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LA COSMOLOGÍA DE APOCALIPSIS

Para Juan era axiomático que todos los sucesos


terrenales, sean presentes o futuros, derivan de
lo que pasa en el cielo. Por lo tanto, para él una
visión del cielo era completamente
indispensable para el entendimiento de los
eventos terrenales. Así que la primera pregunta
es: ¿qué percepción del cielo y de la tierra era
esencial a su mensaje?
Obtenemos un vistazo de los primeros versos de
capítulo 21: "Vi un cielo nuevo y una tierra
nueva". Inmediatamente salta un axioma de la
mente del profeta. Un cielo pertenece
inseparablemente a su tierra, y vice versa. Juntos
constituyen una realidad singular y entrelazada.
Este concepto se encuentra en todos los estratos
del texto bíblico. De este axioma se saca un
principio hermenéutico: En donde quiera que
mencione el cielo o la tierra, una debe
preguntarse si el otro está en la mente del autor.
Otro axioma se sugiere. Esta tierra no puede pasar
sin su cielo. Juntos abarcan todas las cosas (ta
prota, 21:4). Las primeras cosas de la visión
profética incluyen, claro, más elementos que los
fenómenos celestiales, terrenales o marinos. El
adjetivo "primeras" es más definitivo de la idea que
los nombres "cielo" y "tierra". Ellos están calificados
más completamente por ser "primigenios" que lo
"primigenio" de su status por ser cielo o tierra.
El que pasen las primeras cosas no da lugar a un
vacío, sino a una nueva creación. La aparición
de lo nuevo establece la frontera decisiva de lo
antiguo. Si la relación de lo nuevo a lo viejo
fuera una simple sucesión temporal, el uso del
ordinario "el segundo" sería suficiente. El
término nuevo niega la idea de una continua, y
quizás sin fin, serie de cielos y tierras.
El nuevo cielo-tierra no es un fenómeno que se
puede envejecer y pasar. Así el acento no cae en
la novedad temporal sino en la novedad
cualitativa. A través del Nuevo Testamento, el
adjetivo kainos es un término escatológico,
relacionado a la vida eterna en un reino que no
tiene fin.
• ¿Qué determina lo nuevo? 21:3 indica que es
la habitación de Dios. El cielo y la tierra se
unen en una ciudad llamada Jerusalén.
• Estas observaciones sugieren otro postulado
hermenéutico: al tratar, ya sea con el cielo o
con la tierra en la primera o nueva creación,
uno tiene que reconocer que la relación de
Dios con los habitantes es el factor definitivo.
• Los que viven en la primer tierra y el primer cielo
están dirigidos por el dragón, Satanás, el tentador.
Esta bestia puede ordenar un ejército grande de
fuerzas demoníacas. Opera por el prestigio de
Babilonia. La expresión de "todos los hombres" en
19:18 se refiere a los habitantes de la tierra, y sólo
ellos. La guerra que irrumpe en el cielo (12:7, 8)
indica que este cielo y esta tierra están siendo
invadidos y pronto pasarán. El hecho de que esta
tierra está pasando indica el poder del invasor. La
agresión se declara abiertamente que viene de Dios
y de su trono. Su emisario es el Cordero que ha sido
inmolado.
En dondequiera que aparecen las plagas,
invariablemente afectan primero el cielo y luego
inevitablemente la tierra. Estos ataques indican
el poderío del otro reino. Así el profeta nos
fuerza a reconocer tres elementos. El primer
cielo con su tierra es el reino de la comunidad
idólatra; es un reino que está bajo ataque de
parte de Dios; es el reino que está pasando
como una evidencia del juicio de Dios.
¿Cómo visualiza el profeta el cielo y la tierra que
iniciaron el ataque sobre Satanás y su
comunidad idólatra? Nuestra respuesta
principia por notar que Juan nunca describe a los
santos como habitando la tierra. Estos tienen
una residencia diferente. ¿Cómo es esto? Se
nos asegura que los fieles a Dios están
protegidos de la hora de tribulación (3:10). Esta
tierra no puede ser atacada hasta que los santos
hayan sido sellados (7:3).
Los habitantes de la tierra no tienen tal sello
(13:8); así que, los habitantes de estas dos
comunidades no comparten la misma casa (9:4;
vea 7:3). Los santos han sido redimidos de esta
tierra (14:3); la tierra es una habitación que
pertenece sólo a los destructores (11:18).
La lucha entre el dragón y la mujer vestida con el
sol no sucede en la tierra sino en el desierto
preparado por Dios (12:6, 14), un recuerdo de la
peregrinación del desierto y la tentación de Jesús.
Los hijos de la mujer explícitamente han sido
excluidos de la tierra (13:3, 8, 12, 14). Aquellos no
viven en esa tierra cuya cosecha es sangre (14:7-
20). En consecuencia, la destrucción de esta tierra
no es tribulación o castigo para los santos. Para no
errar, éstos necesitan constante exhortación.
Tienen que estar despiertos (16:15).
• Lo mismo es cierto de los que viven en
Babilonia. Los ciudadanos de Babilonia y los
ciudadanos de Jerusalén no viven en la misma
tierra (18:1-19:1). En el juicio del trono blanco
no se encuentra lugar ni para la tierra ni para el
cielo (20:11).
• El mismo axioma subraya la visión del trono de
Dios en capítulos 4 y 5. Aquí la soberanía
plena de Dios se reconoce por todos los
habitantes. Aquí no hay conflicto, no hay
guerra.
• Hay actividad sin cesar, pero es actividad de
arrojar coronas, la adoración perfecta del
creador de las criaturas.
• En un reino donde todas las criaturas adoran a
Dios y al Cordero; en el otro todas las criaturas
dan gloria y poder al dragón (vea 5:13 con
13:4-8; 14-17). En uno, los reyes de la tierra
traen su gloria a la ciudad virgen (21:24); en el
otro, ellos cometen fornicación con Babilonia
(18:3).
La incompatibilidad de estos dos reinos se ve muy
claro en la obra redentora del Cordero. Su muerte
hace posible la redención. Esto indica que los dos
reinos se tocan en la realidad. Se separan en el
punto en donde chocan. El punto del choque es la
muerte del Cordero. Pero también es el lugar en
donde sus siervos dan su testimonio (12:10-12).
Los lugares se pueden nombrar como Jerusalén,
Esmirna y Egipto. Pero el profeta insiste que no
son habitantes de esta tierra; insiste que son
habitantes del cielo (5:9-13; 12:12; 13:6).
• Tienen sus nombres escritos en el libro del
Cordero desde antes de la fundación del
mundo (2:17; 3:12). Cantan un nuevo cántico
(5:9; 14:3). Como congregaciones sus
lámparas están en el cielo (1:20). Día y noche
reconocen que de Dios viene su salvación
(7:10-15).
• Aparece un tercer cielo, y es de donde
desciende Jerusalén (21:2, 10; 3:12). ¿Qué
cielo es este? Es la fuente final de todo lo
nuevo. Estamos tratando con la fuente de
todos los actos de Dios. Así que no es un
tercer cielo, sino el cielo ontológico de Dios.
Los habitantes de las dos tierras se encuentran
diariamente en las calles de Filadelfia y
Pérgamo, y sin embargo no viven en la misma
tierra, aunque en sus corazones como en sus
comportamientos las dos fuerzas de las dos
tierras se encuentran en combates decisivos.
Las dos creaciones están yuxtapuestas, y sin
embargo, sólo el santo puede estar consciente
del lugar y tiempo de encuentros.

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