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1.- Me noto la cabeza vacía, un poco irritado, mis tripas hacen ruido y no trabajo bien.
2.- Me doy cuenta de que tengo hambre.
3.- Dejo de trabajar, me levanto y voy a la cocina.
4.- Me preparo una rebanada de pan con queso
5.- Me como la rebanada: : la saboreo, la mastico y la trago
6.- La digiero, asimilo y exclamo “¡Delicioso!”.
7.- He acabado, no tengo más hambre, me levanto de la mesa y hago otra cosa.
Sensación
La sesión es, en el primer nivel, tributaria de los órganos de los sentidos dirigidos hacia mi entorno: la
vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Gracias a estos instrumentos de relación hacia el exterior,
percibiré las modificaciones de mi entorno y las clasificare según mi interés actual. Responderé con un
iniciativa positiva hacia ese interés, o bien por evitar, o incluso por voluntad de destrucción.
Sí, paseándome, percibo un perfume de flores agradables, voy a aspirar, orientarme y tratar de descubrir
la fuente; o simplemente me paro y disfruto este placer olfativo. Si, por el contrario, es un olor de basura
que irrita mi olfato, me daré prisa para evitar esa sensación desagradable, o incluso me tapare la nariz.
La sensación se relaciona también con mi cuerpo y espíritu, puedo percibir cambios en el interior de mi
organismo: el desequilibrio, el movimiento, la sed, el hambre, la necesidad de orinar o de defecar, la
falta de oxígeno, etc. Puedo percibir sensaciones de la esfera activa: las ganas de llorar, de enfadarme,
de hacerme querer, de ser protegido, etc.
En la esfera intelectual, las sensaciones que pueden aparecer son, por ejemplo, la de estar perdido, de no
comprender; la necesidad de hacer proyectos, de buscar una solución a un problema, de crear, de ver
claro, etc.
LA TOMA DE CONSCIENCIA
Por ejemplo, si noto un cosquilleo en mi frente y paso la mano por ella automáticamente
(sin por ello ser consciente), es un acto reflejo. Pero si es imposible hacer ese gesto en ese
momento, si mis manos están ocupadas, entonces seré consciente del cosquilleo y me
pondré nervioso.
Con este paquete de energía, cuando la caldera está bajo presión, puedo pasar a la acción,
ponerme en marcha, arrancar, dar un paso hacia lo que me rodea. Es decir, una “agresión”
(del latín ad-gredere, dirigirse-hacía con energía, atacar) en el sentido estricto de la palabra.
Una acción siempre es agresiva: hago un trámite algo, quiero cambiar lo externo, me lanzo a
un elemento de mi entorno…
Por tanto, toda acción es agresiva por fuerza: desde la acción de cortar mi filete en el plato y
morderlo, pasando por la campaña publicitaria para hacer conocer un producto, hasta la
escena conyugal donde los esposos quieren obtener un cambio en su vida común. La
agresividad forma parte de nuestra vida y es la clave de nuestra supervivencia.
CONTACTO
Es difícil incorporarse de nuevo a otra cosa, hay que respirar un poco. Es una necesidad orgánica
de recuperación. Para esto sirven los recreos, interrupciones y otros interludios. Es una necesidad
vital y no una pérdida de tiempo.
LAS RESISTENCIAS