Aquí estoy con la solución definitiva para acabar con la crispación que
estamos viviendo últimamente en el Congreso. No podía quedarme de brazos
cruzados y he estado trabajando en una reforma del reglamento de la Cámara que
puede recuperar definitivamente la cortesía institucional. Entre los puntos,
propongo limitar el número de insultos por grupo parlamentario a tres faltas de
respeto en cada legislatura, excepto el grupo mixto, que tendrá que repartirse
los tres insultos entre ellos.