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En tiempos de Jesús, había gente que se distinguía por su adhesión a la ley, pero
convirtieron la ley en una esclavitud para el ser humano. Jesús se sentía libre para actuar
según la voluntad de Dios, pero no se sentía sujeto a lo absurdo de cuantos convirtieron la
ley de Dios en una injusticia para el hombre. Jesús conoce la Ley de Moisés, con la cual su
pueblo fue instruido. Y su intención no es transgredirla, sino revelar su sentido más pleno y
profundo. En el contexto de Jesús, muchos habían ahogado el verdadero sentido de la ley
reduciéndola a la frialdad del legalismo. El Evangelio de hoy enseña como observar la ley de
Dios de manera que su práctica muestre en qué consiste Reinado de Dios. La palabra del
Evangelio es y debe ser la orientación y respuesta para el mundo de hoy, Jesús rescata y
pone de manifiesto que esas palabras son palabras de vida.
Nos podemos preguntar: ¿Cómo veo y vivo la ley de
Dios: cómo horizonte de libertad creciente o cómo
imposición que delimita lo que soy?
San Ignacio de
Antioquía
Ruega por nosotros