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Nación y nacionalismo.

 Sieyés: La nación existe ante todo, es el


origen de todo. Su voluntad es siempre
legal, ella es la propia ley. Antes y por
encima de ella sólo existe el derecho
natural [...] Así, todas las partes del
gobierno se remiten y dependen, en
último término, de la nación. No
planteamos aquí más que una idea fugaz,
pero exacta [...] La nación es todo lo que
puede ser por el mero hecho de que es.
 Renán: Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos
cosas que, a decir verdad, no son más que una,
constituyen este alma, este principio espiritual. Una está
en el pasado, la otra en el presente. La una es la posesión
en común de un rico legado en recuerdos; otra es el
consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad
de continuar haciendo valer la herencia que se ha recibido
indivisa. La nación, como el individuo, es la consecuencia
de un largo pasado de esfuerzos, de sacrificios y de
desvelos. El culto a los antepasados es el más legítimo de
todos; los antepasados nos han hecho lo que somos. Un
pasado heroico, grandes hombres, la gloria (me refiero a la
verdadera); he aquí el capital social sobre el cual se
asienta una idea nacional. Tener glorias comunes en el
pasado, una voluntad común en el presente, haber hecho
grandes cosas juntos, querer hacerlas todavía, he aquí las
condiciones esenciales para ser un pueblo. Se ama en
proporción a los sacrificios soportados, a los males
sufridos. Se ama la casa que se ha construido y que se
transmite. El canto espartano ("Somos lo que vosotros
fuisteis; seremos lo que vosotros sois") es, en su
simplicidad, el himno compendiado de toda patria.
 En el pasado, una herencia de gloria y de fracasos a
compartir; en el porvenir, un mismo programa a realizar,
haber sufrido, disfrutado y esperado juntos; he aquí lo que
vale más que aduanas comunes y fronteras conforme a
ideas estratégicas; he aquí lo que se comprende a pesar de
la diversidad de raza y de lengua. Decía hace un momento:
"haber sufrido juntos"; sí, el sufrimiento en común une
más que la alegría. En punto a recuerdos nacionales, los
duelos valen más que los triunfos, pues imponen deberes,
ordenan el esfuerzo en común.

 Una nación es pues una gran solidaridad, constituida por el


sentimiento de los sacrificios que se han hecho y los
sacrificios que todavía se está dispuesto a hacer. Supone
un pasado; se resume, no obstante en el presente por un
hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente
expresado de continuar la vida en común. La existencia de
una nación (perdonad esta metáfora) es un plebiscito de
todos los días, así como la existencia individual es una
afirmación perpetua de vida.
 Gellner: “el nacionalismo, aunque se
presente como el despertar de una fuerza
antigua, oculta y aletargada, en realidad
no lo es. Es consecuencia de una nueva
forma de organización social basada en
culturas desarrolladas profundamente
interiorizadas y dependientes de la
educación, cada una protegida por su
respectivo estado. Aprovecha algunas de
las culturas existentes previamente,
generalmente transformándolas durante
el proceso, pero no puede hacerlo con
todas, porque hay demasiadas”
 Hobsbawm: En el período de 1830-1880
había tres criterios que permitían que un
pueblo fuera clasificado como nación: “El
primero era una asociación histórica con
un estado que existiese en aquellos
momentos o un estado con un pasado
bastante largo”. El segundo criterio “era
la existencia de una antigua elite
cultural, poseedora de una lengua
vernácula literaria y administrativa
nacional y escrita […] la identificación
nacional era, por consiguiente,
fuertemente lingüística”. El tercer criterio
expuesto por Hobsbawm “era una
probada capacidad de conquista”,
elemento que como lo demuestra la
historia no se dio en Colombia.
 Nación por encima de ideología, sistema
económico y político. (¿?)
 Comunidades imaginadas entiende la nación,
la nacionalidad y el nacionalismo como
“artefactos” o “productos culturales” que
deben ser estudiados desde una perspectiva
histórica que nos muestre cómo aparecieron,
cómo han ido cambiando de significado y
cómo han adquirido la enorme legitimidad
emocional que tienen hoy en día.
 Dichos productos culturales nacieron a finales
del siglo XVIII, fruto espontáneo de una
compleja encrucijada de fuerzas históricas,
una vez creados, se convirtieron en el
modelo hegemónico de organización y control
social. Modelo que será transplantado –
consciente o inconscientemente- no sólo a
una gran variedad de terrenos sociales en los
cuales se entrelazará con otras
constelaciones políticas (el Estado-nación) e
ideológicas (el nacionalismo), sino también –
mediante la colonización- al resto de países
del mundo que, queriéndolo o no,
respondiendo o no a su propia idiosincrasia,
se verán forzados a adoptarlo.
 Benedict Anderson dejará clara su
posición respecto al nacionalismo
afirmando que comparte con la mayoría
de estudiosos de las ciencias sociales
cierta perplejidad a la hora de enfrentarse
a lo que llamará las tres paradojas del
nacionalismo. La primera nacería de la
contradicción existente entre el carácter
reciente que todos los historiadores
coinciden en otorgarle y la antigüedad
que tienden a atribuirle los mismos
nacionalistas.
 La segunda surgiría de la tensión que
existe entre la supuesta unicidad y
particularidad de las naciones, que
afirman ser únicas, y la enorme
homogeneidad formal del nacionalismo en
sus expresiones sociales, políticas,
institucionales o culturales. Y la tercera
sería resultado de la contradicción
existente entre el enorme poder del que
goza el nacionalismo al haberse
convertido en la principal fuente de
legitimación política y su pobreza e,
incluso, incoherencia filosófica.
 Según el autor tendemos a hipostasiar o
reificar la existencia del nacionalismo
(prueba de ello sería que muchos tienden
a escribir dicho término con mayúscula) al
considerarlo como una ideología. Sería
mejor, prosigue, entenderlo como una
relación social o antropológica, al nivel de
las relaciones familiares o religiosas, que
como una ideología, ya que no tiene la
consistencia de teorías políticas como, por
ejemplo, el “liberalismo” o, incluso, el
“fascismo”.
Dice Benedict Anderson que la nación es

“una comunidad política imaginada como
inherentemente limitada y soberana”.
Sin embargo, este concepto es muy
joven y ha sufrido una evolución desde
el siglo XIX. Este término empezó a
acuñarse en discursos políticos desde la
edad de las revoluciones tanto en
Europa como en América. Las primeras
nociones lo identificaron con la lengua
como principal factor aglutinante de los
miembros, tal idea ha sido discutida y
hoy el concepto se refiere más a un
grupo que reconoce a una entidad
Nación
política (Estado) y obedece sus leyes.
 Para Anderson existe una fuerte afinidad existente
entre las imaginaciones nacionales y las religiosas.
Ciertamente, la religión se enfrenta a cuestiones a las
que no se enfrentan los demás sistemas políticos
modernos: la enfermedad, el dolor, la vejez, la
muerte o el más allá. El siglo XVIII no es sólo la
aurora del nacionalismo, sino también el crepúsculo
de los modos religiosos de pensamiento. Según el
autor, el racionalismo secular de la Ilustración trajo su
propia oscuridad moderna ya que no desaparecieron
con la religión los sufrimientos que ésta explicaba.
Así, sin realidades trascendentes por las que vivir y
morir, la fatalidad resultaba ser insoportablemente
arbitraria; sin salvación o resurrección, los hombres
pasaban a necesitar otro tipo de continuidades, etc.
 el otro gran antecedente del nacionalismo: el
reino dinástico. Durante mucho tiempo, para
la mayoría de hombres el reino dinástico era
el único sistema político imaginable. En dicha
imaginación, aunque el poder estuviese en el
centro, las fronteras eran porosas e
indistintas y los límites de las diversas
soberanías difusos. La política matrimonial de
las dinastías indica que éstas no se concebían
de forma nacional. Esto explica lo
problemático que resulta tratar de asignarle
una única “nacionalidad” a los Borbones o a
los Austria. Sin embargo, durante el siglo
XVII la legitimidad automática de las
dinastías empezará a declinar y la monarquía
nacional acabará imponiéndose como modelo
semi-estandarizado.
 El autor estudia la aparición del
nacionalismo en los nuevos estados
americanos de los siglos XVIII y XIX.
Anderson dice que este tipo de
nacionalismo es interesante porque no
puede explicarse en términos de lenguaje
(ya que se expresaban en la misma
lengua que las metrópolis de las que se
independizaron) o de clase media (puesto
que no había clase media ni inteligencia
suficiente, al menos en Latinoamérica,
como para movilizar al pueblo en nombre
de la nación).
 En lo que respecta a este segundo punto, cabe
conceder que el liderazgo de las independencias
latinoamericanas estuvo a cargo de latifundistas
y no de intelectuales y que su objetivo no era
integrar a las clases bajas en la política sino,
justamente, lo contrario, tener un ejército propio
para reprimir rebeliones como las de Tupac
Amaru o Toussaint L’Ouverture. En efecto, una de
las cuestiones que más irritaban a los
propietarios de esclavos criollos, y que les
llevaron a apoyar las independencias, fue el
carácter más humano que tenían con los
esclavos las nuevas leyes ilustradas de Carlos III.
Era de esperar, por otro lado, que en muchos
casos los esclavos y los indios apoyasen a la
metrópolis, hecho que explicaría que las colonias
tardasen tanto en independizarse, teniendo en
cuenta la debilidad de España.
 Sin embargo, esta reacción pro-esclavista
sólo es parte del primero de los cuatro
factores que explican, según Anderson, cómo
sin lengua nacional propia y sin clase media
autóctona, las comunidades criollas crearon,
mucho antes que la mayoría de países
europeos, una idea y un sentimiento
nacional. El primero es la reacción de los
latifundistas latinoamericanos contra las
nuevas leyes americanas dictadas por Carlos
III, tan estrictas que llegaron a ser conocidas
como “la segunda conquista de América”. El
segundo es la influencia de las ideas liberales
ilustradas, que insistían en el derecho de
individuos y comunidades a ser autónomos,
esto es, a darse sus propias leyes.
 El tercero es el hecho de que cada una de
las repúblicas era una unidad
administrativa, de modo que a pesar de
haber sido en un principio sus fronteras
arbitrarias y fortuitas, con el tiempo
aparecerán diferentes idiosincrasias
causadas por factores geográficos,
políticos, económicos, de substrato, etc. El
cuarto hace referencia a la política
comercial que se impuso desde la
metrópolis y que convirtió dichas
unidades administrativas en zonas
económicas separadas al prohibir que las
colonias comerciasen entre ellas.
 La idea de nación en el siglo XIX está
directamente relacionada con el
capitalismo y con la necesidad de entrar
en la economía mundial, para el efecto,
cada país debía ser fuerte y unificado.
Este es el caso de Colombia, tanto
liberales como conservadores buscaron
tener un Estado-Nación que tuviera las
capacidades para competir en el
mercado mundial.

Conclusión
 El caso de América Latina es muy
particular puesto que la nación aquí no
surgió por la necesidad de delimitar las
fronteras territoriales, pues esto se
resolvió prontamente, tampoco se buscó
definir mediante la lengua, ya que todos
hablaban español, en América Latina,
especialmente en Colombia, la formación
de la nación era necesaria, primero, para
traer paz y tranquilidad y, segundo, para
lograr gobernar y administrar un
territorio dividido por caudillos y guerras
civiles. Efectos que, como se dijo
anteriormente, permitirían su
incorporación al mercado mundial como
una economía fuerte y competitiva.

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