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''Todo ser humano es creado a imagen de Dios y redimido por Jesucristo
y,
por lo tanto, es de un valor incalculable y digno de respeto como miembro
de la familia humana”.
Principio fundamental de la enseñanza social católica. Toda persona,
prescindiendo de raza, sexo, edad, patria, religión, inclinaciones sexuales,
empleo o nivel económico, salud, inteligencia,… o cualquier otra
característica diferenciadora es digna de respeto.
No es lo que uno hace o tiene lo que da derecho al respeto, lo que estable
ce la dignidad de uno es sencillamente su realidad de ser persona humana.
Por ello, desde la vision
católica la persona nunca puede ser un medio sino un fin en sí misma.
2. . EL PRINCIPIO DEL BIEN COMÚN
La Iglesia define el Bien Común como “el conjunto de aquellas condiciones
de vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros
conseguir más plena y fácilmente su propia perfección”. Es decir, todas
aquellas acciones destinadas a lograr la plenitud del desarrollo de cada
persona y organización social según su propia naturaleza, dentro de un
orden moral, contribuirá a la realización del Bien Común (CIC 1905): “El
orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas, y no al contrario” (CIC 1912).
Condiciones necesarias para que se dé son: respeto a la persona, la adecuada dignidad y bienestar de pers
onas y comunidades human la paz, debe estar fundamentada en el amor mutuo y la caridad, la justicia y
la equidad, respeto a los derechos políticos inherentes a la
persona, respeto a unas leyes justa y sumisión a una autoridad que vela por la
búsqueda de dicho bien común.
3. DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y PROPIEDAD PRIVADA
La propiedad privada, como las demás formas de dominio privado sobre los
bienes «aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria para la
autonomía personal y familiar y deben ser considerados como ampliación de la
libertad humana (…) al estimular el ejercicio de la tarea y de la responsabilidad,
constituyen una de las condiciones de las libertades civiles.
Las personas, por su misma dignidad, deben conservarla, cumpliendo con sus
deberes, amando a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo.
Si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política,
entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas
fácilmente para fines de poder.