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La ofrenda, Saturnino Herrán

Algunos conocimos esta obra del Hidrocálido desde nuestra infancia en libros de texto, lo que probablemente no sabíamos es que
no sólo hace referencia a la tradición del Día de Muertos, es también una alegoría de la vida pues en la trajinera encontramos a un
bebé, una niña, un joven, una dama y dos ancianos, por detrás los siguen otras trajineras que también recorren el río de la vida el
cual inevitablemente desemboca en la muerte representada por la flor de cempasúchil.
1. Los murales de Cacaxtla
Estas imágenes, de más de mil años de antigüedad, puedes encontrarlas en Tlaxcala y sorprenden tanto por su estado de
conservación como por las coloridas escenas que muestran; puedes observar tocados, vestimentas y atributos iconográficos que
asombran todavía hasta a los expertos. La joya de la corona en Cacaxtla sin duda es el llamado mural de la guerra, el cual en
realidad muestra un ritual de sacrificio en nombre del dios del maíz.
El Valle de México, José María Velasco
Este artista mexiquense, desarrolló una nueva forma de identidad y nacionalismo que sacudió el arte en México, pues en lugar
de centrarse en las personas o la religión, el artista caminó y exploró vistas impresionantes del valle de México, haciendo que se
nos escape un suspiro en presencia de sus cuadros. Para esta obra tuvo que montar el cerro del Tepeyac donde logró esta
impresión de sencillez y sensibilidad que adornó en primer plano con un águila real como reminiscencia de la patria, dueña de
estos hermosos parajes
Las dos Fridas, Frida Kahlo
Un ranking de esta naturaleza no estaría completo sin un cuadro de la pintora más reconocida de nuestro país. En ella se observa su
técnica que buscaba asimilarse a los retablos religiosos de México, muestra de su cariño por las artes populares. La escena nos
habla de un momento emotivo y doloroso en la vida de Frida, donde el abandono emocional de su pareja hace que la única salida
de Kahlo sea la introspección y el autocuidado, situación que desafortunadamente sigue siendo una realidad para muchas mujeres
del país.
La Gioconda, de
Leonardo Da Vinci

También conocida como Mona Lisa, es la obra


con más renombre de Leonardo Da Vinci y el
cuadro más famoso del mundo. Hoy en día, la
pintura se encuentra en el Louvre de París y su
historia empezó entre los años 1503 y 1519 en
Florencia, la ciudad italiana considerada la
cuna del Renacimiento, donde Da Vinci pintó
La Gioconda. Se dice que es un retrato de Lisa
Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo,
pero también se ha rumoreado que se trata de
la madre de Da Vinci, Caterina, o incluso que
es un autorretrato del pintor. La fama de
esta pintura no se basa únicamente en
la técnica empleada o en su belleza, sino
también en los misterios que la rodean.
La noche estrellada, de Vincent Van
Gogh

La obra maestra del holandés fue pintada en 1889 por Van Gogh en el manicomio de Saint-Rémy, donde se recluyó hacia el final de su vida.
De hecho, el lienzo parece reflejar su turbulento estado mental del autor postimpresionista en ese momento, ya que el cielo nocturno cobra
vida con remolinos y orbes de pinceles aplicados frenéticamente que brotan del yin y el yang de sus demonios personales y de su asombro por
la naturaleza. Según comentaba el artista en una de sus cartas a su hermano Theo, esta era la visión del pueblo que él contemplaba por la
madrugada desde su ventana. La gran estrella iluminada de blanco, que el artista define como «la estrella de la mañana», es el planeta Venus
según los expertos.
El beso, de Gustav Klimt
Aunque las obras del austriaco
creaban escándalos y eran
criticadas como pornografía por
ser excesivamente pervertidas, el
beso de una pareja encerrada en la
intimidad fue recibido con
entusiasmo y enseguida encontró
un comprador. Este óleo sobre
lienzo pintado entre 1907 y 1908
sigue los cánones del simbolismo
y representa un punto culminante
de la "fase dorada" del artista entre
1899 y 1910 cuando usaba pan de
oro, una técnica inspirada en un
viaje de 1903 a la Basílica de San
Vitale en Rávena, Italia, donde vio
los famosos mosaicos bizantinos
de la iglesia. Está expuesta en la
Österreichische Galerie Belvedere
de Viena.

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