La ansiedad produce frustración cuando se desea algo sin poder
conseguirlo. Tal es el caso del varón incompetente eréctil que intenta una relación sexual, o el de la mujer excitada que no logra tener un orgasmo. La sexualidad puede ser amenazante y producir ansiedad cuando se prevé que su ejercicio representa un daño. Por ejemplo, la joven que teme a la relación coital por el dolor que le provocará o el joven que teme ser ridiculizado y quedar mal con una compañera por eyacular demasiado pronto. Las disfunciones sexuales de cualquiera de las fases pueden producirse por condiciones de ansiedad ante cualquier circunstancia. Así, una persona ansiosa por conflictos, frustraciones o amenazas laborales, familiares o económicas, puede tener disfunciones sexuales. Como se expone en el estudio clínico de las disfunciones, es importante descartar la ansiedad de origen no sexual como factor causal de una alteración en la respuesta sexual. Dada la importancia que tiene la subjetividad en la ansiedad, es importante recordar que no se puede unificar ni generalizar; lo que para alguien puede ser causa de ansiedad, quizá no lo sea para otra; por lo tanto, deben tomarse en cuenta las reacciones de la persona. Éstas pueden ser emocionales, evidentes y cognitivas. La culpa es quizás uno de los elementos más comunes de la ansiedad en materia sexual. Esto se debe a la connotación pecaminosa, indebida y sucia que se da a la sexualidad y que provoca que algunas personas consideren que obtener placer y satisfacción en la relación sexual no reproductora contraviene sus principios y normas morales o se opone a normas sociales. Otro ejemplo de reacción comportamental de la ansiedad son las personas que sufren una disfunción y evitan todo tipo de contacto o relación con otras. En este caso, la reacción comportamental se vuelve causa y se refuerza en un círculo vicioso. El primer tipo, la cognitiva de observación, tiene mucha importancia en las disfunciones sexuales y su terapéutica (Masters & Johnson, 1978). Como en el caso del varón incompetente eréctil que, ante un estímulo, está observando la evolución de su erección. Igual situación es la de una mujer preorgásmica o anorgásmica que se observa a sí misma para ver si está a punto de tener un orgasmo.