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“Dios habla en la Escritura por medio de

hombres y en lenguaje humano, por lo


tanto, el intérprete de la Escritura, para
conocer lo que Dios quiso comunicarnos,
debe estudiar con atención lo que los
autores querían decir y lo que Dios quería
dar a conocer con dichas palabras” (DV,
12,a).
La Palabra de Dios nunca está
presente en la simple literalidad del
texto. Para alcanzarla hace falta
trascender y un proceso de
comprensión que se deja guiar por
el movimiento interior del conjunto
y por ello debe convertirse también
en un proceso vital (VD,38).
El fundamentalismo rehúye la estrecha relación
de lo divino y de lo humano en las relaciones
con Dios... Por esta razón, tiende a tratar el
texto bíblico como si hubiera sido dictado
palabra por palabra por el Espíritu, y no llega a
reconocer que la Palabra de Dios ha sido
formulada en un lenguaje y en una fraseología
condicionadas por una u otra época
determinada». El cristianismo, por el contrario,
percibe en las palabras, la Palabra, el Logos
mismo, que extiende su misterio a través de
dicha multiplicidad y de la realidad de una
historia humana. (VD, 44).

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