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Las labores de la dignidad y la

resistencia
Pervivir la guerra y las labores de la
dignidad
• En esta parte se describen las memorias sobre
acciones en las cuales las habilidades y
recursividad de algunos individuos, o la
bondad, solidaridad y sagacidad de otros,
permiten a las víctimas y testigos protegerse y
sobrevivir.
5.3.1.1. Leer los signos en el entorno

• La circulación de rumores sobre lo que iba a


suceder, los grafitis de los grupos armados o
las señales premonitorias que recibieron
víctimas y familiares aparecen en los
recuerdos de los sobrevivientes como señales
que les permitieron reconocer el peligro,
tomar decisiones y actuar.
Señales tangibles

• acarrean amenazas o sentencias verbales o


escritas, y que requieren de una rápida
respuesta

“Dan una carta que te dan 48 horas para que


salgas de la zona, te vas con tu familia así dejes
lo que tengas”
Imágenes recurrentes
• marcan el entorno material con signos de las
amenazas y violencia, pero que también son
leídos como indicaciones de los pasos e
intenciones de los actores armados
cambios en el entorno natural
• «En el día sonaban las pipetas y en la noche eran los
truenos... Todas las noches cuando daban las 6 o 7 de la
noche empezaba la lluvia, y con esos truenos que tenían
como ese mismo sonido de las pipetas, ese mismo sonido tan
feo... Luego nos dicen “Bueno… el ejército viene por Napipí y
hubo una balacera, y ese pueblo quedó vuelto nada, ¿y ahora
qué?” “Muy sencillo, conclusión: o se va la guerrilla o nos
vamos nosotros…”
• La señal en este caso no se lee para intentar
protegerse, sino para confirmar la magnitud y el
impacto de lo que pasó. Las personas que recuperan
estas memorias enfatizan sobre los cambios en el
clima para aportar una prueba fáctica de los abusos
cometidos y para resaltar el drama humano que allí
tiene lugar.
Los refugios y subterfugios
• A lo largo de la década de 1980, la población
campesina de La India y Cimitarra en el Magdalena
medio, vivía en zozobra constante por la presencia
continua de paramilitares, Ejército y guerrillas.
• La memoria de estos años, evoca las formas de
intimidación, acusación y vigilancia.
testimonio
• Yo en los años 1986, 1987, arriaba una mula para Borracho
Bravo, ¿usted lo conoce? Allá no podíamos tener gallos, pa’
que no cantaran, pa’ que no supieran donde vivía uno, ni
tener perros que ladraran, cuando uno oía decir “viene el mas
[Muerte a Secuestradores] con el Ejército”, uno tenía que
desocupar. Porque usted tenía que dar cuenta dónde vivían
ellos, si decía, malo y si no decía también, porque si decía lo
echaban por delante ya la guerrilla, también los salvaba a
ellos o lo arreglaba. Y así […]. Eso era terrible en ese tiempo. Y
habíamos muchos que de tanto ir, ya lo que hacíamos
llevábamos caleta, hacíamos ranchitos allá en la montaña,
desocupábamos la casa que teníamos grande y hacíamos los
ranchitos por allá de caña.
• Ante las acusaciones de apoyar al otro bando,
como lo enfatiza la narración, y bajo la presión
constante de rendir cuentas de sus paraderos
y andares, la población campesina buscó
lugares donde refugiarse y escapar
temporalmente al control agobiante
desarrollando distintas tácticas de
sobrevivencia evidenciadas en el anterior
testimonio.
5.3.1.3 Las solidaridades y las ayudas

• Recordar los actos mediante los que ciertas personas


salvaron, ayudaron o protegieron a otros en
situaciones límite rescata la bondad humana que
permite a personas o grupos enteros huir, encontrar
refugio o resolver circunstancias de alto riesgo.
Testimonio
• Yo seguí por la calle que da del hospital al parque, cuando iba
más o menos por donde mi tío Arnolfo, salió la esposa y me
dijo, “Por Dios ¿para dónde va usted con esas botas?”, y yo
“Necesito ir a la emisora y tengo que ir al parque”. Y me dijo
“Nada, usted se me entra para la casa, se me cambia esas
botas, se las quita, y no se va para ningún parque, se me va
para la casa”, y yo “¿Y por qué?”, Y ella: “Es que ese parque
está miedoso, ¿quiere que lo maten?”.
5.3.1.4 Los rescates humanitarios
• En el año 2000, cuando las mujeres de la
comunidad del Valle Encantado en el
departamento de Córdoba avanzaban con su
proyecto cooperativo para trabajar la tierra y
generar alternativas alimentarias y de
producción, los paramilitares reclutaron
algunos de los jóvenes de la comunidad
mediante engaños y ofertas de empleo en
fincas. Cuando las madres se dieron cuenta de
la situación, decidieron rescatar a sus hijos.
Testimonio
• En esa época, mediados del año 2000, llovía mucho, el
barro llegaba –y aún lo hace– hasta las rodillas, pero nada
de eso impidió que se organizara una gran marcha al nido
de los paracos. A las seis de la mañana se emprendió la
caminata, eran cerca de 200 mujeres que se apoyaban las
unas a las otras para no caer a los charcos de agua en la
carretera, que como siempre estaba inservible. El sitio al
que irían estaba lejos, debían pasar por una población
llamada Guasimal, controlada por paramilitares. […] Mi
madre iba diciendo a las mujeres que no demostraran
miedo, que ellos no podían ser tan tontos para matar a
tantas mujeres. […] Cuando el terrible comandante estuvo
enfrente de las mujeres, les preguntó qué buscaban, y ellas
respondieron en coro: “¡A nuestros hijos!”.
5.3.1.5 Los actos extraordinarios
• Los actos extraordinarios que vecinos,
familiares, líderes o héroes anó- nimos
realizaron para salvar la vida de quienes
estuvieron a punto de morir o para restaurar
dignidad a los cuerpos de heridos o muertos
Testimonio masacre del tigre
• Desde el día de la masacre comenzamos a hacer memoria
histórica, eso fue hace 12 años. Nosotros como mujeres valientes
hicimos un proceso silencioso, pero a la vez un proceso de
esperanza. Cuando se fueron estos hombres macabros después de
la masacre, tuvimos la fortaleza de recoger los hombres del río
con el estómago abierto, los cosimos con una aguja capotera y les
metimos los intestinos, fuimos cuatro mujeres. Reunimos todos
los cadáveres y los llevamos a la plaza de mercado. Autoridades
ninguna, la inspectora que había en ese tiempo vivía en otra
vereda. Luego vino el cuerpo de bomberos, la Cruz Roja y la
inspectora de La Hormiga, pero no vinieron ni la policía, ni los
jueces, ni los fiscales. Entre los más valientes nos dimos en la tarea
de arreglar los cadáveres, de coserlos, para entregarlos a las
personas que quisieran llevarlos.
• el relato de estas mujeres enfatiza su coraje. Su
determinación de no dejarse destruir y su empeño por
restaurar la dignidad de los cuerpos ultrajados les permite a
otros hacer los trabajos del duelo y los rituales funerarios.
Ellas se convierten de esta manera en justas restauradoras de
la dignidad de los muertos

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