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Ejemplos concretos de alternativas de desarrollo y

estrategias de transformación social


1. El poder de las mujeres, motor de la economía global
El trabajo de las mujeres es fundamental para el cuidado y la
reproducción de nuestro ser, para la supervivencia de la familia y del
progreso, y para la producción que empuja el crecimiento económico.
En las últimas décadas, las mujeres ingresaron a la fuerza laboral en un
número sin precedentes, llegando a formar el 40,5 por ciento de la
fuerza laboral global en 2008 Las mujeres aportan el 66 por ciento del
trabajo mundial, producen el 50 por ciento de los alimentos pero solo
perciben el 10 por ciento de los ingresos y poseen el 1 por ciento de la
propiedad En promedio, en el mundo en desarrollo, las mujeres generan
el 43 por ciento de la labor agrícola y el 60-80 por ciento de la fuerza
laboral en la industria para la exportación. Ellas son mayoría en
sectores como la enseñanza, la salud y el empleo público. Como en
todo el espectro socioeconómico las mujeres tienden a invertir sus
ingresos en sus familias, incrementar los salarios de las mujeres se
convierte en una medida extremadamente importante y eficiente
contra la pobreza
Los sindicatos están en primera línea en las luchas por hacer
retroceder los abusos de las políticas neoliberales que colocan
en tanta desventaja a las mujeres y por implementar políticas
micro y macroeconómicas a favor de las/os trabajadoras/es y
las/os pobres. En la crisis económica actual, los sindicatos han
hecho un esfuerzo masivo exhortando a los gobiernos a
incrementar las inversiones productivas y las políticas de apoyo
al empleo como herramientas fundamentales para la protección
de las/os trabajadoras/es, a poner en marcha el crecimiento y
prevenir nuevas turbulencias financieras y económicas que
amenacen la estabilidad económica global.
Las trabajadoras están activamente formando sindicatos y
otras organizaciones de membresía, además de utilizar las
‘tecnologías principales’ de los sindicatos – estrategias de
negociación colectiva, un análisis lúcido de los conflictos
intrínsecos entre trabajo y capital que también define los
intereses compartidos, contratos laborales que establecen
derechos y responsabilidades para las dos partes, y el poder de
la acción coordinada y colectiva de las/os trabajadoras/es – en
formas nuevas a la vez que siguen expandiendo el significado
de la inclusión y la representatividad.
Las trabajadoras se están organizando por su cuenta en aquellos
sectores de la economía informal en los que desde hace mucho
tiempo los sindicatos creyeron que la organización era imposible
como la economía informal, el trabajo doméstico, el trabajo a
domicilio y la venta callejera  (Mather, 2012). Se están
organizando de un extremo a otro de las cadenas de suministros,
incluyendo la agricultura, y asociándose con organizaciones
internacionales dedicadas a apoyar y hacer incidencia en
derechos laborales (como Solidarity Center, WIEGO, la Campaña
Ropa Limpia y la Red de Solidaridad de la Maquila), así como con
organizaciones nacionales de derechos de las mujeres. Estas
formas innovadoras de organización laboral en colaboración –
que en algunos casos surgieron precisamente debido a la
exclusión de las mujeres de los sindicatos tradicionales – están
determinando como será el movimiento laboral en el siglo XXI.
Cada vez más los sindicatos tradicionales trabajan junto con
organizaciones de derechos laborales que incluyen a las mujeres,
procurando aprender de sus conocimientos y enfoques para una
representación eficaz de las trabajadoras en mercados laborales
donde la informalidad predomina cada vez más.
En el plano internacional, la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) – una agencia que forma parte del sistema de la
ONU y fue creada en 1919 – promueve los derechos laborales de
las mujeres. Los convenios de la OIT se ocupan específicamente
de los derechos de las trabajadoras, por ejemplo en cuanto a la
maternidad, y definen los que se considera estándares laborales
básicos para todas/os las/os trabajadoras/es: libertad de
asociación, derecho a las negociaciones colectivas, no-
discriminación, erradicación del trabajo infantil y del trabajo
forzado. El Pacto Mundial para el Empleo y la Resolución de la
OIT “La igualdad de género como eje del trabajo decente” se
ocupan específicamente del impacto de la crisis actual sobre las
mujeres. En 2011, la OIT aprobó el Convenio 189: Trabajo
decente para las trabajadoras y trabajadores domésticos. Este
acuerdo sin precedentes traslada por primera vez los derechos
laborales consagrados en los estándares laborales básicos de la
OIT a la economía informal. Valora en forma explícita el trabajo
de cuidado que hacen las mujeres y por ende a las cuidadoras,
modificando drásticamente una de las formas más importantes y
arraigadas de discriminación contra las mujeres en todo el
mundo, y abriendo la puerta para mejorar las condiciones
laborales para más de 100 millones de trabajadoras.
En estos últimos años la CSI, con sus 175 millones de afiliadas/os a
305 sindicatos miembros en 151 países, promovió una serie de
campañas internacionales para luchar por los derechos de las
trabajadoras con objetivos como cerrar la brecha salarial entre
hombres y mujeres; garantizar los derechos de las trabajadoras
domésticas, las de la economía informal y las migrantes; concientizar
y movilizar para que las jóvenes trabajadoras puedan tomar
decisiones informadas sobre su vida y su trabajo. Varias federaciones
sindicales internacionales (FSI) que representan a distintos sectores
con elevada proporción de afiliadas, como la Internacional de
Servicios Públicos (PSI), Internacional de la Educación y la Unión
Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles,
Restaurantes, Tabaco y Afines (UITA), son líderes en cuanto a apoyar
la educación, organización y negociación por los derechos de
decenas de millones de trabajadoras. Campañas internacionales
como las que PSI está llevando a cabo por la equidad de género, los
servicios públicos de calidad y el acceso al agua, son lideradas por
sus sindicatos miembros y benefician a sus afiliadas/os (en su
mayoría mujeres) así como a las mujeres de la comunidad. Junto a la
CIS, estas FSI se han esforzado por garantizar que las voces de las
trabajadoras se escuchen en los foros internacionales sobre
derechos, como la Comisión de la ONU sobre la Condición Jurídica y
Social de la Mujer.
http://www.forum.awid.org/forum12/
es/2013/07/derechos-de-las-
trabajadoras-igualdad-de-genero-y-
justicia-economica/

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