Joe Biden anunció este lunes en Tokio que 12 países de la región de Asia-Pacífico se han unido al denominado Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF), un acuerdo que pretende garantizar la fluidez de la cadena de suministro al tiempo que promueve las energías renovables y la promoción de la democracia. Algo así, como no podía ser de otra manera, se ve desde Pekín con cierta inquietud porque Biden no ha incluido a China en el acuerdo. Por ahora los Estados miembros del IPEF serán, aparte de Estados Unidos, Australia, Brunei, India, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam. Este grupo representa aproximadamente el 40% del PIB mundial.

El anuncio, como digo, se hizo en Tokio, la segunda escala del primer viaje de Biden a Asia como presidente de Estados Unidos, una gira que continuará por Corea del Sur y por la propia China. Al parecer el departamento de Estado ha articulado una nueva estrategia para esta región que irá desgranando durante el viaje. La gran incógnita es qué actitud tendrá hacia China. El sábado, poco antes de que el presidente abandonase Washington, Antony Blinken afirmó que la futura relación con China “será competitiva cuando deba serlo, colaborativa cuando pueda serlo y antagónica cuando deba serlo”.

Esto tampoco es decir mucho, pero todo indica que Biden busca poner fin a varios años de guerra comercial entre las dos potencias, una guerra que declaró Donald Trump en su primer año de mandato porque pretendía igualar el terreno de juego y potenciar la economía estadounidense. Entre 2018 y 2020, EEUU y China libraron la mayor guerra comercial desde los años 30, un enfrentamiento que se tradujo en una subida continua de aranceles que provocó un considerable trastorno en toda la economía mundial. Al llegar Biden a la presidencia hace ya año y medio se alcanzó una frágil tregua que vino a coincidir con el estallido de la pandemia.

Ahora deben buscar un nuevo encaje porque las circunstancias son otras. Habría que preguntarse también quien ganó aquella guerra comercial. Responder esa pregunta es más complicado de lo que parece. Ambos perdieron. Ninguno de los países obtuvo los resultados que buscaba y ambos dañaron sus economías. Los verdaderos beneficiarios de todo aquello fueron otros Estados del sudeste asiático como Vietnam que aprovecharon una oportunidad que les caía del cielo.

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