excéntrica. Adan Lyn Tanya Tynjala Las piernas de Line
Las pirnas de Line son famosas en la familia Cabidoulin, y no porque
hubiera nacido con ellas. La pobre fue una “Hija de otoño” y quizá por la avanzada edad de su madre al tenerla había nacido “Tullida” como decía la abuela. Agricultores por tradición, los Cabidoulin no tenían de qué quejarse. Gozaban de una vida lo más holgada que les permitía el duro trabajo. Al morir el patriarca, la tierra se dividió entre los hijos, mientras que una buena dote le permitió a cada una de las muchachas realizar un conveniente matrimonio… salvo a la pobre Line Quien se hubiera quedado a vestir santos si no fuera por una sucesión de aventuras y desgracias. La aventura la tuvo Philippe, el menor de los hermanos quien prefirió venderle al mayor su parte de la tierra (a pesar de las objeciones de la madre) y decidió ir a probar suerte en Norte América. Y suerte tuvo al abrir un restaurante que lo hizo vivir más que cómodamente. La desgracia fue la muerte de Jossette, la esposa de Benoit, el hermano que se quedara con toda la herencia familiar. La pobre murió al dar a luz a su quinto hijo, Benjamín. Benoit no podía descuidar el trabajo y como no confiaba en ninguna de las empleadas de su casa para ocuparse del pequeño, Line y su madre fueron a vivir con él. Ambas se ocuparon del niño, sino también se hacer funcionar la casa a la perfección. Ella se ocupó de enseñar las primeras letras a todos, inclusive a la servidumbre, de insistir para que los niños de la casa vayan a la escuela, de que no holgazanearan en su tiempo libre, de que aprendieran a limpiar, coser, cosinar y así es como los hijos e hijas de Benoit no solo supieron muy bien redactar una carta… … sino también ocuparse de las labores domésticas. “Para mandar hay que saber primero hacer”, era el lema de Line. Todos la obedecían sin chispar, inclusive cuanso les hacían bendecir la comida con largos y monótonos salmos. Ellos que ya creían echar mano a las piernas del polloy tía Lina que seguía: “San Blas, bendice mi comida por delante y por detrás”. Parecía que si no recitaba todo el santoral, la comida resultaría envenenada. Sin embargo, todos, hasta Benoit, seguían con la cabeza gacha hasta que Line terminaba. Y es que cómo negar que ella había sido la única madre que sus últimos hijos recordaran, tan pequños los pobres cuando murió Jossette. La familia Cabidoulin era famosa por sus increíbles calabazas, siempre ganadoras en las ferias agrarias del sur de Francia a finales del siglo XIX. De la cosecha se encargaban varios jornaleros que Line alimentaba como si fueran parte de la familia. Además de las calabazas, cosechraban zanahorias y nabos, contaban con varios manzanosy algunos cerezos y tenían gallinas ponedoras, algunas de ellas también premiadas en ferias agrarias por diversos talentos: responder cuando se les llamaba, tener el plumaje más brillantey, porsupueto, , poner más huevos que ninguna. Todos se preguntaban cuál era el secreto de los Cabidoulin. Algunos murmuraban que un jornalerose le escapó el detalle de los cantos de Line. Al parecer, las gallinas ponían más cuando Line les cantaba. Ciertas viejas chismosas iban más allá y soltaban como quien no quiere la cosa que Line debía estar embrujada o peor, haber hecho pacto con el diablo. “Esas cosas no son de cristiano”, decía pero solo entre ellas se hacían caso. Los Calidoulin eran queridos en el pueblo, pues siempre se mostraban solidarios con el que lo necesitara, nadie prestaba oídos a las arpías envidiosas que todo el pueblo posee a su pesar. Y los día pasabanasí tranquilos, al ritmo de las horas y las estaciones… hasta que llegó ESE día. Ese día, todos se encontraban en la misa de las 10:00, Line había ido a la de las 7:00 para poder prepara el almuerzo en casa. El pequeño Benjamín cumplía quince años y la fiesta prometía, como que hiba a cosinar Line. Cuando una ocasión especial se presentaba, Line se encarganba de la comida, desde la entrada hasta el postre. Las muchachasde servicio ya sabían que no valía la pena insistir en ayudarla, ella quería encargarse de todo sola. “seré tullida, pero eso no me hace inútil” , decía. Por otro lado, todos disfrutaban de su puré de patatas parecía un pedazo de nube en el plato. No había nada que no supiera preparar a la perfección. Sin embargo, lo mejor que le salía (si eso fuera posible) eran las tartas y aún más: su tarta de calabazas era de probarlas y poder morir tranquilo. Por eso se dirigió pesurosa a la huerta y escogio la mejor calabaza. Esa en particular pesaba mucho y se veía redonda y brillante, demasiado perfectacasi. Le costó mucho a Line llevarla hasta la cosina y eso que la distancia no era larga. ¡Ni que la estuviera trayendo del campo!, pensó limpiándose con su delantal las gotas que perlaban su frente luego de poner la calabaza sobre la mesa. La tarta sería lo primeroque prepararría, así mientras se horneaba, tendría tiempo para los otros platos.