Parte II: LOS SUEÑOS. (1915 -1916). Obras Completas. Tomo 2. El sueño… En su totalidad, constituye una sustitución deformada de un suceso inconsciente, que la interpretación onírica tratará de descubrir. Tiene un elemento que carece de “autenticidad” y es un sustitutivo de algo, ignorado por el sujeto mismo. Lo “oculto” tiene que ver con cosas momentáneamente inconscientes, tal como ocurre con una tendencia perturbadora que provoca un acto fallido. Aquello que permanece oculto y que intentamos descubrir, por medio del análisis de las asociaciones que surgen en el sujeto a propósito de un sueño, constituyen las ideas latentes del sueño. Los elementos mismos del sueño y las representaciones sustitutivas, obtenidas por asociación, son conscientes. La técnica de interpretación consiste en hacer surgir, por asociación con cada uno de los elementos del sueño, otros productos sustitutivos de los cuales puede deducirse el sentido oculto buscado. En la labor de interpretación habrá que seguir tres reglas: 1. El aspecto exterior de un sueño, lo que éste desarrolla ante nosotros, sea como sea (absurdo, embrollado): No constituye en sí lo inconsciente buscado, aunque tiene que ver con él: se trata del contenido manifiesto del sueño. 2. Se trata de despertar representaciones sustitutivas en derredor de cada elemento, sin reflexionar sobre ellas o buscar si contienen algo exacto, y sin preocuparse si alejan del elemento del sueño. La sustitución por un fragmento o una alusión, constituye uno de los métodos de deformación empleados por la elaboración onírica. 3. Debe esperarse hasta que lo buscado surja espontáneamente. El elemento manifiesto, más que constituir una deformación del elemento latente, es una representación del mismo: su imagen plástica y concreta derivada de la forma de expresión verbal. Ante la labor interpretativa, se observan obstáculos: El sujeto no deja que las ideas surjan con absoluta libertad, piensa que no tienen nada que ver con su sueño o que son absurdas. Por otro lado, se atiene demasiado a la representación inicial, o perturba el resultado de la libre asociación con una selección indebida. Entonces, la labor de interpretación se realiza contra determinada resistencia, que tiene un factor cualitativamente variable. En los niños… Pueden observarse sueños no deformados, sobre todo, dentro de los primeros cinco años: son breves, claros, coherentes, inteligibles. Para comprenderlos no hay necesidad de análisis ni de técnica interpretativa. Debe tomarse en cuenta que existe siempre algún suceso, acaecido en el día anterior al sueño, que deja tras de sí un deseo insatisfecho: Dicho suceso nos proporciona la explicación del sueño y trae consigo la realización directa, y no velada, de dicho deseo. A su vez, estos sueños infantiles no se hallan desprovistos de sentido y son actos psíquicos inteligibles y completos: Más allá de una pequeña deformación, que consiste en el pasar de algo que se desea a un deseo realizado (transformación del pensamiento en un suceso vivido), en ellos coinciden el contenido manifiesto y latente. Existen, además, un grupo de sueños no deformados que, al igual de los infantiles, se nos muestran como realizaciones de deseos. Son los provocados por imperiosas necesidades orgánicas (hambre, sed, sexual), que constituyen realizaciones de deseos correspondientes a reacciones o excitaciones internas. Conocemos también sueños de adultos, de tipo infantil, que proceden de fuentes de excitación incontestablemente psíquicas. Tales como los sueños de “impaciencia”: después de haber hechos los preparativos para algo (un viaje, un espectáculo, una conferencia), se suele soñar que el fin que nos proponíamos ha llegado y asistimos al mismo. Otros, son los sueños de “pereza”: soñar que uno se ha levantado y ya se dispone a realizar sus actividades, cuando en realidad continúa durmiendo. Como reacción a la excitación psíquica, el sueño tendría la función de alejar tal excitación, con el fin de que el reposo pueda continuar: no es un perturbador del reposo, sino un fiel guardián del mismo. La misma elaboración tiende a suprimir, por la realización de un deseo, una excitación que perturba el reposo. Cuando un sueño es inteligible, debe su singular apariencia o su deformación a la elaboración onírica. En esto participa la censura del sueño: El sueño manifiesto presenta lagunas, con un elemento particularmente débil, indeterminado y dudoso; habiendo otros que han dejado un claro y preciso recuerdo. En consecuencia, los efectos de la censura y los medios de que dispone la deformación de los sueños son: La omisión (lagunas); la modificación y la arbitraria agrupación de los materiales (condensación y/o desplazamiento). El sueño obedece a una realización de deseos. En los sueños deformados puede no ser evidente la realización de deseos: Los deseos de estos sueños son prohibidos y reprimidos por la censura. En primer lugar, puede suceder que la elaboración onírica no consiga crear plenamente una realización de deseos: Por lo tanto, al contenido manifiesto pasa un resto de los afectos dolorosos de las ideas latentes (aún mucho más dolorosas que el sueño formado a sus expensas). Sucede así que, aún habiendo conseguido la elaboración transformar en una realización de deseos el contenido doloroso de las ideas latentes, el sentimiento displaciente que acompaña a las mismas pasa sin modificación alguna al sueño manifiesto. En estos sueños existe un completo desacuerdo entre el afecto y el contenido manifiesto. Si bien una realización de deseos debiera ser una causa de placer, sabemos que la actitud del sujeto hacia sus deseos es harto particular: Los rechaza, los censura, y no quiere saber nada de ellos. La realización de los mismos puede procurarle un afecto contrario al placer, que se manifiesta en forma de angustia. Las pesadillas…
Muestran, con frecuencia, un contenido
exento de toda deformación, que ha escapado a la censura. Son, muchas veces, una realización no encubierta de un deseo, que es rechazado y reprimido. La angustia, que acompaña a esta realización, toma el puesto de la censura. La pesadilla suele ser seguida de un sobresaltado despertar, quedando interrumpido el reposo antes que el deseo reprimido del sueño haya alcanzado, en contra de la censura, su completa realización. Comparamos al sueño con un vigilante nocturno encargado de proteger nuestro reposo contra posibles perturbaciones; pero, también los vigilantes despiertan al vecindario cuando se sienten demasiado débiles para alejar sin ayuda ninguna la perturbación o el peligro. A su vez, en la vida psíquica del hombre existe un gran número de tendencias punitivas, muy enérgicas, que motivan la mayor parte de los sueños displacientes. El castigo es, por sí mismo, la realización de un deseo: el de aquella parte del sujeto que se halla de acuerdo con la censura. Finalmente, si nos limitamos a igualar el sueño con las ideas por él representadas, podemos atribuirle las más diversas significaciones (una advertencia, un proyecto, una preparación, etc.). Pero, al mismo tiempo, será siempre la realización de un deseo inconsciente (ideas latentes) y considerado como un producto de la elaboración.