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d.

Quijote
de la
mancha

Autor: Miguel de Cervantes Saavedra


Pudo haber nacido el 29 de septiembre de 1.547 en Alcalá de
Henares y falleció en Madrid el 23 de abril de 1.616.
Participó en la batalla de Lepanto, donde fue herido en el
pecho y en la mano izquierda, y estuvo cautivo en Argel.
A su regreso a España, estuvo varias veces encarcelado, y a
partir de 1.606, tras el éxito de la publicación del Quijote, se
establece definitivamente en Madrid. También escribió poesía y
teatro. Además del Quijote, escribió doce novelas cortas con el título
de Novelas Ejemplares: El licenciado Vidriera, La fuerza de la sangre,
La gitanilla, Rinconete y Cortadillo.
Es el hidalgo manchego protagonista de la
novela y que en verdad se llamaba Don Alonso
Quijano.
En sus muchos ratos libres se dedicaba a leer
libros de caballería.
Fiel escudero de Don
Quijote, que era un
mozo de campo
encargado de las labores
del campo y de los
animales.
Sobrina de menos de veinte años
que vivía con Don Quijote.

Princesa y gran señora de D.


Quijote, pero que en la realidad
era una moza labradora que se
llamaba Aldonza Lorenzo.
Maese Nicolás era el barbero del
pueblo.

El licenciado Pedro Pérez era


el cura del pueblo.
Cabalgadura de Don Quijote
Caballo viejo y huesudo.

Burro de Sancho Panza.


El ventero que D. Quijote
confunde con el alcaide de un
castillo.

Moza que sirve en la venta de


Juan Palomeque y que Don
Quijote confunde con doncellas
del castillo.
DE COMO SE HIZO CABALLERO
ANDANTE
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Lo primero que hizo
fue limpiar unas armas
viejas que guardaba en
el desván y que habían
pertenecido a sus
bisabuelos.
Fue después al establo a ver a su caballo, y aunque el
animal sólo tenía la piel y los huesos, a él le pareció que ni
Babieca- el famoso corcel del Cid-, se podía comparar con el
suyo. Entonces pensó en cómo llamarse a sí mismo y qué nombre
poner a su rocín, pues todos los Caballeros Andantes tenían
nombre propio, igual que sus caballos.
Después de mucho cavilar, al fin dio con el nombre de su
caballo, al que llamaría Rocinante, y el suyo propio, que sería
Don Quijote, parecido a su apellido Quijano, y de la Mancha,
porque de ese modo añadía el nombre de su patria chica.
Ya sólo faltaba a Don Quijote
buscarse una dama de la
enamorarse. Y lo hizo de una
labradora muy guapa que se
llamaba Aldonza Lorenzo, pero
que Don Quijote dio en
llamarla Dulcinea del Toboso.
Y sin decir nada a nadie, un día al amanecer, subió
sobre Rocinante, con todas sus armas y por la puerta
del corral salió al campo, muy contento, en busca de
aventuras.
Don Quijote recordó que no
había sido armado Caballero,
como era de rigor en todas las
Órdenes de Caballería.
Estuvo andando todo el día
y al anochecer estaba tan
cansado y muerto de hambre
que apenas vio una venta, hacia
ella se dirigió, pensando que
era un castillo y confundiendo
al ventero por alcaide del
castillo y a dos mujeres que
estaban a la puerta por
hermosas damas.
El dueño de la venta era un hombre muy gordo y pacífico, aunque
también un poco guasón. Viendo a aquel personaje disfrazado y
cargado de tales armas decidió hablarle con educación y darle
hospedaje.
Le dieron de comer y las dos mujeres le
ayudaron a quitarse la armadura.
Le sirvieron una ración de bacalao y
un trozo de pan negro que Don Quijote
comió sin rechistar. Pero de pronto paró de
masticar y pidió un poco de buen vino.
Acudió luego Don Quijote a ver a
Rocinante y llamando al ventero, se puso
de rodillas delante de él y dijo:

- No me levantaré jamás de aquí, hasta que


vuestra merced no me dé su palabra de que mañana me armaréis
Caballero.
Sin poder aguantar la risa, el ventero prometió hacer lo
que su extraño huésped le pedía.
Esa noche Don Quijote veló sus armas en lo que él
creía una capilla del castillo, cuando lo que en el patio
había era un pilón de agua y un pozo. Puestas las
armas en el pilón y con la lanza y el escudo en el
brazo, Don Quijote comenzó a pasear de un lado a
otro.
A la mañana siguiente, el ventero con su libro de
cuentas en la mano, llamó a Don Quijote y le hizo
ponerse de rodillas. Y mientras leía una oración, cogió
una espada y con ella alzada, le dio un golpe en el
cuello y otro en la espalda. Y así fue armado Caballero
Don Quijote de la Mancha.
Sin despedirse Don
Quijote de su sobrina
y del ama, ni Sancho
Panza de su mujer
Teresa y de su hija
Sanchica, los dos
salieron del pueblo
sin que nadie los
viera.
Iba Sancho montado en su asno, viéndose ya Gobernador de
la Ínsula Barataria, que su amo le había prometido, cuando
caballero y escudero llegaron al Campo de Montiel, donde
había un buen número de molinos, cuyas aspas giraban movidas
por el viento. Y así como los vio, Don Quijote detuvo a
Rocinante y dijo a su fiel escudero Sancho:
Con todos esos desaforados gigantes voy a luchar y quitarles
la vida, que es buen servicio limpiar la mala semilla de la
tierra.
Mire vuestra merced- replico Sancho- que no son gigantes,
sino molinos de viento, y lo que os parecen brazos son aspas,
mi señor.
Veo, Sancho, que no sabes de aventuras ni encantamientos.
Éstos son gigantes, y si tienes miedo, vete a rezar, que yo voy
a luchar con estas fieras en batalla desigual.
Don Quijote no hizo caso de la
advertencia de Sancho y se fue derecho,
lanza en ristre, dispuesto a arremeter
contra los molinos.
En ese momento se levantó un poco de
viento y las aspas de los molinos
empezaron a girar. Don Quijote arremetió
contra el primero de los molinos, justo
cuando arreció el viento con tanta fuerza
que el aspa hizo pedazos la lanza,
llevándose al caballo y al caballero por los
aires, acabando ambos malheridos por el
suelo.
-¡Pero Señor!- dijo Sancho-. ¿No le dije que no eran gigantes,
sino molinos de viento?
- ¡Calla, amigo Sancho! Te digo que el mago Frestón, ése que me
robo mis libros, ha vuelto a estos gigantes molinos de viento, para
así hacerme perder la batalla.
Subió como pudo Sancho a su señor sobre Rocinante y así
siguieron el camino de Puerto Lápice.
Habían Recorrido largo camino, cuando Don Quijote y Sancho
Panza vieron una posada, que el Caballero Andante confundió
con un castillo. Como estaban muy cansados y doloridos
pararon en la venta y en ella Don Quijote elaboró el bálsamo
de Fierabrás con vino, aceite, romero y sal puestos a hervir.
Luego se lo bebieron y al momento sintieron unos horribles
dolores de tripas, por lo que ambos salieron corriendo
buscando el retrete. Cuando se sintieron aliviados se echaron
a dormir.
Al despertarse, Don Quijote se encontró muy recuperado y pensó
que lo había curado el milagroso bálsamo de Fierabrás.
Don Quijote y Sancho montaron en sus cabalgaduras y se
disponían a marcharse cuando en la puerta aguardaba el posadero
para que le pagaran lo que le debían por su estancia en la venta.
- Que yo sepa, los Caballeros Andantes jamás pagaron
posada alguna- respondió Don Quijote, echando a andar a
Rocinante.
Entonces el ventero le pidió el dinero a Sancho y como éste tampoco
le pago amparado por las mismas leyes de la Caballería, unos
labradores jóvenes con ganas de divertirse bajaron a Sancho del
asno, lo echaron en una manta y sujetando de cada punta de la
misma, lo voltearon por los aires hasta que se cansaron del juego.

Al fin libre y con los huesos molidos, Sancho subió sobre su asno como
pudo, porque le dolía todo el cuerpo.
Al verlo en tan malas condiciones, le dijo Don Quijote:
- Creo, mi buen Sancho, que los que te han manteado no
podían ser más que fantasmas, los mismos que me han embrujado para
que no pudiera ayudarte.
Pero Sancho sólo pensaba que lo mejor sería volverse a casa.

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