen y completen sus teorías. El
hecho de que algunas de sus aplicaciones fueran corregidas por sus discípulos no quita
mérito a su descubrimiento, que va a estar presente en toda su escuela y que se muestra
igualmente válido para nuestros días.
Sus fallos prácticos son fruto de las circunstancias. El no estuvo en Las Indias y se vio
obligado a operar con datos que le venían de lejos y eran en ocasiones contradictorios.
Eso excusa plenamente las ambigüedades y salva las apariencias de escepticismo en
los condicionamientos a que somete los principios.
No creemos que fuera adulador ni oportunista por lo que se refiere al orden político.
El conocía las suspicacias de la corte sobre los que ponían en discusión la justicia de la
ocupación americana. Llevaba la inquietud de estos temas en su alma desde hacía varios
años y no vacila en exponerlos, cuando los considera maduros. En su introducción se
permite dudas reales sobre la justicia de la conquista, y en el desarrollo de la relección
manifiesta desconfianzas de que se haya obrado en todo con rectitud. No es un
temperamento ardiente ni agresivo, pero denuncia con claridad los abusos.