En 1680, a los 81 años, murió en Roma Gian Lorenzo Bernini. Dejaba a sus espaldas algunas de las obras de arquitectura y escultura más significativas de la corte papal del siglo XVII, obras aún reconocidas universalmente: del baldaquino de la basílica hasta la columnata de la plaza de San Pedro, o del Rapto de Proserpina hasta el Éxtasis de Santa Teresa. Bernini, napolitano de nacimiento y, por lo tanto, súbdito de los monarcas españoles, murió aclamado por todos como un artista fuera de lo común cuyas obras eran admiradas en el mundo entero y de las que los romanos se sentían muy orgullosos. Le enterraron bajo una humilde lápida en la basílica de Santa María la Mayor de Roma y pasó a formar parte del panteón de los grandes arquitectos y escultores de la Roma del renacimiento papal de los siglos XVI y XVII junto a Miguel Ángel, Rafael o Bramante.

Buena parte de esa fama de la que disfrutó en vida hubo de compartirla con un singular rival, un hombre de su misma edad y que murió trece años antes que él: Francesco Borromini, un dotadísimo arquitecto proveniente del Tesino, en la Suiza italiana, que firmó muchos de los mejores edificios de la Roma del 'seicento' como la iglesia de San Carlos de las cuatro fuentes, el oratorio de San Felipe Neri o el Colegio de Propaganda fide, una congregación creada por Gregorio XV en plena contrarreforma para extender la evangelización por el mundo.

Bernini y Borromini, las dos grandes “bes” de la arquitectura romana del siglo XVII se formaron juntos como arquitectos hasta que Bernini fue nombrado director de las obras de San Pedro del Vaticano en 1629 y Borromini se convirtió en su ayudante. Pero en 1644, las tornas cambiaron y Borromini se convirtió en el nuevo director del Vaticano mientras Bernini quedaba marginado. La rueda de la fortuna volvió a girar y en 1655, Bernini volvió al mando y Borromini al olvido, esto agudizó su carácter retraído y desconfiado y le llevó directo al suicidio en 1667. Lo hizo al modo de los antiguos héroes griegos, como Áyax el Grande, apoyó su espada sobre el suelo y se la clavó. Luego pidió ser enterrado sin que se consignase su nombre junto a Carlo Maderno, otro gran arquitecto de la Roma papal por quien sentía devoción y que había muerto muchos años antes.

El trágico final de Francesco Borromini puso fin a cinco décadas en las que convivieron en Roma dos arquitectos geniales. A pesar de su rivalidad no hicieron más que prestarse ideas y soluciones que marcarían el arte en el centro de Italia y en todo el orbe católico, desde Europa occidental hasta Hispanoamérica. Para conocer con más detalle la vida y obra de ambos, los motivos de su rivalidad y los muchos aportes que hicieron a la arquitectura hoy tenemos de nuevo a Alberto Garín en La ContraHistoria. Alberto conoce muy bien la obra de ambos, la tiene, de hecho, estudiada a fondo, así que nos va a descubrir más de un secreto de esos que en las clases de historia del arte suelen pasarse por alto y en los que acostumbra a estar la clave de muchas obras artísticas.

Bibliografía:
- "Geni rivali. Bernini, Borromini e la creazione di Roma barocca" de Jake Morrissey - https://amzn.to/3zXYua4
- "Bernini" de Franco Borsi - https://amzn.to/3oQtCBZ
- "Borromini" de Anthony Blunt - https://amzn.to/3vEbjDT
- "El Renacimiento en Roma" de Loren Partridge - https://amzn.to/3zw6Vb9

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