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Fidel Castro: su muerte libre

Escribo esta nota parafraseando pasajes de los Discursos de Zaratustra"


en la obra de Friedrich Nietzsche As habl Zaratustra.
rubn ramos

Muchos mueren demasiado tarde, y


algunos
mueren demasiado pronto... Morir a
tiempo es
lo que Fidel ensea. En verdad, quien
no vive a
tiempo, cmo va a morir a tiempo?...

Tambin los superfluos se dan


importancia con
su muerte, pero estos no podrn
celebrar nunca
la fiesta ms bella.

Fidel muere su muerte


victoriosamente.

Rodeado del amor de los que se


yerguen y
prometen.

Fidel ha muerto en la lucha prodigando


un
alma grande.

Como un combatiente victorioso a


quien le result siempre odiosa la
muesca
gesticuladora de la muerte que se
acerca furtiva
como un ladrn.

As se debe aprender a morir.

Nunca como los moribundos.


Como los que jams podrn morir.
Como los que seguirn ahogndose en
sus
propios venenos de envidia y de soledad.
Como los rechazados por la tierra.

Como esos que con sus discursos


podridos pretenden hacer del mundo
un jardn de cadveres, un cementerio
de
medio-muertos.

Fidel ha muerto elogiando su muerte,


como
todo aquel que quiere la muerte en el
momento
justo para la meta y para los
herederos.

Fidel ha muerto sin volverse viejo para


sus
verdades y sus victorias y teniendo
derecho a
todas.

Fidel ha muerto ejerciendo el difcil


arte de irse
a tiempo.
Algo que slo conocen los que sern
amados
todos los tiempos.

Por esto:
No habr oracin fnebre que ponga de
rodillas su entereza.
No colgarn coronas marchitas en el
santuario
de su vida.

Fidel ha muerto legndonos la certeza


de
quienes son los hipcritas y
verdaderos asesinos
de la humanidad y de la paz.

Fidel ha muerto pleno de libertad.


No como aquellos cuyo destino es
asechar,
venderse y traicionar.

Esos, a los que al mismo tiempo se les


envejece
el corazn y se les arruga el espritu.
Los que fueron ancianos en su
juventud y
pretenden hoy una juventud tarda.

Esos, a los que el gusano venenoso de


Occidente les roe el corazn y vegetan su
senectud en Miami, en Madrid, en la Casa
Blanca o en el Vaticano.
Todos, retenidos en el tiempo de su
cobarda y
de su huida.

Ojal vinieran tempestades que los hagan


caer
del rbol a todos esos podridos y comidos de
gusanos!
Seran las oportunas tempestades que
sacudiran los rboles de la vida!
(Nietzsche:
As habl Zaratustra,115).

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