El mundo está hecho de muchas cosas y objetos, abrimos los ojos y los encontramos allí fuera, ante nosotros, con todas sus propiedades. Probablemente a todos nos ha pasado alguna vez el tener la clara impresión de que el tren en que se está, parte de la estación, y luego darse cuenta de que quien parte, en dirección opuesta, es el tren que parece detenido en el andén contiguo. También puede suceder que por un acceso de fiebre o por efecto de una bebida, el color, la forma, la estabilidad misma de los objetos circundantes, sufran deformaciones más o menos importantes. El valor de estas situaciones aparentemente paradójicas está en el hecho de que permiten darse cuenta de que en el plano de la realidad perceptiva existen ciertos aspectos o relaciones que no siempre pueden explicarse en la realidad física. El problema de la relación entre la realidad fenoménica y la realidad física, no es tan segura como puede parecer a primera vista. Las paradójicas situaciones que hemos examinado nos obligan a reconocer el hecho de que la existencia de una característica determinada en el plano físico (por ejemplo la forma, el tamaño o el color de un objeto), no es siempre una condición suficiente para que esa característica se dé también en el plano fenoménico. Es necesaria la presencia de otras condiciones, cuya individualización y análisis constituyen la tarea fundamental del estudio de la percepción. Nuestro mundo fenoménico, constituido por los objetos y por los hechos que vivimos como presentes alrededor nuestro, no es una copia directa del ambiente físico sino el resultado de una serie de mediaciones. La actividad perceptiva nos provee de un conocimiento mediato e indirecto de los objetos y hechos físicos. El objeto físico (fuente de estímulos) emite o refleja radiaciones luminosas de distinta frecuencia e intensidad. Esas radiaciones (estímulos distales), después de un trayecto más o menos largo, producen en la retina de un observador un área de estimulaciones (estímulo proximal) que corresponde a la proyección óptica del objeto. Esa área varía de tamaño con la variación de la distancia entre objeto y organismo, mientras su forma varía con el cambio de la inclinación del objeto respecto al observador. Del área de estimulación de la retina parte una cadena de procesos fisiológicos (reacciones fotoquímica a nivel de los receptores, desencadenamiento y conducción de impulsos nerviosos a lo largo de las vías ópticas (aferentes), que modifican el estado fisiológico del área cortical a la cual llegan. Los procesos corticales resultantes constituyen el substrato fisiológico de las experiencias perceptivas (nivel psicofísico). El dato perceptivo (objeto fenoménico) es una experiencia que no tiene ningún observador, ya que el organismo de cada observador tendrá un proceso cortical diferente. Si se reflexiona sobre la descripción y sobre lo que verdaderamente quiere decir todo lo que está implícito en cada fase del proceso constituido por los hechos físicos y biológicos que se dan entre el objeto físico y el objeto fenoménico, se presentan algunos problemas considerables: 1. El objeto fenoménico reproduce más o menos fielmente al objeto físico, lo que normalmente nos da un conocimiento suficiente para guiar nuestro comportamiento en el ambiente. Este es un primer enigma de solución no fácil. 2. Un segundo enigma está constituido por las llamadas constancias perceptivas. A pesar de la variación, dentro de límites bastante amplios, de las relaciones espaciales (distancia, inclinación) entre el objeto físico y el observador, y de la intensidad y composición espectral de las radiaciones provenientes de las superficies de los objetos, con las consecuentes variaciones, con frecuencia muy importantes, del tamaño y de la forma de la proyección o imagen retínica y del tipo de procesos que tienen lugar, los objetos fenoménicos correspondientes normalmente no cambian en forma sensible de tamaño, forma, claridad y color. Tenemos, entonces, otro de los problemas clave de la psicología de la percepción. 3. Un tercer problema respecto al cual se ha discutido mucho es el de la percepción de la profundidad o distancia (la tridimensionalidad). Donde la proyección óptica es bidimensional. 4. También la percepción del movimiento origina una cantidad de problemas. Cuando un objeto se mueve, la estimulación que produce las proyecciones ópticas de sus radiaciones luminosas se desplaza sobre la retina, pero cuando nosotros mismos nos movemos en el ambiente, o cuando giramos la cabeza o los ojos, las proyecciones de los objetos se desplazan sobre la retina en las formas más variadas. En el primer caso vemos habitualmente un objeto en movimiento, en el segundo caso normalmente se percibe el ambiente en quietud. 5. Además de tener un cierto tamaño, una forma, un color, una posición en el espacio y determinadas propiedades cinéticas, los objetos perceptivos, especialmente aquellos particulares objetos que son las otras personas, tienen un gran número de cualidades terciarias y de valencia: son atrayentes o repugnantes, serenos o amenazadores, inquietos, y se podría continua. Estas cualidades son, o por lo menos parecen formar parte de la naturaleza misma de los objetos. 6. Y por fin, ¿de qué manera y hasta qué punto la experiencia pasada del observador, sus necesidades, sus motivaciones, sus actitudes, en una palabra, su personalidad, influyen en sus percepciones? Estos son los problemas más importantes que debe afrontar una psicología de la percepción.