confundirte si no los reconoces y los entiendes. Además, cada tarea de redacción parece una experiencia nueva y distinta a las que le han precedido. Sin embargo, el proceso de la composición escrita es, básicamente, el mismo para todos, aunque cada persona lo lleva a cabo de maneras diferentes. Cuando alguien te requiere un trabajo escrito como un ensayo o una monografía, te enfrentas a un “problema”. De hecho, la tarea de redacción que se te ha asignado, es un problema retórico que debes resolver. No obstante, desde el inicio, tienes unos recursos para encararlo. En tu memoria a largo plazo, puedes tener algún conocimiento del tema, como de la audiencia que recibirá tu trabajo y, posiblemente, tus experiencias de redacción anteriores te ayudarán a determinar la ruta a seguir esta vez. Por ejemplo, si has escrito anteriormente un ensayo o una monografía, será más familiar el proceso y tendrás mayor control sobre él. Realmente, desde el momento en que se te informa la tarea de redacción que debes llevar a cabo, comienza el proceso de composición, aunque no hayas escrito nada todavía. Ya empiezas, mentalmente, a tomar decisiones y a repasar los conocimientos con los que cuentas para solucionar el problema retórico. El proceso de composición conlleva tres subprocesos que seguramente reconoces: planificación, textualización y revisión. Cada uno de ellos implica varias operaciones que todos llevamos a cabo, a nuestro modo. Al mirar su representación gráfica, podrías tener la impresión de que se trata de un proceso lineal, es decir, que progresa directamente desde un principio hasta un fin, no obstante, eso no es precisamente así. Notarás cómo las operaciones que realizamos se alternan y se retoman constantemente una vez que iniciamos el proceso. Por ejemplo, puedes estar organizando algunas ideas al momento en que surgen otras nuevas en tu mente, o puedes estar revisando tu borrador y se te ocurre algo (generación de ideas) que puedes intercalar en algún párrafo (organización). Es necesario aprender a utilizar los medios de acceso a la información (catálogos bibliográficos, internet, etc.). La lectura de las fuentes de información te ayudará a producir ideas. Cuando tienes la información sobre el tema, debes buscar la forma de organizarla de acuerdo con tus propósitos al escribir. El orden que le impones tentativamente a tu plan de trabajo, va estrechamente relacionado con la estructura, la forma, de tu trabajo. Esa forma dependerá, a su vez, del tipo de escrito que debas producir. Por ejemplo, la forma o estructura de un ensayo, no será igual a la de un cuento ni a la de una carta. Por eso, es tan importante entender qué estructura le corresponde a la tarea de redacción que estás realizando. El manejo, por ejemplo del lenguaje, estará determinado, principalmente, por el posible lector, pero también por el tema y por el objetivo que persigues. No sería propio, escribir un ensayo académico en un tono familiar y con lenguaje coloquial. Sin embargo, en un dialogo entre dos personaje sencillos del pueblo, si lo sería. Para comenzar a escribir un borrador, se debe reflexionar sobre las condiciones que ayudan a “romper el hielo”, es decir, a iniciar la producción del texto. Ese comienzo es un momento bastante incomodo, aun para los escritores profesionales. Es necesario vencer lo que algunos han llamado “el pánico al vacío de la hoja en blanco” que es un sentimiento muy real. Algunas personas piensan y articulan sus ideas mejor cuando tienen un silencio absoluto en su entorno. Otras, se sienten más a gusto con un trasfondo musical suave. Lo importante es ser honesto consigo mismo. A veces, un individuo se sienta a redactar con música estridente no porque le facilite la generación de ideas, sino porque se distrae y evita involucrarse en un proceso de reflexión que rechaza. De esa manera, está saboteando sus posibilidades de éxito. Por lo regular, el escritor escribe una porción del texto y luego se detiene a leerla. La cantidad de palabras en esa porción varía de un individuo a otro. Hay quienes escriben un par de palabras y se detienen a leerla y a pensar si serán las adecuadas, mientras que otros escriben varios párrafos antes de leer el texto producido y evaluarlo. Al leer, vas comparando el texto con el plan y los objetivos que has trazado de acuerdo con la tarea de redacción que tratas de realizar al planificar tu trabajo. Es decir, lo evalúas para decidir si vas bien o si debes modificarlo en alguna medida.
A veces al desarrollar un tema, nos damos cuenta sobre la
marcha de que podemos variar la forma de presentarlo, o el orden, y que el efecto de ese cambio es positivo. En un caso así, reconsideramos el plan inicial y lo modificamos. Durante la revisión, además, vas registrando en tu mente el progreso que alcanzas en tu trabajo a partir de la meta que te has impuesto. Así, eres consciente de en qué medida te acercas al final. Determinas ese final cuando sientes que te has aproximado lo más posible a la visualización que habías hecho de la versión final al planificar tu trabajo. La revisión de un texto no se limita a correcciones ortográficas o gramaticales. Aunque ese aspecto será relevante en la versión final porque se convierte en un obstáculo para la comunicación, hay otros aspectos muy importantes que se deben atender en la evaluación de un borrador. Por ejemplo: orden de las ideas, técnicas o estrategias que pueden emplearse para el desarrollo del tema, necesidad de resumir o de ampliar algunos puntos, claridad de las oraciones, cohesión de un texto al pasar de una idea a la próxima, unidad de los párrafos. Aunque hay muchos errores de expresión que vas corrigiendo automáticamente a medida que lees y evalúas los fragmentos de un borrador, es necesario mirar con detenimiento esa última versión del borrador antes de convertirlo en la versión final de tu trabajo.