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Historia de la

Literatura Infantil
http://www.bnm.me.gov.ar/novedades/boletin_electronico
BNM/boletin_48/img/ana_maria_shua.pdf
Las primeras obras escritas destinadas específicamente a un
público infantil se definen por tres características principales:

1) abrevan en la literatura popular

2) tienen intención pedagógica y moralizante y

3) no están destinadas a cualquier niño, sino a uno en


particular: el hijo del rey.
• Así el Panchatantra, aparecido en el siglo VI en la India, que se
conoce y divulga en Europa en la Edad Media, fue escrito para los
hijos del rey Daroucha.
• En los primeros tiempos de la aparición de la imprenta, un 77 % de
los libros se publican en latín. Pero de los publicados en lenguas
romances, una cantidad importante corresponde a recopilaciones
de cuentos populares, más o menos cercanos a su versión oral,
como en España en el Calila e Dimna, o trabajados literariamente,
como en El conde Lucanor.
• No están dirigidos en forma específica a los niños, pero los pocos y
privilegiados que aprenden a leer los eligen.
• Los Evangelios, los libros de milagros y las biografías de santos son
los textos que la Iglesia considera más apropiados pero no
exclusivos para el público infantil.
Este es el efecto de una visión que niega la especificidad

de la infancia, y considera al niño como un hombre pequeño, cuya


maduración es necesario apresurar para que se integre, en general
a partir de los siete u ocho años, al mundo adulto con toda su
carga de responsabilidades y obligaciones.

Lo recreativo, el entretenimiento, está relegado en esos textos,


donde funciona apenas como adorno de la enseñanza moral.
Entretanto, por supuesto, la literatura popular seguía divirtiendo y
alegrando a la gran mayoría de los niños, que de todos modos no
sabían leer.
Con el Renacimiento, la antigüedad clásica llega para niños y
adultos por igual. Ahora los pequeños no sólo memorizan
vidas de santos, sino largos pasajes de Ovidio, Aristóteles,
Virgilio. Y se entretienen, más o menos a escondidas, con los
desprestigiados best-sellers de la época: las novelas de
caballería.
Poco a poco va cambiando la idea que la sociedad tiene del
niño y, a medida que las condiciones de vida se vuelven menos
duras para más cantidad de gente, se le va haciendo un espacio
a la infancia. A partir de los escritos de Rabelais y Montaigne
se empieza tomar conciencia de la diferencia entre el estado
infantil y el estado adulto.
En el siglo XVII aumenta considerablemente la asistencia

de niños a las escuelas. La función didáctico- moralizadora de


las obras que se le destinan no ha cambiado, pero por primera
vez se nota un esfuerzo por adaptar el lenguaje al nivel infantil.
Aunque de ninguna manera se admite oficialmente que la
literatura pueda funcionar como entretenimiento:

todos los pedagogos de la época, Pascal, Bossuet, La Bruyere,


condenan la novela, tan peligrosa y nociva para la juventud. Lo
que prueba sin lugar a dudas de que la juventud la leía.
Y por fin, hacia el final del siglo XVII, en 1697, se publica la
obra que para muchos marca el nacimiento de la literatura
infantil propiamente dicha, aunque es dudoso que en su
intención original les estuviera dirigida. Son los Contes de ma
Mere l´Oye, los Cuentos de la Madre Oca, de Perrault.
Una vez más, adaptaciones de cuentos populares, cuentos de
hadas, una gran moda cortesana de la época. En el mismo
siglo, antes todavía, Basile (1634) publica en Italia su propia
recopilación. La Fontaine publica su Fábulas(1668). Y aparece,
por primera vez, en 1654, el primer libro ilustrado para niños,
el Orbis Pictus de Comenius (el checo Jan Amos Komensky),
un manual de enseñanza de lenguas clásicas.
En el siglo de la ilustración, el siglo XVIII, el momento de
desarrollo de las ideas pedagógicas con Locke, Pestalozzi,

Rousseau, la literatura infantil se vuelve didáctica y educativa, y


se descubre su utilidad en la transmisión del conocimiento
científico. Grave golpe del puritanismo y el racionalismo a la
desprestigiada fantasía. Iriarte (1781) y Samaniego (1781)hacen
de las suyas en España. Pero aparecen otras obras para adultos
que se convertirán en clásicos de la infancia:

Los viajes de Gulliver, de Johathan Swift (1726)y Robinson

Crusoe de Daniel Defoe(1719).


Sólo en el siglo XIX la preocupación imaginativa, estética, es decir,
específicamente literaria, llegará por fin a la literatura infantil. Las
recopilaciones de cuento popular de los hermanos Grimm empiezan por ser
destinadas, por fin a los niños . Alemania (1812).
En Dinamarca, Hans Christian Andersen por primera vez descubre la
posibilidad de apoyarse en la literatura popular para crear sus propias
historias para chicos. Son los primeros cuentos de autor de la literatura
infantil.(1835 y más)
Lewis Carroll, en Inglaterra, escribe la exitosa "Alicia en el país de las
Maravillas«(1865). Basada en las Nursery Rhymes, una vez más literatura
folklórica, surge el nonsense de autor.
Julio Verne en Francia inventa la ciencia ficción(1863); Louise May Alcott en
Estados Unidos introduce el realismo(1868)
Por una parte, siguen vigentes la ideas pedagógicas del siglo anterior. Por
otra parte, el siglo XIX descubre la particularidad del mundo infantil.
La múltiple y variada literatura infantil del siglo XX, se ramificó,

además, en varios subgéneros (teatro, poesía, historieta).

En el siglo pasado no sólo se manifestó en toda su importancia


la especificidad del niño, sino que se lo consideró por primera
vez con clara conciencia, un mercado lucrativo para una
industria editorial en constante crecimiento.

Las investigaciones y descubrimientos en el campo de la


psicología y la psicopedagogía influyeron a lo largo del siglo en
las creaciones de los autores, ayudaron a establecer los
casilleros de las colecciones destinadas a determinadas
edades, destronaron y volvieron a coronar al cuento popular.
Problemática que atraviesa la LI es el tema de la preceptiva.
Como preocupación surgida quizás en una época prehistórica,
anterior todavía a la letra, la Literatura destinada a los chicos
se ve constreñida, limitada, definida, marcada, discutida,
enriquecida, por la preceptiva: qué se debe y qué no se debe,
cómo se debe y cómo no se debe, contar y cantar a los niños.
El concepto de literatura infantil como recreación y
entretenimiento es muy nuevo, apenas del siglo XIX. Y no
implica que se haya renunciado a lo didáctico y moral. El
último siglo ha visto, quizás por primera vez, nacer y morir una
censura oficial, científica y organizada a los cuentos de hadas.
Y los últimos años del siglo han visto aparecer un concepto
temible para la literatura infantil:

el de lo políticamente correcto.
Por otra parte, como la literatura erótica, como la literatura

policial, el género infantil está condenado al éxito comercial. Surge bajo el signo
del dinero. Un autor de literatura para adultos puede refugiarse en la coartada de
la posteridad. Pero ningún autor de literatura infantil puede permitirse escribir
para un pequeño grupo de exquisitos, con la esperanza de ser reconocido en el
futuro. En literatura infantil la posteridad existe solamente para los libros que han
sido grandes éxitos. Los fracasos no tienen futuro:

se es aquí y ahora o no se es.

Hoy, en Argentina, la gran impulsora del florecimiento de la literatura infantil es la


escuela. Los chicos o sus padres compran libros porque se los piden en la escuela.
El primer destinatario ya no es el niño, ni siquiera ese niño que fuimos y somos.

Es la escuela argentina, son las maestras-os, las bibliotecarias- os, los profesores-
as. Es a ellos a quien tenemos que atraer, seducir, atrapar en nuestras redes
literarias. Esa es hoy la primera pauta editorial que incide sobre el trabajo de los
autores.
En favor de la escuela, tanto los autores como las editoriales
están más conscientes de la censura y las prohibiciones que
impone, que de su gran apertura.

Lo que se le permite a la televisión , no se le permite a la


literatura infantil. La televisión no es una fuente de valores
morales.

Nuestra sociedad la considera irresistible, divertida y dañina.


Mientras que todos, padres y maestros, consideran al libro
como algo bueno para los chicos aunque a ellos mismos no les
interese e incluso los aburra un poco.
La mejor literatura no tiene por qué aburrir a nadie. La

literatura es formativa y no informativa. Plantea muchas

preguntas y no responde a ninguna. Porque la buena literatura

enseña precisamente a dudar, a cuestionar, a tolerar las

contradicciones sin resolverlas.

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