Cada vez que estoy en este jardín recuerdo la vieja lección que me enseño una vieja amiga que
murió hace varios años. Jamás se me va olvidar esa lección.
Esta historia inicia en este pueblo, donde vivía una viejita que poseía un jardín precioso, tenía flores de todos los colores y aromas, especias que perfumaban el ambiente y frutos frondosos. Pero había una plantita toda chiquita, a la que cuidaba más, que por muchos cuidados que le daba, jamás crecía. La viejita y la plantita
Había una vez, en el pueblo vivía una viejita
con un jardín precioso, tenía flores de todos los colores y aromas, especias que perfumaban el ambiente y frutos frondosos, pero había una plantita toda chiquita, a la que cuidaba más, que por muchos cuidados que le daba, jamás crecía, pasaban los años y no crecía. Un día, Bianca, una vecina de ella le preguntó: -Doña Mia, ¿por qué sigue cuidando esa plantita?, nunca crecerá. -Porque , muchas veces el ser humano no tiene paciencia, siempre esta apurado con todo y no vive la vida y no es así, debemos de ser pacientes porque todo viene a su tiempo y también debemos de esforzarnos cada día para que al final hayan frutos. -Mira de nuevo mi planta y entenderás lo que dije. A la mañana siguiente, Bianca fue al jardín de su vecina y miro a una hermosa flor en el lugar de la plantita. - ¡Wow! Es hermosa. Tenía razón. Cuando tenga su edad quisiera envejecer así. FIN