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Baruch

Spinoza
1632-1677
Ética según el orden geométrico
Spinoza ofrece cuatro enfoques de Dios: a)
como causa sui, pues su esencia implica su
existencia; b) como substancia, aquello que es
en sí y se concibe por sí; c) como substancia
absolutamente infinita, por la unidad de sus
atributos; y d) como ser libre, por su necesidad
absoluta y su autodeterminación.
Dios es la totalidad del ser expresado en la
multiplicidad de sus atributos y sus modos,
pues no existe sino una única substancia, cuya
existencia es necesaria: como «ser infinito […]
es, en verdad, la absoluta afirmación de la
existencia. Dios es todo para Spinoza; fuera de
él nada hay, puesto que, de haber algo, existiría
una substancia distinta de esta misma, y aparte
de Dios no puede concebirse substancia alguna:
todo es en Dios.
Por tales motivos, Dios es único, es ‘el Uno’,
según una antigua expresión, y también todo,
pues «de la suma potencia de Dios […] han
fluido necesariamente o se siguen siempre
con la misma necesidad, infinitas cosas en
infinitos modos, esto es, todo». En ese
sentido, es causa tanto de sí como de las
restantes realidades: «el entendimiento de
Dios es la única causa de las cosas, tanto de su
esencia como de su existencia» y, aunque
formalmente Dios difiera de todas ellas, en
tanto que es lo primero, es causa inmanente
de las mismas. Tómese en cuenta, no
obstante, que «un modo que existe
necesariamente y es infinito, ha debido
seguirse de la naturaleza absoluta de algún
atributo de Dios».
• Dios: Sustancia primera, infinita y libre
• Atributos: Aquello que el entendimiento percibe de la
sustancia en cuanto que constituye la esencia de la misma.
Solo podemos conocer en Dios dos atributos: el
pensamiento y la extensión. Dios es pensamiento y cuerpo.
• Modo: Afecciones de la sustancia, o sea aquello que
necesita de la sustancia para existir.

En lo que atañe al nexo de Dios con las cosas (modos),


estamos ante una relación de fundamento en sentido
ontológico, pues «Dios es causa inmanente […] de todas las
cosas», es el que las ha determinado en su ser y las sostiene
en sí mismo. «Todas las cosas son en Dios», «todas las cosas
dependen de su potestad» y como la determinación es
completa en virtud de su libertad «para que las cosas
pudieran ser de otra manera, debería necesariamente ser de
otra manera la voluntad de Dios. Pero la voluntad de Dios no
puede ser de otra manera […] en virtud de la perfección de
Dios. Luego tampoco las cosas pueden ser de otra manera”.
Por ser libre y no hallarse sujeto sino a sí mismo, Dios está exento de pasiones. En efecto,
según Spinoza, estas componen la fuente humana de la esclavitud; contra ellas debe
luchar el alma para dirigirse a la libertad, es decir, a Dios, pues «el sumo bien del alma es
el conocimiento de Dios, y la suma virtud del alma, conocer a Dios». Se esclarece así la
consabida distinción entre natura naturans—«aquello que expresa una esencia eterna e
infinita»— y natura naturata —«aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de
Dios» como todo lo demás, las pasiones acaecen en la segunda naturaleza y no en la
primera.

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