Durante la década de los años ochenta del siglo XX, el cine de los Estados Unidos vio como los hombres de acción de los años setenta como Harry, el sucio (Eastwood) o El vengador anónimo (Bronson), mutaban en figuras hipermusculosas donde el despliegue de testosterona y balas eran la moneda común en una década que exaltó valores y discursos probelicistas, conservadores y proyanquis, en personajes como Rambo y sus derivados de dudosa estirpe militar. 
Sin embargo, la figura del héroe de acción evolucionó hacia géneros como la ciencia ficción («Terminator», «Robocop»), la adaptación del mitos y misticismo de las artes marciales orientales con espadachines ciegos (Hauer) o deportistas cegados (Van Damme) y hasta el sorprente neo thriller policíaco de un humor negro duro de matar (Willis), elevando a (casi) todas esas figuras en mitos aún vivo en el imaginario colectivo de la Cinefagia, que se han visto deconstruídos en mayor o menor medida en series como «Los indestructibles», incluso con los mismos rostros, aunque más ajados.