¿Qué ocurrió en nosotros cuando, escuchando la Tocata y fuga de Bach,
nos sentimos absortos y encantados? ¿Qué ocurrió cuando, al término de aquel oscuro corredor del Museo del Louvre, contemplamos radiante, espléndida, luminosa, a la Venus de Milo?
UN ACUERDO ENTRE LOS SENTIDOS Y EL ESPÍRITU Protagonistas de esa experiencia fueron nuestros oídos y nuestros ojos. Lo que llamamos bello es eso que impresiona nuestros sentidos, eso que empieza cautivando los ojos y los oídos, produciendo sensaciones deleitosas en nuestro aparato muscular… Grant Allen definía lo bello como «aquello que provee a nuestro sistema nervioso de un máximo estímulo con un mínimo de gasto en procesos no vinculados a las funciones vitales e intentaba explicar por causas orgánicas la superioridad atribuida a la vista y al oído como fuentes de placer comparados con los sentidos «inferiores». La emoción musical, por ejemplo, no sería sino la repercusión cinestética y cenestésica de la música.. Un mimetismo corporal interviene evidentemente en la música, en la danza y aun en la poesía, no estando absolutamente ausente del deleite procurado por la arquitectura, la pintura y la escultura. Todo esto es verdad, pero no es toda la verdad. Al escuchar un Nocturno de Chopin, no quedamos conformes si se nos dice que sólo nuestros oídos han sido complacidos. Ante la belleza tenemos la conciencia de que son facultades profundas de nuestro yo las que quedan colmadas y que este hecho es precisamente lo que caracteriza el placer de la belleza, discriminándolo de otros deleites sensibles, y por eso aceptamos la distinción que Kant estableció entre lo agradable y lo bello Kant llamó agradable a lo que gusta a los sentidos en la sensación, y de lo cual decimos no sólo que gusta, sino que satisface un apetito (vergnügt). En cambio, lo bello es lo que simplemente gusta, promoviendo un juicio de gusto… La música, por ejemplo, una de las artes mejor estudiadas a este respecto, se nos presenta como un poderoso excitante sensorial. Verdad es que no es fácil fijar una línea divisoria entre los placeres estéticos y los deleites sensuales. Históricamente, parece que el goce estético se fue desarrollando gradualmente en el curso de una evolución de las formas más primitivas de satisfacción sensible. Pero eso no quita que específicamente sean placeres diferentes. Verdad es que no es fácil fijar una línea divisoria entre los placeres estéticos y los deleites sensuales…. Históricamente, parece que el goce estético se fue desarrollando gradualmente en el curso de una evolución de las formas más primitivas de satisfacción sensible. Pero eso no quita que específicamente sean placeres diferentes. Al respecto una breve historia… Por el otro extremo, tampoco hay que exagerar lo específico del placer estético hasta caer en un intelectualismo que separe la experiencia estética de sus raíces sensoriales. mmmm…. Interesante propuesta conceptual.. La intervención de la imagen sensible es tan decisiva en esta experiencia, que su papel hace de la contemplación artística una actividad en cierto modo inversa a la operación mental del conocimiento puro en éste, el objeto es percibido cuando se le reduce a sus rasgos esenciales; cuando se le descompone, se le desvitaliza y se le desensibiliza. En cambio, en la contemplación estética, aunque el comienzo sea idéntico, el proceso es inverso: «la intuición estética se detiene en esa imagen primera, no va más adelante, y es la imagen la que queda sola en la conciencia» Esta fusión de lo sensible y lo inteligible es quizá un rasgo esencial de la percepción estética. Kant partió de esa convicción al definir lo bello como «armonía de la imaginación y el intelecto