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HISTORIA DE LAS

MENTALIDADES 2
Una forma de hacer historia

Arlette Farge
La historia de las mentalidades es una corriente historiográfica.
Surgió a mediados del siglo XX dentro de la escuela de los
Annales francesa como una forma de historia social, historia
cultural utilizando además del método histórico, modelos
metodológicos multidisciplinares como los de la filosofía, la
psicología, la antropología y la historia del arte con el fin de
analizar, investigar y estudiar lo que otras sociedades o personas
del pasado pudieron pensar, razonar y manifestar en su tiempo y
contexto
UNA PIEDRA ANGULAR: LAS ESTRUCTURAS MENTALES

¿ Cuál es el propósito de esta forma de hacer la historia? En primer lugar, darles la


palabra, con la respectiva distancia crítica respecto a las fuentes, a los excluidos de la
historia, temas y actores, marginales que van actuando en las franjas de la historia oficial.
En este sentido, apunta a reconstituir los comportamientos (colectivos en primera
instancia), en identificar las "estructuras mentales" imperantes. Tanto las expresiones de
los mismos como los silencios que asoman al respecto reflejan visiones del mundo o
sensibilidades colectivas, devolviéndole al analista en un juego de imágenes y de manera
general las representaciones, los mitos y sistemas de valores reconocidos, aceptados o
impuestos a una sociedad o comunidad determinada.
El gran iniciador de esta corriente fue sin lugar a dudas J. Huizinga con su Otoño de la
Edad Media (1919, trad. esp. Madrid, 1973, en la Revista de Occidente)
Huizinga se une a los intereses de la Escuela de los Anales (Marc
Bloch, Lucien Febvre). Johan Huizinga aplicará su método fundado
en la "investigación subjetiva" con El Hombre y la multitud en
América (1918) o América viviente y pensante (1927).
la historia de las mentalidades, es similar con la historia de las ideas
en varios aspectos, y en mayor grado con la llamada historia
cultural, se diferencia claramente de ella, lo mismo que de ciertas
formas de "historia": historia de las religiones, historia demográfica o
historia de la mujer.
En este sentido, tiene un propósito más amplio, integrador. Tanto lo
intelectual como lo afectivo caben en ella, lo que Marc Bloch, en su
Apología por la historia o la profesión de historiador, había subrayado
ampliamente al señalar que "los hechos históricos son por esencia hechos
de índole sicológico".

Lo que tiene como consecuencia dicho sea de paso una necesaria distancia
ante el objeto de estudio y un cierto rigor metodológico, a la par que una
sutil complicidad. Asimismo, los instrumentos provienen precisamente de
estas disciplinas afines.
De ahí la aparente confusión o mejor dicho indefinición que preside a estas
aproximaciones, y la característica fundamental de este campo histórico, el de
ser una "historia-encrucijada", el "no-sé-qué" de la historia" y de abarcar "el
contenido impersonal del pensamiento" (como lo puntualiza Jacques Le Goff),
por más que se hayan ido precisando y afinando las problemáticas en estos
últimos años.
La historia de las mentalidades Y representaciones (las de un pasado más o
menos cercano) participa en este sentido de los balances periódicos y de las
reconsideraciones historiográficas y metodológicas que surgen con asombrosa
regularidad en el "territorio del historiador": búsqueda de nuevos objetos y
nuevas aproximaciones, recombinación de enfoques afines, afinación de las
problemáticas y de los logros heurísticos etc ...
se fueron conformando relaciones privilegiadas por no decir
simbióticas entre la historia de las mentalidades en cuanto
historia de las representaciones del pasado, de las visiones del
mundo pero también de las estructuras y de las coyunturas, y el
quehacer historiográfico y la elaboración de una memoria
colectiva.
LAS COINCIDENCIAS
Las coincidencias, en el orden metodológico, con disciplinas afines, resultan
tan evidentes.
Los aportes de la etnohistoria, orientación muy próxima a la historia de las
mentalidades y representaciones, se centran en esta perspectiva en la nueva
definición, plural por esencia, que se les da a las llamadas "visiones del
mundo", dejando de lado la categorización de tipo clasista que se les suele
aplicar. Por tal término se entiende en efecto un conjunto coherente de
representaciones de la vida, de la naturaleza y de las relaciones sociales, de las
divinidades, modelos de comportamientos/estilos de vida, instrumentos de
comprensión de la realidad cotidiana (ciencias, técnicas).
"Herramientas mentales": tal fue la expresion forjada en
ese aspecto por Lucien Febvre (en Problèmes de
l'incroyance : problemas del no creer), y que sigue
profundamente al día, por la necesaria relativización que
posibilita.
De ahí la importancia del discurso, de las palabras
proferidas o silenciadas, o de manera más inusitada, las
imágenes, a la hora de reconstruir los comportamientos
dominantes, y, de cierta manera, los modelos culturales
imperantes en una misma área cultural.
la historia de las mentalidades trata de "modelar", al igual que en una ciencia
"exacta", los comportamientos, de resaltar las continuidades (¿tradiciones?) y
por lo tanto las estructuras que afloran, en la reiteración de los motivos
representativos (linguísticos, iconográficos etc.) en las prácticas evidenciadas
en los documentos.
Tal fue el propósito de Marc Bloch, al identificar las "representaciones"
propias de la monarquía europea, en Francia y en Inglaterra, desde la Edad
Media hasta nuestros días.
"ESTRUCTURAS MENTALES"
es precisamente el término utilizado por Bartolomé Bennassar en su obra
El hombre español, subtitulado "actitudes y mentalidades del siglo XVI al
XIX".
La dimensión psicológica y social de las historia de las mentalidades no
está por decir. Basta con remitir al lector a las obras de Jean Delumeau,
como El miedo en Occidente (1ra ed. francesa, 1978, trad. esp.
Barcelona, 1989), ejemplo magnificado de un clima psicológico por no
decir escatológico excepcional, y de lo subyacente en las mentalidades
(colectivas) de una época.
De ahí la necesidad de ubicar esta forma de hacer la historia, fundada en fuentes
muy diversas (fuentes originales, manuscritas, historia oral, literatura etc.) en el
contexto más amplio de una historia "total", teniendo en cuenta tanto los
aspectos culturales y materiales de la vida cotidiana como el trasfondo
económico y social.
Sin por eso establecer una jerarquización de estas distintas aproximaciones o
adoptar una postura determinista.
Es la complementaridad de las mismas, el hecho de que arrojan luces distintas
sobre un mismo fenómeno o acontecimiento, lo que importa aquí, a la par que los
ritmos diferenciales que animan estas historias: si bien los factores psicológicos
constituyen un eje explicativo fundamental, están inmersos en unos contextos
socio-económicos.
HACIA LA ANTROPOLOGÍA ... HISTÓRICA
Otra interrogación tiene que ver indudablemente con una
cuestión de vocabulario. Historia cultural es el término acuñada
mayoritariamente por la escuela histórica anglo-sajona, mientras
la llamada antropología cultural ostentada por los integrantes o
sucesores de la escuela francesa de los Anales, se impone por lo
esencial en Francia a partir de los años setenta, en reacción al
carácter indefinido de la historia de la mentalidades, pero
también con motivo de la interdisciplinaridad creciente en las
ciencias humanas, especialmente las interracciones
interpretativas entre historia e antropología.
El carácter profundamente coyuntural de esta elección tiene que ver de
igual manera con la evolución experimentada por las otras disciplinas,
especialmente por la etnología, que se convierte bajo la influencia de los
trabajos de Claude Levi-Strauss en "antropología social" (expresión algo
derivada de la correspondiente referencia anglosajona). Está por demás
subrayar esta constante irrupción de la actualidad en el quehacer del
historiador, en la pregancia del estatuto, de la situación propia del
historiador en su interpretación del pasado, lejano o inmediato. Una
intervención que se cuestiona, se pone en tela de juicio siempre que se
impone una moda a través del uso predilecto de cierto vocabulario.
esta combinación de los métodos posibilita el redescubrimiento de partes
hasta entonces marginales del "territorio del historiador" tal como lo
caracteriza E. Le Roy Ladurie: comportamientos familiares, relaciones de
parentesco, vida cotidiana, aprensión de la muerte, hábitos alimenticios,
relaciones entre lo biológico y lo social, interpretaciones de los mitos
etc ... para mencionar tan sólo unos cuantos ejemplos que puedan ilustrar
este ensanchamiento del campo historico y la escritura de una historia no-
oficial, alejada de las perspectivas institucionales o centradas en los
acontecimientos exclusivamente.
Tal orientación se funda evidentemente en los trabajos de la escuela de los
Anales y en los estudios por ejemplo de Marc Bloch (Los reyes
taumaturgos, Los carácteres originales de la historia rural francesa),
quien insistía en el hecho de que, detrás de las mismas instituciones
privilegiadas por la historia oficial estaban y actuaban los hombres.
Otro tanto reivindica Fernand Braudel en su Vida material y capitalismo,
al reunir fuentes cuantitativas y por lo tanto historia económica y social o
demografía histórica y reflexión acerca de las categorías del pasado que
encierran precisamente estas fuentes (archivos notariales, registros
parroquiales por ejemplo).
Dentro de esto asoman a grandes rasgos cuatro orientaciones
principales: 1. la antropología (hábitos alimenticios, percepciones
que se tiene del cuerpo y de los medios naturales), 2. la
antropología económica (difusión de las técnicas, pautas de
consumo) y más recientemente, la novedosa ecología histórica), 3.
la antropología social (relaciones de parentesco, estrucutras
familiares) y 4. antropología cultural (creencias, manifestaciones
de la religiosidad popular, sistemas de valores, representaciones
sociales, hasta políticas).
CRITICA
La crítica reciente de Geoffrey Lloyd (Para demistificar la historia de las
mentalidades, Cambridge University Press, 1990) apunta a su falta de
causalidad, a la ausencia de hipótesis explicativas, a su plasticidad en
definitiva, a su renuencia en introducir un eje causal algo determinista, por
lo menos pre-establecido, que vinculara de alguna manera los
comportamientos individuales y las actitudes colectivas (ahora bien: no se
puede definir a las segundas como la suma aritmética de los primeros, sin
que por eso se pueda obviar las relaciones que existen antre ambos).
El problema no está resuelto, ni mucho menos, de ahí las críticas recientes,
y la naturaleza de un debate que se origina en realidad en el ocaso de las
ideologías.
La vocación de la historia de las mentalidades, más allá de su aparente
ambigüedad, sigue siendo la de unir, matizar, completar las otras
aproximaciones, de ahí la amplitud de su campo y su permanente evolución
en función de los progresos del conocimiento. se inscribe precisamente y con
mayor vigencia ahora el intento por redefinir esta historia o antropología
histórica. De ahí la tendencia en reunir "mentalidades" y "representaciones"
en adelante, o en preferir la expresión de "antropología histórica", sin
rechazar por eso la creatividad, la apertura fundamental y la fluidez de esta
aproximación.
La historia de las mentalidades es una historia joven en América
Latina, de ahí esta necesidad que hay en diferenciarla de otras
maneras de hacer la historia, por ejemplo de la historia de las
ideas, más desarrollada en todo caso para los siglos XIX y XX,
de la historia de la religion, de la demografía histórica o de la
historia de la mujer y de su avatar más reciente, la historia del
"género", para mencionar tan sólo unas maneras de "hacer la
historia". Por su insistencia en el periodo colonial, mundo a la
vez extraño y familiar al historiador, da pié por otra parte a una
reescritura del pasado colonial, en contra también de las
múltiples "leyendas negras "que afloran en las interpretaciones
del mismo.
La elección de fuentes manuscritas, especialmente de los
textos normativos religiosos (Reales Pragmáticas,
Constituciones sinodales etc ...) o de los códigos jurídicos, la
confrontación permanente con una gran variedad de fuentes
tuvo como consecuencia un cuestionamiento permanente de
los enfoques adoptados por los autores y la puesta en
perspectiva de temas bien definidos (así como por ejemplo,
familia Y poder), de las normativas coloniales y de las
consiguientes desviaciones, comportamientos ilícitos o
situaciones conflictivas,
de las respuestas cotidianas a unos fenómenos hasta entonces
pasados por alto por la "historia oficial", a través de los
comportamientos ostentados tanto por el aristócrata o el ministro
de la Corona, como por el esclavo o el artesano, las "primeras
damas", comportamientos y actitudes reveladores de una
sensibilidad colectiva.
Las historias de honor como las historias de pecados, de vidas
"díscolas" de los unos o de los otros, de las pasiones y vivencias
individuales o del imaginario colectivo, el recorrido por los
espacios de la criminalidad
la vida de las parroquias, el rescate de las creencias populares, de "los de
abajo", por el significado de los símbolos exteriores, de las apariencias, y de
los ceremoniales, de las tensas relaciones entre poder y justicia, confluyen en
una reevaluación de este tiempo perdido.
estas tendencias significativas de la historia de las mentalidades, a través de
publicaciones hasta ahora, una de las más prometedoras quizás sea la
reinterpretación el origen de la Independencia.
Más allá de las rupturas cronológicas y del culto a los héroes nacionales
ejemplificadas por las historias oficiales, la historia de las mentalidades
insiste en la evolución propia de los modelos sociales y culturales. En este
sentido, facilita sin lugar a dudas una lectura plural de la sociedad en vísperas
de la Independencia.

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