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Desaceleración entre profundos cambios estructurales: ¿Cómo responder desde la política?
Desaceleración entre profundos cambios estructurales: ¿Cómo responder desde la política?
valoraciones:
Longitud:
66 minutos
Publicado:
20 may 2019
Formato:
Episodio de podcast
Descripción
El 9 de mayo de 2019 tuvo lugar, en la Fundación Rafael del Pino, la conferencia de Juergen B. Donges, catedrático emérito de la Universidad de Colonia, titulada “Desaceleración entre profundos cambios estructurales: ¿cómo responder desde la política?”
Según expuso Donges, hemos llegado al final del ciclo expansivo y hemos entrado en una senda de desaceleración económica. Esto está ocurriendo en un entorno en el que nuestras estructuras de producción se están transformando de forma vertiginosa, sobre todo de la mano de la digitalización. Esto tiene unas implicaciones muy importantes para la política económica, pero el Gobierno de España de esto todavía no se ha enterado.
Las previsiones de los organismos internacionales y las diferentes instituciones nacionales, que se hicieron en otoño, se han revisado a la baja de forma significativa. Tenemos dos escenarios más adversos de lo inicialmente percibido. Por un lado, tenemos la moderación de la actividad global, sobre todo en China y las grandes economías emergentes. Todo esto va acompañado de una subida de los precios del petróleo, que es algo que no es normal. Esto se debe a las sanciones de Trump contra Irán, que provoca un recorte de la oferta de petróleo que no quieren compensar los demás países de la OPEP.
Por otro lado, tenemos una enorme incertidumbre con el confuso proceso del Brexit. El parlamento británico no es capaz de definir lo que quiere. Tenemos también el futuro incierto de Italia y las tensiones comerciales de la UE con Estados Unidos. Además, tenemos una bomba de relojería, que es el enorme nivel de endeudamiento público en la economía global. Estamos en el 235% del PIB. Esto no es sostenible en el tiempo, porque hay que pagar intereses, amortizar la deuda, refinanciarla. Los gobiernos, sin embargo, todavía no han tomado nota de este problema.
El crecimiento del PIB en la Eurozona podría moderarse este año hasta el 1% o, incluso, menos. Estamos en una desaceleración acentuada. Lo que tranquiliza es que la actividad que tenemos viene de la mano de la demanda interna, gracias al buen tono del mercado laboral y de las subidas salariales que se observan en los países del euro. También la apoyan los bajos tipos de interés y la reducción de la tasa de paro.
La desaceleración afecta a los cuatro grandes países de la Eurozona. España todavía registra una tasa de crecimiento notable, del entorno del 2,4%, pero es más por inercia que por la actuación de factores positivos porque todos ellos están empeorando: el ahorro, el consumo, las inversiones, la cuenta corriente, el empleo en el sector privado, la productividad laboral, … Todo va en una dirección negativa, a lo que hay que añadir una política económica y fiscal que va en mala dirección. No son tiempos para aumentar el empleo público. Es un disparate revalorizar las pensiones con el IPC. Y es un mayor disparate aún anunciar subidas de impuestos. Esto va a pasar factura.
Francia, con un 1,3%, se mantiene como estaba. Italia va camino al estancamiento y está inmersa en una trampa de excesivo endeudamiento. Lo más preocupante es el enfriamiento de la actividad económica alemana, que es más acentuado del que se esperaba. Hay tres causas de la desaceleración alemana: la disminución de las exportaciones; el sector del automóvil alemán, que no se adaptó a la normativa comunitaria de emisiones de dióxido de carbono, y la carencia de mano de obra cualificada, consecuencia del problema demográfico y de permitir la jubilación anticipada a los 63 años. Sin embargo, no vamos a una recesión en Alemania ni en la zona euro, porque tenemos una demanda interna robusta.
El problema fundamental es a qué velocidad puede crecer una economía. Esta depende del potencial de crecimiento de una economía. Este potencial en la Eurozona se ha convertido en un problema porque está creciendo de forma muy moderada, del orden del 1,2% o 1,3% al año y con tendencia a la baja. En Estados Unidos, en cambio, el potencial de crecimiento está aumen
Según expuso Donges, hemos llegado al final del ciclo expansivo y hemos entrado en una senda de desaceleración económica. Esto está ocurriendo en un entorno en el que nuestras estructuras de producción se están transformando de forma vertiginosa, sobre todo de la mano de la digitalización. Esto tiene unas implicaciones muy importantes para la política económica, pero el Gobierno de España de esto todavía no se ha enterado.
Las previsiones de los organismos internacionales y las diferentes instituciones nacionales, que se hicieron en otoño, se han revisado a la baja de forma significativa. Tenemos dos escenarios más adversos de lo inicialmente percibido. Por un lado, tenemos la moderación de la actividad global, sobre todo en China y las grandes economías emergentes. Todo esto va acompañado de una subida de los precios del petróleo, que es algo que no es normal. Esto se debe a las sanciones de Trump contra Irán, que provoca un recorte de la oferta de petróleo que no quieren compensar los demás países de la OPEP.
Por otro lado, tenemos una enorme incertidumbre con el confuso proceso del Brexit. El parlamento británico no es capaz de definir lo que quiere. Tenemos también el futuro incierto de Italia y las tensiones comerciales de la UE con Estados Unidos. Además, tenemos una bomba de relojería, que es el enorme nivel de endeudamiento público en la economía global. Estamos en el 235% del PIB. Esto no es sostenible en el tiempo, porque hay que pagar intereses, amortizar la deuda, refinanciarla. Los gobiernos, sin embargo, todavía no han tomado nota de este problema.
El crecimiento del PIB en la Eurozona podría moderarse este año hasta el 1% o, incluso, menos. Estamos en una desaceleración acentuada. Lo que tranquiliza es que la actividad que tenemos viene de la mano de la demanda interna, gracias al buen tono del mercado laboral y de las subidas salariales que se observan en los países del euro. También la apoyan los bajos tipos de interés y la reducción de la tasa de paro.
La desaceleración afecta a los cuatro grandes países de la Eurozona. España todavía registra una tasa de crecimiento notable, del entorno del 2,4%, pero es más por inercia que por la actuación de factores positivos porque todos ellos están empeorando: el ahorro, el consumo, las inversiones, la cuenta corriente, el empleo en el sector privado, la productividad laboral, … Todo va en una dirección negativa, a lo que hay que añadir una política económica y fiscal que va en mala dirección. No son tiempos para aumentar el empleo público. Es un disparate revalorizar las pensiones con el IPC. Y es un mayor disparate aún anunciar subidas de impuestos. Esto va a pasar factura.
Francia, con un 1,3%, se mantiene como estaba. Italia va camino al estancamiento y está inmersa en una trampa de excesivo endeudamiento. Lo más preocupante es el enfriamiento de la actividad económica alemana, que es más acentuado del que se esperaba. Hay tres causas de la desaceleración alemana: la disminución de las exportaciones; el sector del automóvil alemán, que no se adaptó a la normativa comunitaria de emisiones de dióxido de carbono, y la carencia de mano de obra cualificada, consecuencia del problema demográfico y de permitir la jubilación anticipada a los 63 años. Sin embargo, no vamos a una recesión en Alemania ni en la zona euro, porque tenemos una demanda interna robusta.
El problema fundamental es a qué velocidad puede crecer una economía. Esta depende del potencial de crecimiento de una economía. Este potencial en la Eurozona se ha convertido en un problema porque está creciendo de forma muy moderada, del orden del 1,2% o 1,3% al año y con tendencia a la baja. En Estados Unidos, en cambio, el potencial de crecimiento está aumen
Publicado:
20 may 2019
Formato:
Episodio de podcast
Títulos en esta serie (40)
Progreso. 10 razones para mirar al futuro con optimismo. Johan Norberg, english de Conferencias Magistrales Fundación Rafael del Pino