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No hay duda de que la realidad de la Iglesia fundada por Jesucristo es tan rica y
compleja, que se escapa a cualquier definición o breve tratado.
Aunque haya una Constitución dogmática y una Constitución pastoral sobre la Iglesia en
el mundo actual, no podríamos tener una imagen completa de ella si no tuviéramos
presente también los otros documentos conciliares. Esto nos da una idea de lo difícil
que es presentar en una lección la "Iglesia desde el Concilio Vaticano II". Nos
limitaremos con decir algo de lo más importante.
Descripción de la Iglesia
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pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, constituida en los tiempos definitivos,
manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los
tiempos" (LG 2).
Es una Iglesia animada por el Espíritu Santo y alimentada por la Palabra y la Eucaristía,
Los doce apóstoles son los servidores de la Palabra (Lc 1,2; He 6,4). Como apóstol,
Pablo se ocupa "en el servicio del Señor" (He 23,1); habla de "el servicio" que yo he
recibido del Señor; "dar testimonio de la buena noticia de la gracia de Dios" (He 20,24;
26,16).
Los apóstoles y los diáconos sufren persecuciones por la predicación. El libro de los
Hechos está lleno de las amenazas, prisiones, flagelaciones y muertes sufridas por los
pregoneros del evangelio (He 4,3.5.25-29; 5,17-18.26-28. 41-42; 6,11-15; 7,54.57-
60; 13,50-52; 14,5; 15,26; 16, 19-24; 17,5-7).
La Jerarquía Eclesiástica
En la Iglesia, los ministros están revestidos de potestad sagrada para el servicio de los
hermanos. Jesús ha enviado a los apóstoles, con Pedro como cabeza, y a sus sucesores
los Obispos, quienes junto con el sucesor de Pedro gobiernan la Iglesia (LG 18).
El Papa es el principio y fundamento de la unidad total, así de los Obispos como de los
fieles. Los Obispos gobiernan las Iglesias particulares a ellos confiadas como Vicarios y
Legados de Cristo, con potestad propia ordinaria e inmediata, bajo la suprema
autoridad del Romano Pontífice (LG 27).
Los primeros colaboradores del Obispo son los Sacerdotes, los cuales forman con él un
único cuerpo sacerdotal, santifican y gobiernan la porción de la grey del Señor a ellos
confiada bajo la autoridad del Obispo. Aun no teniendo la cima más alta del sacerdocio
son, en virtud del sacramento
del orden, Sacerdotes a imagen de Cristo, Sumo y eterno Sacerdote (LG 28).
Con el nombre de laicos se entienden todos aquellos fieles que, consagrados a Cristo
con el bautismo, constituyen el Pueblo de Dios, partícipes del oficio sacerdotal, profético
y real de Cristo. Es propio de los laicos buscar el reino de Cristo, tratando las cosas
temporales y ordenándolas a Dios (LG 31).
Los laicos tienen el derecho de recibir los bienes espirituales de parte de sus pastores,
así como el deber de respetarlos y obedecerlos, siguiendo sus directrices y orando por
ellos (LG 37).
El siguiente capítulo está dedicado a otra porción del Pueblo de Dios: a los religiosos.
Ellos profesan los consejos evangélicos de la castidad consagrada a Dios, de la pobreza
y de la obediencia, los cuales la Iglesia ha recibido y conserva como un don divino (LG
43).
Los religiosos consagran su vida al bien de toda la Iglesia, la cual protege y sostiene la
índole propia de los distintos institutos religiosos. Además, el estado religioso propone
con eficacia, a la consideración de todos, los deberes de la vocación cristiana e imita la
forma de vida elegida por el Hijo de Dios y continuada por la Iglesia (LG 44).
Todos los religiosos deben poner sumo cuidado para que la Iglesia pueda presentar
siempre mejor a Cristo a sus fieles y al mundo (LG 46).
La Iglesia Celestial
Redimida en previsión de los méritos del Hijo de Dios, del cual es Madre, María es hija
predilecta del Padre y Templo del Espíritu Santo. Aunque superior a todas las criaturas
celestiales y terrenas, María está unida en la raza de Adán a todos los hombres,
necesitados de salvación; sin embargo, como Madre de Cristo y de sus miembros, le es
reconocido un puesto singular en la Iglesia, de la cual es figura (LG 53).
Sintetizando a lo máximo, podemos decir que el Concilio nos presenta una Iglesia que:
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• Dialoga
Se trata de una actitud nueva sumamente evangélica de una Iglesia que percibe los
logros y fracasos del mundo para leer en ellos los signos de los tiempos y buscar la
respuesta inspirada. Toda la constitución pastoral "Gaudium et spes" pone a la
Iglesia en un estado de diálogo.
b)Escucha
c) Ora y celebra
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con el mismo titulo y el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia"
(SC7).
d) Evangeliza
"Ad Gentes", decreto sobre las misiones, es uno de los más bellos documentos
conciliares. Aquí encontramos principios doctrinales y exhortaciones de gran
importancia. El primer capítulo se abre afirmando categóricamente: "La Iglesia
peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la
misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre"
(AG 2).
Conclusión
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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION
4.Es dificil resumir en una definición la realidad de la Iglesia. La Constitución dogmática Lumen
Gentium nos da una descripción, que convendrá aprender de memoria.
6.Abundan las imágenes bíblicas, que sirven para comprender mejor la misión de la Iglesia.
Refiéndose a las Iglesias que no viven en comunión con la católica, el Concilio exhorta a dar más
importancia a lo que nos une, y a orar, esperar y trabajar por la unidad de todos los hombres.
8.Hablando de la jerarquía eclesiástica, el Concilio dice que "los ministros están revestidos de
potestad sagrada para el servicio a los hermanos".
Al Papa lo define como "el principio y fundamento de la unidad total tanto de los obispos
como de los fieles.
Los obispos son "vicarios y legados de Cristo" y los sacerdotes sus principales
colaboradores”.
12.Los laicos son los fieles que, consagrados a Cristo por el bautismo, pertenecen al Pueblo de
Dios, y participan del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo.
14.Dentro de la Iglesia los religiosos tienen un papel importante. Estos consagran su vida al bien
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PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.)
9.Es importante ponerse ante esta imagen que el Concilio nos presenta de la Iglesia
para ver cómo sintonizamos con ella.
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Lección V
Por amor a la verdad, hay que decir que los dos primeros siglos no conocieron una
persecución general ni una ley
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concreta relativa a los cristianos. Las persecuciones fueron locales y limitadas en el
tiempo.
El primer emperador que persiguió a los cristianos fue Nerón, quien en el año 64
condena a muerte a los que están en la capital, culpándoles injustamente del incendio
de Roma. Los apóstoles Pedro y Pablo fueron víctimas de esta persecución. Luego
siguen las persecuciones de Trajano (98-117), de Marco Aurelio (161-180), de Decio
(249-251), de Valeriano (253-260). La última y más terrible persecución fue ordenada
por Diocleciano y duró desde febrero del 303 hasta el 313. El número de cristianos
alcanzaba ya en ese tiempo casi el 50% de la población
El "edicto de Milán", firmado por Constantino y Licinio (313), pone fin a la persecución e
inicia un largo tiempo de bonanza y hasta de favoritismo para el cristianismo.
Mirada Introspectiva
Comunidades Paulinas
Las comunidades paulinas se nos presentan animadas más por la riqueza de los
carismas que por formas jurídicas.
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En la primera carta a los Corintios leemos: "Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de
Cristo, y sus miembros cada uno por su parte. Y así los puso Dios en la Iglesia,
primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como
maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de constancia, de
gobierno, de diversidad de lenguas" (1Co 12,27-28).
Como se puede ver de éste y de muchos otros textos, Pablo concibe la Iglesia como un
organismo vivo y animado por los carismas del Espíritu Santo, no como una
organización. El fervor de los recién convertidos facilitaba la acción del Espíritu de
Cristo. Las comunidades eran activas, crecían y se multiplicaban.
Con la desaparición de Pablo, estas comunidades necesitan algo más institucional para
no desviarse del camino.
Primer Desarrollo
Los Hechos de los Apóstoles y las "cartas pastorales" nos hablan de obispos, presbíteros
y diáconos. Los obispos eran elegidos por toda la comunidad o con su consentimiento.
Pero, esta elección no era suficiente. Se necesitaba, además, la imposición de manos
con la oración.
Desde finales del siglo II aparece la instrucción en común, que posteriormente daría
origen al catecumenado.
Nacen las escuelas de catequistas. La primera fue la de Alejandría, a la cual siguen las
de Antioquía, Cesarea, Edesa, Jerusalén, Roma y Cartago.
Según la "Tradición de Hipólito" (inicios del III siglo) los adultos que recibían el
bautismo eran recomendados por un padrino; los candidatos entran en el
catecumenado, que duraba tres años, después de un examen de su conducta moral.
En la Iglesia todos son discípulos del Señor y hermanos entre sí. Sus responsables, que
al principio se les llamaba apóstoles, profetas y doctores (Ef 4, 11-12), terminan por ser
epíscopos (obispos), presbíteros y diáconos. La cabeza de todos es el Obispo. Todavía
no se les llama Sacerdotes. Son ministros de Dios al servicio de la comunidad. Se
subrayaba más lo que unía que lo que separaba a estos ministros de los demás
cristianos.
Los laicos, hasta el siglo III, guardan y administran la Eucaristía y ejercen normalmente
el ministerio de la educación de la fe; participan en las elecciones de los presbíteros y
obispos y en la administración de los bienes eclesiásticos. En muchas diócesis existe
para este fin un consejo de laicos, denominado seniores laici.
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La Figura del Obispo
Durante los siglos II y III se va marcando cada vez más la separación entre el "clero" y
el pueblo. Es en este tiempo cuando la figura del Obispo destaca como la de un
monarca, es decir, el único responsable de la Iglesia local. Son las cartas de san Ignacio
de Antioquía las que nos presentan por primera vez esta imagen del Obispo. Los
presbíteros están totalmente subordinados a él y en estrecha vinculación a su persona;
los diáconos constituyen el tercer grado de participación en el ministerio eclesiástico.
En la carta escrita a los cristianos de Esmima, san Ignacio advierte: "Que nadie haga
nada en la Iglesia sin contar con el Obispo; que únicamente se tenga como legitima la
Eucaristía que se haga bajo la presidencia del Obispo o de aquel en quien haya
delegado..., el que hace algo sin ponerlo al conocimiento del Obispo sirve al diablo" (8,
1; 9,1).
Es también san Ignacio de Antioquía quien usa por primera vez la expresión "Iglesia
Católica".
Estas circunstancias parece haberlas creado los gnósticos del II y III siglo. Se trata de
herejes que amalgamaban doctrinas judías y paganas con los dogmas cristianos.
Aunque reconocían a Cristo como portador de la revelación, negaban su realidad
histórica; negaban también la creación como obra
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de Dios mismo y rechazaban el Antiguo Testamento; anulaban la expectativa cristiana y
la realización escatológica.
En la controversia con los gnósticos pasaba a primer plano el problema de señalar con
claridad quiénes eran los auténticos portadores de la tradición apostólica. Era necesario
demostrar la sucesión apostólica de cada Obispo, Este era el argumento principal de
autenticidad de la doctrina. No se admitían novedades fantasiosas, sino apego a las
enseñanzas de los apóstoles. Desde este momento los Obispos se llamarían
"apostólicos". Ellos son la garantía de la auténtica doctrina cristiana y de la unidad de la
fe entre las diferentes Iglesias.
Hacia el año 215, el presbítero romano Hipólito escribe una obra titulada "Tradición
Apostólica" en la cual se legitima y se funda la diferencia entre el clero y el resto de los
fieles. Los obispos, presbíteros y diáconos reciben, mediante la Imposición de manos,
una capacidad especial de hacer ciertas cosas. Se considera como una clase escogida y
consagrada por Dios para ejercer los diferentes ministerios eclesiásticos.
El Sucesor de Pedro
La historia nos enseña que Pedro fue a Roma, "capital del mundo" conocido, y murió
mártir en la persecución de Nerón el año 64 d. C.
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sirvieron para que los sucesores de los otros apóstoles miraran al Obispo de Roma
como el mayor de todos. A él recurrían para resolver ciertos problemas o para escuchar
una palabra definitiva sobre cuestión de fe.
Hacia el año 90 una penosa cuestión agitó a la Iglesia de Corinto. Entonces se recurrió
a Clemente, Obispo de Roma, el cual intervino con una carta llena de autoridad.
"Aquellos que no estén dispuestos a obedecer caerán en grave pecado. Vosotros nos
procuraréis alegrías y júbilo si obedeciendo a lo que nosotros os hemos escrito por el
Espíritu Santo reprimiréis el ardor malo de vuestros resentimientos”.
Cuando el Papa Clemente escribió esta carta todavía vivía el apóstol Juan en la cercana
ciudad de Efeso; estaban vivos muchos sucesores del apóstol Pablo, el evangelizador de
Corinto. Sin embargo fue el Obispo de Roma el que intervino con autoridad. Durante
muchos años se conservó esta carta del Papa, que era leída en las asambleas litúrgicas
como un documento sagrado.
Tanto el Obispo de Roma como los demás teman conciencia de esta supremacía del
sucesor de Pedro. El Papa san Dámaso I (366-384) decía: "La Iglesia de Roma ejerce su
autoridad sobre los demás, no porque lo digan los concilios, sino por la palabra de
Nuestro Señor y Salvador en el evangelio, pues a ella le concedió la primacía cuando
dijo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Su sucesor, san Siricio
(384-399) invita: "Sigan todos los sacerdotes esta norma del Papa si no quieren
desviarse de aquel sólido fundamento sobre el cual Cristo fundó la Iglesia".
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Se hizo célebre la frase de san Agustín (354-430): "Roma locuta, causa soluta", que
quiere decir: "Roma ha hablado, la cuestión se ha resuelto".
La elección del Papa, hasta final del siglo V, se hacía por el clero y el pueblo romano,
pero desde principio del siglo VI empezaron a intervenir decididamente en su
designación las autoridades civiles.
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Sin embargo, decae poco a poco el ministerio profético y la liturgia queda anclada
desde el siglo VII en el latín, lengua que el pueblo ya no entiende; las insignias y gestos
imperiales son apropiadas por los Obispos y el Papa, y las relaciones entre clero y laicos
pierden su carácter religioso y adquieren un sello Jurídico.
Para contrarrestar las herejías que iban surgiendo se celebraron algunos concilios
ecuménicos de trascendental importancia. He aquí un resumen:
•El Concilio de Nicea (325) definió la doctrina sobre la divinidad de la Segunda Persona
de la Santísima Trinidad el Hijo, el cual ha existido siempre desde toda la eternidad; es
Igual al Padre. Los herejes que negaban esto eran los arrianos.
•El Concilio de Efeso (431) definió la doctrina de que en Jesús, hombre y Dios, hay sólo
una Persona divina y, por tanto, la Santísima Virgen no es sólo madre del cuerpo de
Jesús, sino de su Persona y debe ser venerada con el título de Madre de Dios. Quienes
negaban todo esto eran los nestorianos.
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4. El Concilio de Calcedonia (451) declaró que Jesucristo es al mismo tiempo verdadero
Dios y verdadero hombre. Fueron condenados los monofisistas, es decir los que
admitían que en Cristo había solo la naturaleza divina, sin la humana.
En 1054, por motivos más políticos que religiosos, la Iglesia sufre la ruptura conocida
como el cisma de Oriente: la Iglesia ortodoxa de Constantinopla se separa de Roma.
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Hay dos autoridades que a veces se mezclan y a veces una logra el primado sobre la
otra.
La lucha por la libertad de la Iglesia ocupa casi todo el pontificado de Gregorio VII
(1073-1085) "El papado --afirma Y. Congar-- tuvo éxito en sus tentativas y consiguió
una de sus victorias más trascendentales ... La Iglesia volvió a recuperar su
singularidad como comunidad original, autónoma y plenamente espiritual".
La diócesis y la parroquia, más que campos de misión, son deseados como auténticos
beneficios económicos.
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Un caso particular de reforma cristiana la encontrarnos en las órdenes mendicantes de
Santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís.
La inquisición nace hacia los años 1220-1230, con la idea de llevar a cabo una
investigación (inquisitio) de los herejes para aplicarles el "castigo requerido".
Vaciándose la cristiandad del sentido evangélico, recurre a estructuras represivas.
Antes de que Lutero llevase a cabo en el s. XVI la reforma protestante, ya se había roto
la unidad religiosa medieval.
Para dar una respuesta a las herejías de Lutero, la Iglesia se reúne en Concilio en
Trento (1545-1563). Se intenta una revisión profunda de la doctrina y pastoral de la
Iglesia. La eclesiología tridentina pone de relieve el aspecto institucional y visible de la
Iglesia. San Roberto Bellarmino, quien es el
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más representativo de esta eclesiología, define así la Iglesia:
"Es la sociedad de hombres unidos por la profesión de la verdadera fe, la comunión de
los mismos sacramentos y bajo el gobierno de los legítimos pastores, principalmente del
único vicario de Cristo sobre la tierra, el Romano Pontífice”.
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Época de la Ilustración y del Liberalismo (ss. XVIII • XIX)
La Iglesia, que se confunde con la jerarquía, ejerce con fuerza la autoridad, y los
seglares se limitan a obedecer.
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Después de la revolución francesa hay un intento de renovación eclesiástica y pastoral
bajo la influencia del romanticismo, pero no progresa.
Son pocos los que proponen soluciones sociales, hasta que León XIII, en 1892, publica
la famosa encíclica Rerum Novarum.
La renovación del pensamiento cristiano tiene sus inicios a fines del siglo pasado con la
influencia de tres grandes teólogos: J. A. Mohler (1838), M. J. Scheeben (1888) y J. H.
Newman (1890).
Pío X (1903-1914), al principio del siglo, sienta oficialmente las bases de la renovación
eclesial con su expresión "revertimini ad fontes" (volvamos a las fuentes). Unos 15 años
más tarde, el protestante Karl Barth pronuncia otra consigna
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no menos decisiva: "regressus ad verbum divinum" (regreso a la palabra divina). Los
teólogos más notables de este siglo tienen sensibilidad pastoral, amor a la palabra de
Dios y deseo de inculturación del Evangelio. Merecen ser recordados Y. Congar, Karl
Rahner, M. D. Chenu, H. De Luboc. Estos y muchos otros fueron los que sembraron
inquietud teológica antes del concilio Vaticano II y durante el mismo fueron los
principales maestros.
Pero el mérito principal de comprender la necesidad de un nuevo concilio y de iniciarlo
se debe al Papa Juan XXIII.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION
7.Las comunidades paulinas se nos presentan animadas más por la riqueza de los
carismas que por formas jurídicas.
10. La primera mitad del siglo XX asienta, con Pío X, las bases para volver a los
orígenes. Se siente la necesidad de renovar la Iglesia mediante un Concilio.
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