Está en la página 1de 34

U:.T:.O:.A:.A:.G:.I:.

Universi Terrarum Orbis Architectonis Ad Gloriam Ingentis


In Deo Fiducia Nostra

Sob:. Cap:. Rosacruz “Unión Masónica N° 1”,


del Camp:. de Lima

LA PALABRA PERDIDA Y
RENCONTRADA

P:.H:. Hipólito Espejo Burgos 24°


La Palabra Perdida se identifica con la pérdida del verdadero
nombre de Dios, con el correcto método de pronunciar su
nombre. La Palabra Perdida, como tal, se ha usado para
expresar el principio de todas las cosas.

El esoterismo occidental gira en torno a la noción de una


misteriosa Palabra o Verbo Secreto, que al ser pronunciado
por el Creador ha dado origen al proceso cosmogónico, a la
generación de los mundos, desenvolvimiento del universo, y
sus infinitas diversificaciones y movimientos.
Leyendas y tradiciones también aluden a algo perdido o desaparecido,
que se simboliza de muchas formas: la pérdida del estado primordial, la
pérdida del propio conocimiento implícito en este estado primordial, que
lo perdido fue sustituido por algo que debía tomar su lugar, lo cual a su
vez, se perdió, creando la necesidad de nuevas sustituciones.

También nos dicen que la Palabra Perdida, surge en medio del desorden,
emergiendo como chispa primigenia y simiente de la eternidad; que, por
su extravío, los hombres han caído en desgracia y vagan a través de
sucesivos largos tiempos, en la más completa oscuridad.
La idea de la Palabra Perdida no solo consiste en el verdadero
nombre de Dios y en el conocimiento de su pronunciación correcta,
si no que está revestida de un gran poder, que puede modificar su
entorno y crear cambios radicales en el mundo.

Las tradiciones iniciáticas también nos aseguran que la Palabra se


ha perdido, pero su estructura mítica nos dice que, de manera
recurrente, se retorna a la necesidad de su búsqueda, a la exigencia
de recuperar la dignidad olvidada.

Así, al retornar al origen se recupera el verdadero poder de la


Palabra Perdida, haciéndose efectivo, según los cabalistas, el Tikkun
Olam (reparar el mundo), la rectificación del mundo tras la caída.
Por tanto, las distintas mitologías antiguas nos dicen que el Universo nació
como resultado del sacrificio del Ser primordial, que el Universo fue
creado por la emanación de una Palabra, pero también que este Verbo,
este Logos, se pierde en el mismo momento en que fue emanado el
Universo, disipándose la Unidad en la Multiplicidad.

También que al perderse la Palabra se pierde la pronunciación del Logos.


El sonido primordial de la Palabra Verdadera también dará paso a la
inagotable complejidad de la multiplicidad.
Pero, también se nos dice que esta pérdida de la Unidad es la primera
Pérdida de la Palabra, la primera de una larga lista de pérdidas y
recuperaciones, de nuevas pérdidas y de substituciones temporales, en la
que cada pérdida está representando, en sí misma, el acto creativo, la
emanación del Cosmos,

Esta pérdida que ha sido representada de diversas maneras, y que nos


estaría indicando que el hombre ha perdido tanto el contacto directo con
Dios, como con su propio estado de divinidad.
Si bien las leyendas y mitos nos dan entender que es casi seguro que el
Nombre Secreto seguirá extraviado hasta el fin de los tiempos, también nos
dicen que hay algo que siempre está perdido en todo camino iniciático, pero
puede recuperarse.

En las leyendas o mitos contenidos en los Ritos masónicos, el sentido y


contenido de sus relatos tienen como idea la de un conocimiento oculto, su
larga y ardua búsqueda, planteándose la posibilidad de encontrar la Palabra
Perdida, cuyos sustitutos son considerados símbolos de esta doctrina
reservada, de conocimiento esotérico e iniciático.
La palabra perdida y la masonería
La Masonería nos relata la existencia de una Palabra de gran valor y
profunda veneración, conocida por muy pocos, que fue largamente
perdida, adoptándose un sustituto temporal para ello; pero suponiendo
que la pérdida de esta Palabra implica su eventual y necesaria
recuperación.

En la historia legendaria de este mito de la Palabra Perdida si bien


resalta la importancia de saber cuál era la Palabra, cómo se perdió, de
conocer la palabra que lo substituyó y cuándo se recuperó; sin
embargo, su búsqueda resulta imprescindible poder comprender el
simbolismo de la misma.
Para la Masonería recuperar la Palabra Perdida es la posibilidad de
reactivar la condición divina en el hombre, volver a restituir la unidad,
porque todos somos células dispersas de un Único Hombre: el Verbo
Encarnado. La Palabra, como parte de la esencia de sí mismo, forma
todo cuanto existe, encarnándose dentro de su propia creación,
habitando entre nosotros.

Para remediar esta pérdida y la consecuente búsqueda de lo perdido, la


Iniciación tiene como finalidad esencial la restauración del estado
primordial. Esta búsqueda deberá desarrollarse gradualmente, de un
estado a otro anterior, que nos vayan introduciendo en los misterios que
implica encontrar la Palabra.
Como ya sabemos, se nos relata la pérdida de la Palabra
a través de la leyenda del asesinato del Maestre de Obras
Hiram Abiff, que con su desaparición se pierden también
los secretos del maestro masón.

Se nos ofrece una palabra sustituta que no es reemplazo


del verdadero Nombre Divino. La auténtica Palabra
Perdida es intransmisible e impronunciable, como lo
atestigua la tradición primordial.
Por tanto, debemos entender la muerte del Gran
Constructor como la paralización de las obras del
templo espiritual, y que simboliza el declive del
verdadero conocimiento de Dios, porque se ha caído en
el materialismo e idolatría.
Emular a los malvados compañeros es dar el golpe fatal
al Maestro Interno, al alma esencial. Este acto simboliza
la búsqueda equivocada y egoísta de la Palabra, la
ambición por descubrir la verdad para la mala utilización
de su gran poder.

Buscar, por tanto, el Verbo con ambición para restaurarlo


en base al conocimiento incompleto, nos hará caer en la
tradición oscura de encontrar sustitutos a la verdad.

Recordemos que hemos representado la muerte y la


resurrección del Maestro Hiram, que hemos sido, por un
momento, Hiram y que, por tanto, debemos buscar la
Palabra dentro del Maestro que la conoció, y ese
Maestro está dentro nuestro.
Debemos tener en cuenta que la Palabra, la Verdad, no
tiene morada en la sociedad masónica que nos rodea, como
tampoco en el alto conocimiento del simbolismo masónico,
si este no va acompañado del necesario cambio interior del
masón.

Por tanto, solo liberados de la carga de la vida profana


seremos capaces de recibir y apreciar plenamente la
revelación en nuestro interior. La Palabra en Masonería nos
insinúa un llamamiento de la vida interior, a reconocernos a
nosotros mismos en toda nuestra condición humana.
En buena cuenta, la Palabra, como símbolo de la Verdad,
debemos buscarla en nuestro interior. Dentro de nosotros
mismos. El acrónimo VITRIOL (“Visita el interior de la
Tierra y Rectificando Encontrarás la Piedra Oculta”) nos
indica que nuestra búsqueda interior debe estar
acompañada de las correcciones necesarias para
encontrar ese yo íntimo y la verdadera sabiduría.
Recordemos que en la Tradición primordial nos habla de
“reunir lo disperso”, de “buscar la Palabra Perdida”, que
denota, a nivel individual, la perdida de una condición que
debemos reconocer: no tenemos conciencia de nosotros
mismos, que somos fracciones de un todo, dispersión en
muchas cosas y que carecemos de una unidad interior.

Se trata, entonces, de hallar a través de la educación e


instrucción masónica la unidad fundamental oculta por la
multiplicidad, de ir progresivamente buscando la Palabra,
reconstruyendo el Verbo aparentemente perdido, de poner
en práctica el gran lema: Reunir lo disperso y poder volver
a pronunciar la Palabra.
CONCLUSIONES
La pérdida, sustitución y recuperación de la Palabra como
símbolo de la Verdad Divina, son partes componentes del
símbolo mítico masónico que representan la búsqueda de
la verdad suprema, esa disposición de querer recuperar la
Palabra Perdida, así como el progreso espiritual del
masón.

Para la Masonería la perdida de la Palabra implica su


recuperación posterior, porque la Palabra no está perdida,
está dentro de nosotros mismos y no la vemos, pero la
podemos encontrar trabajando, con una permanente actitud
de búsqueda.
Si la Palabra (el Verbo, el Logos) no está realmente
perdida, sino más bien oculta u olvidada, y si la
Palabra Creadora, cumplida la emanación, se hizo
silencio, esta puede ser finalmente conocida, ser
audible, desde nuestro corazón y alma.

Es a través del conocimiento de la multiplicidad de


entes, cosas y seres que ocultan la Unidad primordial
que reconoceremos a esta Unidad, cuya recuperación
lo será en consciencia y el Universo se habrá conocido
a sí mismo.
A medida que vayamos reconociendo la Unidad
primordial, podremos explicarnos el mundo desde el sitio
correcto, que es desde el corazón y el centro del alma,
porque la Palabra, la Verdad, está relacionada con la
naturaleza de lo divino y el alma humana.

Por lo tanto, recuperar la Palabra Verdadera, es volver a


hallar los significados que habíamos perdido y así poder
volver a relacionar el Verbo, la Palabra, con la Luz.
Es menester del masón regresar a la acción consciente de
sus mundos: EL MATERIAL Y EL ESPIRITUAL, rescatar lo
divino que mora en cada uno de nosotros, ser conscientes
que nuestros cuerpos son los templos de Dios en la tierra
y que, en cada uno de nosotros, Él se encuentra como una
proyección suya. Por eso, en nosotros, habita un Maestro
cuya alma y vida, son alma y vida de Dios.
La Palabra Perdida habita en nuestra PROPIA ALMA. Esta
alma, forma parte del alma cósmica que, a su vez, impone
orden y armonía en el universo entero. Por eso, en
la medida que el hombre se identifique y sea proyección
más nítida de su propia alma, será, a su vez, una
proyección del alma cósmica y, en esa esa medida, habrá
armonía, salud, y perfección manifiesta en el hombre.
BIBLIOGRAFÍA

1. René Guénon, Estudios sobre la Masonería y el Compañerazgo I. Libro dot.com http://www.librodot.com


Pablo Ianiszewski F.(2015). La Palabra perdida: buscando el verdadero nombre de Dios. Pijamasurf.com
2. J.M. Villa.(2014) La Palabra perdida.
http://josemariavilla.blogspot.com/2014/09/la-palabra-perdida_10.html
3. Vicente Alcoceri. El Poder de la Palabra Perdida. http://groups.google.com/group/secreto-masonico
4. Secreto masónico.(2015).El misterio de la Poderosa Palabra Perdida de la Masonería (2015). h
ttp://www.gabitos.com/SecretoMasonico/template.php?nm=1443542303
5. J.M. Villa ¿Qué es la Palabra perdida? https://bibliot3ca.com/o-que-e-a-palavra-perdida/
6. Javier Alvarado Planas (2019), Apercepciones sobre la iniciación masónica, Madrid, 2019, pp. 147-179.
7. Jorge Norberto Cornejo. Sobre la Palabra perdida.
https://docplayer.es/74412210-Sobre-la-palabra-perdida-por-jorge-norberto-cornejo.html
He cumplido M:.S:.y P:.M:.
LEYENDAS Y TRADICIONES, ENTRE LOS ANTIGUOS PUEBLOS
ORIENTALES Y LA VENERACIÓN DE LA PALABRA SAGRADA  

En el MITO COSMOGÓNICO EGIPCIO, en el principio, tan sólo existía el


NUN, el caos, indiferenciado océano primordial de donde surge ATUM, el
padre de todos los Dioses, el Dios primordial, que al pronunciar las palabras
creadoras abre las alas del Ser, tomando conciencia de su propia existencia
dándose origen a sí mismo como Atum-Ra, la primera luz, primer
movimiento que contiene el principio del devenir, originando el
ordenamiento universal que hace posible la vida.
En el HINDUISMO el origen y fin del Universo, está
sujeto al aliento de Brahma (en sánscrito,
“evolución del desarrollo”), dios creador del
universo, que en cada expiración emana el Cosmos
y en cada inspiración lo destruye.

El ISLAM, a través del Corán, desarrolla una


teología en el que el nombre esencial de Allah se
presenta bajo 99 nombres reflejando distintos
atributos, pero dejando en el más absoluto misterio
el último y más sagrado de todos ellos: el de su
Esencia.
La TRADICIÓN JUDÍA, nos relata que la Palabra, siendo el nombre de
Dios, comandaba todas las fuerzas de la Naturaleza, pero que, después,
su verdadera pronunciación se perdió, ya sea por la prohibición de hablar
en voz alta su nombre, para que no se tome su nombre en vano, porque
de pronunciarse no se tendría participación en el Mundo Venidero o por
la santidad de su nombre.

Para la tradición judía, el verdadero nombre de Dios permanece tan


oculto que nadie sabe cómo se escribe, ni tampoco cómo se pronuncia,
por lo que era necesario un substituto apareciendo la palabra, Yahveh,
recurriéndose a otras representaciones alternativas o sustitutivas
como Elohim, Adonai (que significa “mi Señor”), o El Shaddai. El nombre
Jehová, YHVH, nombre sustitutivo, aparece 5,410 veces en la Biblia y
1419 veces en la Torá.
La tradición hebrea registra distintas perdidas de la Palabra
sagrada, (la dispersión de Babel, el cautiverio en Babilonia, la
destrucción del Templo de Jerusalén y la dispersión del
pueblo judío), simbolizando que se perdió la pronunciación
verdadera del nombre TETRAGRAMÁTICO, envolviéndose el
mundo en la profunda oscuridad moral, donde la verdad
aparentemente se extinguió para siempre.

Al perderse el verdadero nombre de Dios, su naturaleza


divina ya no se entendía, las divinas lecciones ya no se
recordaban, las antiguas tradiciones estaban dañadas, los
antiguos símbolos se pervirtieron, extendiéndose la
idolátrica, el fanatismo y la oscuridad que obstruyen lo
luminoso de la espiritualidad y perturban el intelecto.
El misterio de la poderosa Palabra Perdida también nos ha llegado
del Evangelio, cuando San Juan (Jn.1:1-3.) declama: “En el principio
existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios, que
todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada hubiera
sido hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

El Génesis da cuenta del movimiento creativo al señalar que, al principio,


las tinieblas cubrían la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía
sobre la superficie de las aguas. Cuando la luz fue hecha el Fiat
Lux vuelve a ponernos en presencia del poder de la Palabra Divina, el
espíritu de Dios en su desenvolvimiento y división para gestar las
esferas del universo.
En la TRADICIÓN CABALÍSTICA, como forma judía de
conocimiento de los misterios de la divinidad, nos relata
que Dios creó un espacio finito dentro de sí, conteniendo
materia primordial en forma caótica e inmóvil. Que, acto
seguido, Dios emitió una palabra, su nombre, que
penetró en el espacio primordial, generando movimiento
y la vida.

Pero, al mismo tiempo, Dios debe restringir su propia


grandeza para dar cabida al espacio y al tiempo,
suspensiones de lo Divino, produciéndose la progresiva
ocultación de la Luz.
Tenemos aquí una primera pérdida: ocultamiento de la Palabra
que si bien da origen a la Luz, se produce, a la vez, una
restricción, una contracción de la misma Luz Divina.

El mito cabalístico también nos habla de otras pérdidas, como la


del Edén donde, la Palabra Perdida fue transmitida a Adán y a sus
descendientes a través de la línea de Set, como un secreto que
debían custodiar, porque les aseguraba el permanente contacto
con el Creador.

Esta Palabra Perdida no es otra cosa que el Nombre de Dios, la


mayoría de las veces asimilada al TETRAGRÁMATON, palabra de
cuatro letras que forman la raíz que significa SER, o que también
se entiende como EL QUE ES, o AQUEL QUE ATRAE EL SER A LA
EXISTENCIA.
Luego, en los primeros grados filosóficos se nos dice que,
castigados los asesinos del Maestro Hiram y encontrada la
Palabra Sagrada grabada por el Maestro en un triángulo de
oro, Salomón decidió consignarla en un lugar seguro y
secreto, en el Templo subterráneo, cubriéndola con una
piedra ágata cuadrangular en cuya parte superior grabó la
palabra sustituta. Luego con la destrucción del Templo y la
dispersión del pueblo judío, la verdadera pronunciación del
nombre fue perdida.
Encontrar la Palabra es hallarnos a
nosotros mismos, es reencontrarnos con
lo que somos e implica un reconocimiento
de nuestra propia condición.
Si nos detenemos en esta búsqueda, Hiram es
asesinado en nuestro interior, perderemos la Palabra,
y los trabajos de nuestro Templo se detendrán.
Trascender la objetividad y materialidad de nuestro cuerpo físico
significa accionar nuestros mundos internos, que nuestra alma tome
consciencia de sí misma. Por eso, el masón debe ser CONSCIENTE
DE SUS DOS MUNDOS, EL MATERIAL Y EL ESPIRITUAL.

En el mundo profano, desde que nacemos, dedicamos toda nuestra


atención al aspecto racional objetivo; el espíritu y el alma son
olvidados, nuestra identificación es con la personalidad egocéntrica
de nuestro diario vivir.

Es menester del masón regresar a la acción consciente de los dos


mundos, rescatar lo divino que mora en cada uno de nosotros, ser
conscientes que nuestros cuerpos son los templos de Dios en la tierra y
que, en cada uno de nosotros, Él se encuentra como una proyección
suya. Por eso, en nosotros, habita un Maestro cuya alma y vida, son
alma y vida de Dios.

También podría gustarte