Hechos concretos de la historia de los hombres, de grupos
humanos, de comunidades o pueblos, han sido vividos, vistos y experimentados como acontecimientos salvíficos, como verdaderas intervenciones salvadoras de Dios. Y como tales han sido transmitidas, de palabra y por escrito, en la predicación y en la oración, en los santuarios o templos, en las tiendas, casas o areópagos públicos, como objeto de confesión de fe o motivos para la alabanza, la bendición y la súplica. Las intervenciones salvíficas de Dios en la historia de los hombres tienen su centro y culmen en Cristo. La salvación, en efecto, se orienta a «recapitular todas las cosas en Cristo», a hacer de todos los hombres una sola familia, la familia de Dios, haciéndolos «hijos en el Hijo», insertándolos íntimamente en él, incorporándolos a él (cf Ef 1,3-10; Col 1,13-20). LA HISTORIA HUMANA, HISTORIA DE SALVACIÓN
«Dios, después de haber hablado muchas veces y en diversas
formas a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días, que son los últimos, nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por quien hizo también el universo» (Heb 1,1-2). La historia de la revelación de Dios a los hombres y en el mundo tiene un proceso evolutivo, lento y progresivo; el credo cristiano no se basa en esquemas abstractos de filosofía sobre la vida, sino en el hecho de que Dios se ha manifestado en la historia y nos ofrece la salvación. Dios habla en la creación, Dios habla en las situaciones más diversas de Israel, Dios habla en Jesucristo, Dios habla por medio de la Iglesia, Dios habla dentro de nuestras vidas. LOGO