La Segunda República arranca en 1931 con la intención de modernizar España. Un objetivo ambicioso que topa con la resistencia de las clases tradicionales y la impaciencia del movimiento obrero. El camino está lleno de choques, algunos muy cruentos. Tras la victoria electoral del centro izquierda en 1936, la derecha y una parte del ejército emprenden una conspiración para derribar el gobierno. El 18 de julio, generales golpistas se alzan en todo el territorio. La República reacciona tarde pero logra conservar las principales ciudades, en gran parte por la acción de las milicias de los sindicatos. Sin embargo, los sublevados tienen dos elementos clave a su favor: las tropas coloniales, las únicas con experiencia de guerra, y el apoyo de las dos potencias fascistas, Alemania e Italia. Avanzan de victoria en victoria, y tras designar como líder al general Francisco Franco, en noviembre se disponen a asaltar Madrid.