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Sem4 UNI
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INGENIERIA
Facultad de Ingeniería Geológica, Minera y Metalúrgica
La idea de que el gobierno debe estar limitado ha ido configurándose a los largo
de varios siglos, y recibió su primer impulso de los conflictos religiosos
posteriores a la Reforma europea del siglo XVI. Cuando la Iglesia católica romana
perdió su monopolio sobre la vida religiosa de las sociedades cristiana, la primera
respuesta fue que cada comunidad política debía tener su propia religión oficial, ya
fuese católica o protestante. Sin embargo, la multiplicación de sectas protestantes
dio lugar a una exigencia de tolerancia religiosa: dentro de ciertos limites, cada
persona tenia derecho a buscar su propio camino hacia Dios, y el estado no tenia
por qué interferir en esta búsqueda. Con el paso del tiempo, la exigencia de
libertad religiosa se transformó en una exigencia más amplia de libertad personal:
una defensa del derecho de cada persona a elegir sus propias creencias y sus
propio modo de vida, siempre y cuando esas decisiones no afectaran directamente
a la libertad de otros.
El movimiento romántico de finales de siglo XVIII y principios del XIX legó a
todas las generaciones posteriores la idea de que cada persona es un individuo
único, y que solo puede realizarse verdaderamente si se le permite elegir por sí
misma su forma de vivir. Y esto, naturalmente, exige el espacio más amplio
posible para probar nuevos y originales modos de vida: nuevas profesiones,
nuevas formas de expresión artística, nuevas maneras de entender las relaciones
personales.
Los liberales razonaban de este modo: puesto que la libertad individual tiene un
valor tan grande, debe prohibirse a todos los gobiernos, por muy buena que sea su
constitución, que interfieran en ella. El buen gobierno no basta: incluso el
gobierno mejor constituido y mejor intencionado sentirá la tentación de
entrometerse en zonas en las que la libertad individual debe ser intocable.
La libertad tiene un aspecto externo y un aspecto interno: depende de si la
constitución del mundo abre ante nosotros varias puertas, pero también depende
de si somos capaces de elegir auténticamente por qué puerta pasar.
Miller, D. Filosofía política; Una breve introducción, Capítulo I: ¿Por qué necesitamos la filosofía
política?, págs.: 84-109.